www.diariolibre.com/noticias_det.php?id=311804&l=1 Pagamos un sueldo a los políticos para que tracen políticas. No les pagamos para que hagan obras de caridad. El modelo de hacer caridad desde el poder no solo es anticuado, es tóxico: promueve el populismo, el liderazgo personalista, debilita la institucionalidad, estanca el desarrollo económico y degrada al "beneficiado" porque recibe dádivas en vez de ver reconocidos sus derechos. Queda debiendo favores a un político que los concede a título personal... con el dinero público.
En este contexto, el Despacho de la Primera Dama tal como está configurado ahora, independientemente de quien lo ocupe, es una severa anomalía democrática. Responde a la visión de esta gestión peledeísta que ha institucionalizado la caridad pública como base de un carísimo caladero de votos.
Si Danilo Medina gana la Presidencia... ¿podrá, querrá desmantelar esta maquinaria? Difícil, al político le mueve el poder y nunca cede el territorio ganado. Es más factible pensar que la función de la vicepresidencia de la República se transformaría a la medida de Margarita de Fernández, y se convertiría en el Despacho de la Segunda Dama. Y que manejaría, además, todos los fondos de Solidaridad y tarjetas varias del vice Alburquerque.
Eso, sin contar que la hoy Primera Dama es una candidata que maneja cuantiosos fondos públicos y que no puede renunciar a su cargo para hacer campaña, como sería lo obligado en una democracia respetuosa de la institucionalidad.
IAizpun@diariolibre.com
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