El 70º aniversario del músico cubano se celebra en España con seis conciertos, dos discos y un libro
Por ELISA SILIÓ | © Babelia
Fuente: mediaIsla, Boletín 1141
Leo Brouwer (La Habana, 1939) se define como un "romántico del siglo XXI". "Lo que equivale a continuar como un posmoderno que no escinde sino que unifica. Soy un hombre de mi entorno. He pasado más de cincuenta años trabajando con el arte sonoro: iniciando proyectos, tocando, dirigiendo. Conduje investigaciones, planes de creación, grupos sonoros. Soy dado a hacer cosas nuevas y en mis ratos libres compongo música, ahora como quehacer fundamental", se presenta Brouwer, que a los setenta años anda grabando sus últimas obras en Londres.
Y coincidiendo con este 70º cumpleaños redondo -los 35 años dobles que dice él-
se suceden los homenajes. En São Paulo se ha institucionalizado un festival con su nombre; y entre Madrid y Córdoba la SGAE celebrará seis conciertos gratuitos de guitarra, cámara, coro y sinfónico, este último con la Orquesta de Extremadura dirigida por el maestro. Además, la entidad ha editado y presenta un libro -Leo Brouwer. Caminos de la creación, de las musicólogas Marta Rodríguez Cuervo y Victoria Eli- y dos discos: un integral para piano-trío, Leo Brouwer. Pictures At another Exhibition, interpretado por el B3 Brouwer Trío, y Leo Brouwer: Integral para Cuarteto de Cuerdas, de un grupo de La Habana.
Dice componer para comunicarse con los demás de una manera integradora. "Considero la vida como una composición completa; el paisaje, la arquitectura, incluso el ritmo de la gente cuando camina y habla. Y esto lo transfiero en música. Ésta es una de mis obsesiones: la forma como complejidad universal. La guitarra será siempre mi gran pasión, dirijo orquestas y me reconforta, pero componer es la esencia que revelo y que me identifica. Es una extensión de mí".
En 1978, en la Cinemateca de Cuba, el intérprete rompió todos los esquemas con su recital De Bach a los Beatles. "Fue un reto llenar cada noche dos mil lunetas con una guitarra sola", cuenta ahora. Un solista que tocaba como toda una orquesta y sin prejuicios para llevar al escenario composiciones del genio alemán junto a temas pop. Y en esa línea ecléctica sigue este amante del flamenco, convencido de que, de tanto repetirse, las ideas estereotipadas se han convertido en "mentiras-verdades". "Al igual que se habla de la 'España de pandereta y castañuelas', nos referimos a la 'Cuba de maracas y bongo'. Lo cubano hondo ha sido violado por la visión turística", sostiene Brouwer, que ha dirigido un centenar de orquestas, entre ellas la de Córdoba (1992-2001). Sobre ésta y el régimen castrista no ha querido pronunciarse en esta entrevista cibernética.
Calcula que el 90% de las programaciones de las cámaras, sinfónicas y conciertos para piano o guitarra resulta tedioso porque el esfuerzo es nulo. "Los monográficos son para especialistas o para un homenaje que se justifica por el concepto. El programa cronológico -Renacimiento, Barroco, luego un gran clásico o romántico para finalizar con la obra moderna o de gran envergadura- es ya muy aburrido", confiesa el pedagogo y promotor cultural.
"Siempre he realizado programas donde el público escuchase algo nuevo y la gran tradición con enfoques distintos. Por ejemplo, las variaciones a través de la historia, los países y su música", cuenta orgulloso Brouwer, ex director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (1981-2003). También mezcla cuando es él quien compone. Su obra La tradición se rompe... pero cuesta trabajo (1967) hace honor a su título. "Es una visión del universo sonoro de todos los tiempos, de las grandes tradiciones y las modernidades. Incluso los grandes clásicos, al simultanear sus voces, se transforman en un magma sonoro contemporáneo. Termina con un acorde medieval en reposo. No supieron cómo clasificarla", rememora.
Ya en 1955 Brouwer incluyó sus primeros guitarreos en los programas diseñados de manera cronológica por su profesor Isaac Nicola. El oído lo heredó de su madre, Mercedes, que de niño le hacía ritmos y melodías que derivaron en conciertos familiares con cuatro años, y de su padre, Juan, científico y guitarrista aficionado. "Pero siempre me atrajo una sonoridad anterior que relaciono con una cierta memoria ancestral", puntualiza. "Mi padre me enseñó lo primero en la guitarra, desde cómo se colocan las manos hasta la interpretación de oído de repertorio de concierto, como las Danzas españolas de Granados, o las mazurcas y preludios de Tárrega. Las aprendió de oído y las tocaba sin un error", se asombra.
En unos días Brouwer ya tocaba farrucas y tanguillos, "lo que me apasionaba y me apasiona: el flamenco". Hasta que se cruzó en su vida su maestro, Nicola, que le dio una clase a través de la historia de la música. "Fue del Renacimiento hasta el siglo XX y yo comprendí de inmediato que ése era mi mundo. Desde la segunda pavana de Luis de Milán mi mentalidad cambió. Era el universo sonoro que me apasionaba. Significó método, disciplina, calidad y rigor", recuerda. Triunfó la revolución y becado marchó a estudiar composición en la Juilliard School of Music de Nueva York, y música antigua con el laudista Joseph Iadone. Después fue a Hartford, Connecticut, donde enseñó guitarra a cambio de estudios. "Me relacioné con todo un ambiente musical, acceso a información: grandes bibliotecas, partituras, conciertos y conferencias".
Los musicólogos dividen su obra en tres etapas. En su primera, desde 1955 hasta Elogio de la danza (1964), usó las formas musicales tradicionales y elementos del folclore. "Después dicen que me adscribí a la vanguardia, y en una etapa que llega a nuestros días, una de nueva simplicidad". Brouwer evolucionó hacia la vanguardia cuando la descomposición de las estructuras en su música, en su opinión, "se atomizó y rompió". "Cada vez me hacía más abstracto y hermético. No podía comunicarme, y como esto para mí es fundamental, fue como una vuelta a casa, suavicé un poco mi estilo, quizás con algo de simplicidad". Pero se niega a hablar de minimalismo: "No le haría justicia. Algunos compositores hicieron esta música antes de que el término se inventara. La base está en los países del Tercer Mundo, en Japón y en las Américas, fuera de la Europa occidental. De cualquier forma, el concepto de música minimalista es demasiado estrecho para explicar este movimiento. Mi nueva manera es parte de un movimiento general hacia la simplicidad, basada en la música de nuestros países".
Compone "pensando en la guitarra como una orquesta y en la orquesta como si fuera una guitarra". Música incluso cuando ha estado delicado de salud y no podía abrir los ojos: "Componía aun sin escribir ni una nota". Proporciona la receta mágica: "La composición contemporánea para el instrumento debería acometerse con miras a las obras capitales de los maestros de hoy que ya son clásicos -Ligeti, Lutoslawski, Dutilleux, Adams, Lindberg, Torgue, Mac Millan...-, en vez de seguir los criterios comerciales del mercado, que se basan en música descafeinada del repertorio cinematográfico, de las canciones de amor o de los ritmos excitantes". Y Brouwer, premio Nacional de Cine 2009 en Cuba, de este repertorio cinematográfico sabe un rato. Es autor de unas setenta bandas sonoras, la más conocida Como agua para chocolate (Alfonso Arau, 1992). "Si he visto las imágenes de dos o tres filmes antes de componer es mucho. Algunas hasta por teléfono, como el documental Hanoi Martes 13, de Santiago Álvarez". La mejor música para el cine es para él "la que no se escucha, la que se integra al todo de la cinta". "Un músico que no es mi favorito, pero efectivo para el cine, es Michael Nyman", reconoce, y halaga a "Newman, de American Beauty, Gabriel Yared o desconocidos eslavos y de Oriente Próximo".
Sus planes son inagotables. Conciertos en La Habana, Holanda, París, Brasil... Y siempre sobrevolando desde hace veinte años la composición de una ópera. "Podría ser un homenaje al kitsch o en otro momento ser un homenaje a la historia, o hablar con mi propio lenguaje", deshoja la margarita. "Continúo trabajando en obras corales, una pieza para flauta sola que dedicaré a Niurka González, una de percusión, otra para arpa... Espero descansar en los aviones porque tengo que componer y mucho". [fontanamoncada]
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