sábado, 13 de junio de 2009

Para que no se olvide el mal del tiempo…


Por Minelys Sánchez | © mediaIsla

Dicen que quien narra una historia, cuenta un mundo. Y nada me parece más cierto que esta afirmación. Pues nada mejor que una buena narración para conducirnos por enmarañados callejones del universo, de la fantasía.

Ha de ser seguramente por eso que, cuando abrimos las puertas de un libro, nos adentramos automáticamente al fantástico y muy real mundo de un determinado autor.

Y digo real porque creo que nadie se atreve a dudar de la veracidad de ese mundo vibrante que se posa en los hombros de una novela. De hecho, y como para reforzar la veracidad de los sucesos narrados en una historia, muchos escritores, y de manera muy sabia a veces, utilizan aspectos de sus propias vidas para nutrir de efectividad y relevancia sus escritos.

Supongo que ha de ser por aquello de que quien escribe existe, que muchos autores se sirven de sus vivencias para apoyarse a la hora de hilvanar el universo de su creación. Un ejemplo muy concreto lo encontré en El mal del tiempo de Rene Rodríguez Soriano.

Todas las sociedades y en todos los tiempos, han sido sacudidas por diferentes acontecimientos que, a groso modo, han marcado el devenir de su historia. Hechos vividos y sobrevividos por mucha gente y de diferentes maneras. Sucesos que a menudo, la historia propiamente dicha, no los recoge ni los asienta en ningún lado. A lo mejor porque estos casos individuales carecen de la relevancia necesaria para ser registrados.

En cambio, la literatura, y muy especialmente la novela, se encarga de llevarnos a recorrer la vida y los milagros de seres humanos que han sido testigos, muchas veces a fuerza de llanto, dolor y coraje, de esos episodios olvidados por la historia.

La República Dominicana no escapa a estos acontecimientos que han dejado un sello en nuestra sociedad, como una cicatriz que nos recuerda a cada instante la lucha de nuestras mujeres y hombres contra dictadores y dictaduras que tiñeron con sangre y sufrimiento la historia de nuestro pueblo.

Y si bien es cierto que la nuestra es una sociedad ultrajada por las tiranías y que la novela se encarga de ponernos al tanto de esos hechos aislados que parecen no importarles a mucha gente, no menos cierto es que nuestros escritores, responsablemente se han dado a la tarea de mantenernos al corriente de los más diversos agravios sufridos, a veces por seres humanos anónimos e "insignificantes".

Para muchos estudiosos de nuestra literatura temas como la kilométrica dictadura encabezada por Rafael Leonidas Trujillo y continuada por uno de sus discípulos, Joaquín Balaguer, son argumentos gastados por el uso y les sugieren a los escritores dejarlos de lado a la hora de contar.

Pero para mí, y estoy segura que para mucha otra gente, estos temas no sólo son de actualidad desde hace ya más un siglo, sino que lo seguirán siendo, entre otras tantas buenas y poderosas razones, porque jamás se debe dejar olvidar el pasado, para no caer en lamentables repeticiones. Mucho más si tomamos en cuenta la debilidad y el descuido de la memoria del pueblo dominicano, lo cual hace más necesario el compromiso del escritor de reconstruir una y otra vez la historia y descubrirla de todas las maneras posibles, para denunciar la impunidad que se quiere ocultar en el olvido y el silencio del tiempo.

Es por eso que insisto, para que no se olvide el mal del tiempo, todos y cada uno de los que nos sintamos comprometidos, debemos recordarlo, en cada oportunidad que se nos presente.

Justamente eso es lo que ha hecho René Rodríguez Soriano, con este diario fascinante que ha titulado El mal del tiempo. Una novela que nos toma de la mano y nos lleva a dar un recorrido por los pasillos de los temibles años 60/70. O la era de los 12 años, como se conoce este período gris de nuestra historia.

Escrito en un lenguaje sencillo y sereno, El mal del tiempo fluye como una corriente de agua mansa que nos lleva lentamente entre poesía y canciones; pero cuidado, porque como dice el dicho: hay que cuidarse del agua mansa, puesto que debajo de esa quietud hay una corriente de agua furibunda que nos arrastra al centro mismo de una historia escrita con sangre de jóvenes "preñados de esperanzas e ilusiones pendejas", dice el autor. Los mismos jóvenes que se tropiezan a diario con 3 y 4 muertos anónimos en las narices de un pueblo que, como el narrador fantasma de este diario, se siente imponente.

El mal del tiempo es una novela llana y a la vez profunda, con una narrativa que nos traslada de un hecho a otro. Una historia bien contada "con palabras que caen como una lluvia de cristales rotos...y se pierden entre los perros de prensa que andan sueltos por esas calles, llevándose entre sus garras a seres humanos comunes y corrientes por los que, no muchos, levantaron la voz...mientras se investiga las muertes de Orlando Martínez, Gregorio García Castro y Mamá Tingó.

El mal del tiempo es un testimonio de vida, que para que no se olvide, da fe de los desafíos y amores contrariados de una juventud y toda una nación que, contra viento y marea, la sobrevivió. Un trabajo bien logrado, que les invito a leer para que no se nos vaya a olvidar el mal tiempo. [Minelys Sánchez, escritora dominicana, Massachusetts]

Tiberio, esto es un holocausto (50 años después)


Por Tiberio Castellanos | © mediaIsla

Cada vez que he pasado frente al monumento donde están sus nombres inscritos y donde reposan los restos de muchos de los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, recuerdo aquellas palabras de Manolo Lorenzo Carrasco: "Tiberio, esto es un holocausto".

Era la mañana del 27 de febrero de 1959. Me encontraba en la puerta principal del Palacio del Ayuntamiento de La Habana, oficina donde yo trabajaba. Cumplía yo allí, una rutinaria guardia de vigilancia esa mañana. (Aunque sólo por unos meses, yo también fui miliciano). Manolo había salido, por unas horas, según me dijo, del campamento donde él y los demás patriotas se entrenaban. No hablamos mucho tiempo y ya no recuerdo nada más de lo que hablamos. "Esto es un holocausto", me dijo. Se refería a la expedición que se organizaba para derrocar la tiranía trujillista.

En aquellos momentos, al calor del triunfo de las guerrillas de Fidel sobre el ejército de Batista, muchos cubanos y algunos dominicanos envueltos por la euforia de aquellos días, creían que aquello de "la invasión" era un paseo. Manolo no lo creía así. Y creo que entre los expedicionarios de Junio del 59, algunos más pensaban como Manolo. En reuniones efectuadas en enero en la imprenta de Pipí Fernández en la calle Monte, le había oído expresiones semejantes a Rinaldo Sintjago y a José Horacio Rodríguez. Pero, ninguno de ellos había sido tan drásticamente concluyente, como lo fue Manolo aquella mañana del 27 de febrero de 1959. Aclaro que a Sintjago y a Rodríguez los había oído hablar en las reuniones donde se nucleaba el grueso de los futuros expedicionarios. Ahora, Manolo hablaba para mí solamente. Hablaba, exclusivamente, para su compañero de nueve años de exilio habanero. Su compañero de exilio que en este viaje a la Gloria no le acompañaría, puesto que yo estaba fuera del grupo que se entrenaba en la montaña. Y me lo dijo casi como un secreto.

Recuerdo todavía la tremenda impresión que causó en mi entonces compañero de partido Máximo López Molina, el relato de esta conversación mía con Manolo. Él, tanto como yo, conocía el temple viril de Manolo y comprendió que no se trataba de una expresión derrotista, si no de una cabal interpretación de la realidad.

Máximo y yo militábamos en el Movimiento Popular Dominicano. El MPD, semanas antes de la fecha que mencionamos, se había separado del grueso de los exiliados que formarían luego el glorioso Movimiento de Liberación Dominicana. Una polémica en la que yo participé, por cierto no muy enconada, surgida en una de las reuniones en la imprenta de Pipí Fernández, dio lugar a nuestra separación.

Hoy, 50 años después de esas fechas, se me hace un poco difícil calcular que haya pasado tanto tiempo desde entonces. (Lo que sigue lo dije en un artículo que escribí hace ahora 30 años. Todavía a mí me dice mucho. Quizás también a alguna otra persona).

Sucede que uno se va muriendo un poco en cada amigo que se va. Es que, en gran manera, somos el cúmulo de nuestras experiencias; de nuestras vivencias y de lo que somos capaces de recordar. Por eso me he estado muriendo un poco en cada uno de estos amigos que se fueron y a quien ya nunca podré volver a preguntar: ¿ Te acuerdas Fellín del mitin del PSP en La Vega en diciembre del 46? ¿Te acuerdas Cuco de las reuniones del Comité de Unidad en la oficina de Pedro Bonilla Aybar? ¿ Quien hace hoy conmigo en el recuerdo y caminando junto a Pablo Antonio, la distancia entre La Habana Vieja y La Sierra, para ir a una reunión en casa de Juancito Rodríguez?. Y a quién pregunto ahora por el hijo de Manolo y la novia de Felipe Maduro. [TCastellanos]

Ildefonso Falcones: En el mundo literario todos se creen dioses, mayores o menores


Después de vender cuatro millones de La catedral del mar, el abogado barcelonés narra la expulsión de los moriscos en La mano de Fátima. Desde su bufete, Falcones desvela la trastienda de su novela y sus ideas


Por CARLES GELI | © BABELIA
Fuente: mediaIsla, Boletín 1129

"Bufete". Nada más en la placa dorada, antesala de la sobria decoración del generoso despacho del Eixample barcelonés. En realidad, todo acorde con el estilo que destila el abogado Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) cuando muda en novelista, sin concesiones a los tropos literarios ni a la psicología: sujeto, verbo y predicado al servicio de una concatenación de acciones. La mesura se extiende, coherente, al personaje, impasible a pesar de los cuatro millones de ejemplares vendidos en 37 países de su primera novela, La catedral del mar (Grijalbo, Círculo de Lectores y Debolsillo). No hay ego literario aparente bajo los revueltos rizos del letrado escritor, única concesión a la desmesura. Y lo ratifica hablando de su segunda obra, La mano de Fátima (Grijalbo, 500.000 ejemplares de salida), de nuevo novela histórica, ahora ambientada en el episodio nacional que va desde el levantamiento de los moriscos en las Alpujarras hasta su expulsión de la Península 40 años después. Un episodio delicado que da pie a confrontar los intolerantes fanatismos católico y musulmán en un caldo de aventuras, pasiones y una sabia y bien distribuida documentación de la época. En cualquier caso, 960 páginas que se leen rápido. "Pero es muy larga, pienso en los lectores y entiendo que es una barrera; yo me veo como lector y casi mil páginas pesan". Autocrítica. Inaudito en el Parnaso.

—Una excursión escolar a la catedral de Barcelona inspiró su primer libro. ¿Qué le llevó a los moriscos y a la Córdoba de las mezquitas?

—La historia de las caballerizas reales y la obsesión en el siglo XVI por buscar la excelencia de los caballos cortesanos, intentando reunir las mil mejores yeguas. Es un episodio que conocía y me apetecía ahondar. Y por ahí se cruzó la Historia.

—¿Ni en el tema ni al escribir le condicionaron los cuatro millones de catedrales?

—Lo creas o no, te olvidas de eso; entre el despacho y los pleitos por ganar y las zapatillas de los niños por casa

[tiene cuatro varones, entre los 5 y los 13 años] no hay tiempo para pensar en eso. No, no soy de los de obsesionarse con algo; haces lo que sabes hacer y punto.

—¿Está más satisfecho en el estilo o en el planteamiento respecto a su novela anterior? ¿Siente que ha evolucionado?

—Si gustó la otra, espero no haber cambiado mucho en lo estilístico. En los personajes, quizá: en La catedral... iban más al albur de los acontecimientos; aquí dependen más de su voluntad.

—O sea, ¿ha planificado más la novela? ¿Cómo se las plantea?

—Me hago un guión con los puntos álgidos que ha de tener, momentos trascendentales que tendrán que ir rompiendo los capítulos y por ahí hay que parar.

—¿También se ha leído 40 libros esta vez para documentarse?

—No, ahora 200: desde un montón de crónicas de la época a estudios sobre el islam, cinco o seis, pasando por tesis doctorales, como una sobre el asilo eclesiástico.

—¿Tanto para hacer ficción?

—El lector sabe distinguir la trama ficticia de lo otro; por eso los datos siempre deben ser reales. Y más en una novela histórica; el autor no puede hacer lo que quiera: la trama siempre debe ajustarse a la realidad; tramas, hay infinitas, pero realidad, sólo una. Si no ¿qué ha de hacer el lector? ¿Ponerse a estudiar ese periodo histórico?

—Que el original de La catedral pasara por un taller de escritura y muchas manos generó polémica. ¿Ha repetido fórmula?

—La catedral la llevé al taller porque no encontraba quien quisiera hacerle un editing. Esta vez ya he trabajado directamente con mi editora y luego está mi mujer, mi primera lectora. Vamos a ver, los profesionales son ellos, hay todo un equipo trabajando para ti ¿no?, entonces, ¿por qué no hacerles caso? Quizá me influye mi profesión: yo no puedo ir a un juez con un pliego así de gordo; los casos y las exposiciones hay que trabajarlos y el juez a veces los tumba... El otro día leía Los novios, de Alessandro Manzoni, la obra maestra italiana, y había un pie de página que decía que Manzoni había cambiado no sé qué por consejo de un amigo porque eso no podía ser. Me alegró saber que un escritor así adoptara esa actitud.

—Informar, formar o entretener. Ponga en orden las funciones de la novela.

—Entretener. En mi caso, se trata de buscar la acción y la trama para contar aquello que quieres contar. Puede haber luego mensajes, pero han de estar ahí, en la propia historia.

—En su Historia, los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros quedan como traidores.

—Isabel la Católica se movió más por lo económico que por lo religioso; sobre Cisneros, alguien que obliga a convertir a los moros y a los ocho años vuelve a la carga...

—Y pensar que todo eso se da en un momento de auge de España

...

—¿Auge? Toda la riqueza de las Indias se malbarató; se dio un aumento de precios espectacular; los hidalgos no querían trabajar; la cultura del esfuerzo era inexistente; nunca se tuvo una economía estable y potente; para la agricultura, la expulsión de los moriscos fue una hecatombe: en Valencia se hizo una excepción para que de cada cien moriscos seis pudieran quedarse a enseñar a los cristianos a cultivar. Se cargaron el sistema por anteponer lo religioso y lo político.

—¿La famosa evangelización fracasó?

—Es que la integración no llegó nunca porque, entre otras cosas, los moriscos eran odiados... Es cierto que estaban en perpetuo alzamiento y se les veía como una fuerza interna peligrosa. En cualquier caso, se hicieron esfuerzos para integrarlos muy superiores a los que se podría esperar de una sociedad tan católica como era la española.

—El protagonista, Hernando, es amonestado en un momento de la novela por su comunidad por desviarse de su religión y acercarse, por su origen mestizo, a los cristianos y vivir de la picaresca.

—Es un episodio clave de la obra. Para tener unos valores hay que tener los referentes muy claros y le recriminan que él los haya perdido.

—¿Es lo que pasa ahora, también?

—Es evidente que hay unos parámetros, como los del esfuerzo y el trabajo, que se han perdido. Nunca he visto Operación Triunfo, pero sí un casting, y me impactó ver a un chico eliminado de 29 años llorando y diciendo que su vida ya no valía nada. ¿Arruinado la vida? De entrada, si quieres vivir de eso, estudia piano 10 años. ¿Estamos locos? La vida no es así; lo normal es no triunfar y si luchas mucho quizá un día logras algo.

—Tanto Hernando como Arnau, protagonista de La catedral..., son dos self-made man. ¿Son referencias personales?

—¿Por?

—Por lo de la muerte de su padre siendo usted joven, lo que le obligó a trabajar en un bingo mientras estudiaba, dejar una carrera, la de Económicas, y su vocación literaria...

—De manera consciente, no lo creo, si bien, el hacerse a uno mismo es una actitud que me atrae. El esfuerzo es un valor que debería ir al alza. Mira: no se puede pagar al estudiante para que estudie. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pues por exceso de permisividad en estos 30 años de democracia, con políticos con intereses no muy claros... Por ejemplo, ¿qué se pretende con Cataluña? Votamos un estatuto que al día siguiente ya se quería reformar... Pero nos alejamos de la novela.

—Hernando es religiosamente ecléctico. ¿Usted también?

—No tengo necesidad, pero tampoco nos separan tantas cosas a cristianos y musulmanes. El problema es el fanatismo y el desconocimiento mutuo. Llegar a un cierto sincretismo no me parecería mal. La mezquita de Córdoba es el único ejemplo en el mundo de esta convivencia. Hoy que se ha rehabilitado el mihrab, sientes ahí los dos espíritus diferentes.

—Entre las amenazas de Al Qaeda está la de reconquistar Al Andalus...

—Eso es la misma estupidez que si los cristianos reclamáramos Jerusalén porque fue nuestra cuando la primera Cruzada.

—¿Podrá continuar escribiendo y ejerciendo de abogado?

—Ahora, en vez de una hora ya le dedico tres, de ocho a once de la mañana. Y voy a montar a caballo al mediodía. Tampoco voy a cerrar el bufete tras 30 años de trabajo: pero si sigo escribiendo habrá que ver cómo lo hago.

—No se le ve por el circuito literario...
—No tengo tiempo ni ganas. Continuaré siendo un outsider: ese mundo me parece un coñazo y a mí me gusta hablar con la gente de muchas cosas y del Barça.

—¿Le molesta la imagen que ese ámbito tiene de usted?
—Lo que me molestó es que se dijera que me escribieron La catedral. Si fuera tan fácil, echo a los abogados y pongo aquí a 11 negros a escribir. No hay campaña de marketing que te haga vender cuatro millones de libros. A lo mejor es que tiene algo de calidad lo que yo escribo... Ironizo. El literario es un mundo donde todos se creen dioses, mayores o menores. No me interesa. [fontanamoncada]

miércoles, 10 de junio de 2009

Energías alternativas, estafas, pactos y US$68.04


William Jerez NYC 06/07/09 www.dominicanissues.com www.wjerez.blogspot.com

A) Algunos comentarios semanales para reflexionar

1) El crudo ya anda por los US$68.04.

El precio promedio del petróleo ya anda por los US$68.04. Precisamente la semana que acaba de transcurrir. Esto quiere decir que el 36.46% de nuestro presupuesto lo gastaremos en las compras de petróleo. Después de andar por encima de los US$70.00, el precio promedio semanal anduvo por los US$68.04. Sin embargo, en la República Dominicana los dirigentes políticos de los tres partidos tradicionales y corruptos andan haciendo sus campañas como si nada estuviera pasando en el país.

2) Las energías alternativas.

Es lamentables que los "expertos" dominicanos en energía de este Gobierno, que dicho sea de paso nunca han trabajado en ningún sitio, crean que las energías alternativas van a resolver el problema energético de la República Dominicana. Bueno, si ellos así lo creen, que se masturben mentalmente. El tiempo dirá si ellos tienen la razón.

Desarrolladas todas estas energías alternativas a nivel de países desarrollados y con altas tecnologías, estas energías, podrían suplir un máximo de 5% de las demandas actual de energía que compramos en petróleo en la República Dominicana y que anda por el margen de los 3.3 E 14 BTU/año. Claro, esto no incluye la energía que nos suplen las hidroeléctricas y tampoco el carbón mineral que compramos. Bueno, ¿y que van a hacer las actuales autoridades dominicanas con el 95% de la demanda energética comprada en petróleo?

Estoy casi convencido de que lo mejor que puede hacer el país es pedirle a gente honesta, seria y con capacidad de pensar que se hagan cargo del sistema energético nacional. De lo contrario, la quiebra del sector productivo de la República Dominicana es cuestión de tiempo.

Ya se vislumbra el "tirijala" energético entres los sectores integrantes de la corrupción generalizada del país, pública y privada. Y mientras esto ocurre, la población de 9.5 millones de dominicanos observan la conducta deletérea de estos integrantes. Y los cuales son una bola de corruptos.

En realidad no me opongo a las energías alternativas. Unas que otras son excelentes paliativos. Especialmente las celdas solares. Pero los dominicanos debemos ser realistas y no debemos dejarnos llevar por la ilusión. Mientras no se elimine la corrupción total de nuestro sistema energético, nada se podrá hacer. Hoy día, pingues beneficios están dejando todos los sectores involucrados en nuestro movimiento total de energéticos desde el exterior hasta el consumidor.

3) Algunas de las estafas a la población.

Los altos dirigentes del PLD llegaron al Gobierno y, en vez de servirles a la población como era su antiguo slogan, se han servido con la cuchara grande.

Se unieron a la corrupción privada para formar lo que se puede llamar la corrupción generalizada del país. Esta unión ha cometido las más viles estafas y aquí vamos a mencionar algunas solamente:

los desmantelamientos de la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (CORDE), el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), la Compañía Dominicana de Aviación (CDA) y casi todos los terrenos del Estado.

Aquí surgen unas preguntas, ¿y cuánto recibió Leonel Fernández por estas estafas a la población? ¿Se quedará el pueblo dominicano de brazos cruzados viendo cómo los dirigentes peledeistas, dirigido por Leonel, han estafado a la hambrienta población dominicana?

Los dominicanos no han recibido nada a cambio de las ventas, a precios de vacas muertas, de todas estas instituciones productivas. Sin embargo, la corrupción privada está actualmente haciendo su "ago$to" al momento que la población dominicana carece de comida y de otras necesidades perentorias.

Las actuales huelgas y movilizaciones que apenas comienzan a sentirse con fuerzas son indicaciones de que las estafas que han cometidos los dirigentes peledeistas y la corrupción privada no les será nada fácil.

Por otro lado las empresas españolas en el país, que desde la época colonial de más de 500 años ha jodido a los dominicanos, actualmente están "lavando oro". Mientras, en España el desempleo es actualmente catastrófico. No hay trabajos para los españoles y mucho menos para los extranjeros. Sin embargo, los alcahuetes dominicanos andan mintiéndoles a la población de las grandes inversiones españolas en la República Dominicana. Y aquí la pregunta, ¿y por qué los españoles no invierten en su país para paliar el crónico desempleo actualmente existente en su país? ¡Que distracción…, que mentira… y que engaño…!

Como dirigente de todas estas estafas a Leonel Fernández hay que otorgarle el título de campeón de los corruptos de la República Dominicana.

Afortunadamente la lucha ha comenzado con las huelgas y movilizaciones las cuales se están extendiendo como una vorágine en todo el territorio nacional. A estas huelgas las podemos llamar "las huelgas por la sobre vivencia".

Pero los dominicanos necesitamos hacer un dirigente que pueda honesta y seriamente encabezar estas huelgas y movilizaciones que apenas comienzan.

Ahora le toca a la población dominicana exigirle al Gobierno peledeista lo que le debe demandar. O dicha población debe de prepararse para sucumbir ante la corrupción de Leonel Fernández y su Gabinete.

Los Haitises, los terrenos del CEA, los terrenos de San Soucci, los terrenos alrededor del estadio Quisqueya, los terrenos del Este, etc. Es decir, dónde quiera que hay terrenos públicos les caen los "buitres de las corrupción generalizadas" y el mejor de los casos los cercenan y en el peor se los cogen. Lo bueno a todo esto es que los terrenos no los pueden sacar del país como hacen con el dinero robado.

¿Pero es que esos buitres no se quieren dar cuenta de que el país está colapsado? ¿De que solamente a ellos les esperan grandes sacrificios a favor de la población que no están acostumbrados y dispuestos a hacer? ¿Y es que no se dan cuenta de la gravedad de la actual situación?

4) Y siguen los pactos para repartirse el país.

Los altos dirigentes del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) no se quieren quedar sin bailar al son de la música de la corrupción reinante en el país.

Unos dirigentes se han ido para el PRD, otros se han ido para el PLD. Es decir, como las hetairas de la calle Barahona. El partido que más les ofrezca ahí estarán los altos dirigentes reformistas. Y no importa que a su nuevo partido no le aporten masas. Al fin y al cabo ellos están vendiendo sus contagiados nombres. Esos dirigentes se irán casi solo a su nuevo partido en busca de prebendas y ofertas que les permita aumentar sus fortunas.

Lo que hay que preguntarse es, ¿Y que país van a gobernar los dirigentes corruptos si no hay energía y muchos menos dinero para comprar la poca energía que dispone nuestro planeta?

5) Monseñor Agripino Núñez y el Cardenal Nicolás López Rodríguez.

Al cierre de esta edición semanal nos ha llegado la acusación de corrupción de los dos más altos jerarcas de la Iglesia Católica de la República Dominicana. Los dos altos jerarcas de la Iglesia Católica Dominicana deben de dar una explicación a la hambrienta comunidad dominicana por sus actos en los que se les acusa de corruptos. Léase para que se entere de la acusación de corrupción en contra de los dos altos jerarcas de la República Dominicana el Art. # 186, Opinión, de www.dominicanissues.com.

Varias personas hemos quedado atónitos con la denuncia de corrupción a los dos jerarcas más altos de la Iglesia Católica Dominicana. De ser esto verdad, ¿en quién creer en el país?

También deben de informar a la ciudadanía de los altos rangos que ocupan en las Fuerzas Armadas de la República Dominicana.

De ser cierta esta denuncia los dos altos jerarcas de la Iglesia Católica Dominicana quedan descalificados para representar a los católicos dominicanos.

Nota. Esperamos que ambos jerarcas le hablen al país lo más pronto posible. De lo contrario, el Art. #186, Opinión, www.dominicanissues.com, le llegará al Papa Benedicto en Roma, Italia, para su consideración.

B) La situación energética y económica de la República Dominicana.

La situación energética actual de la República Dominicana, por un año y con la información dada por el Gobierno, con el precio promedio del petróleo a US$68.04/barril de lunes (06/01/09) a viernes (06/05/09), y de 6:00 A.M. a 6:00 P.M., es la siguiente:


Datos fijos semanalmente:

b/d = barriles/día.

1) 140,000 b/d es el consumo petrolero actual de la República Dominicana.

2) Unos 40,000 b/d son adquiridos en Venezuela con pagos a largos plazos a más o menos un 17% más barato que el petróleo de Texas. El descuento de unos 17% no es considerado en este trabajo.

3) US$9,536 millones de dólares es presupuesto nacional del 2009.

4) 3.3 E 14 BTU/año es la energía que requerimos comprar en petróleo.

5) US$186.62/barril de petróleo es el punto de equilibrio (break even point) con los US$9,536 millones de dólares del presupuesto de la nación dominicana en este año 2009.

Datos variables semanalmente:

1) US$3477 millones /año gastaríamos en petróleo en un año.

2) 36.46%, en comparación con el presupuesto nacional, se gastarían en comprar petróleo en un año. A esto hay que añadir que la factura petrolera es manejada por los grandes compradores de energéticos como un regalo "legal-ilegal" de la globalización. Estos compradores forman parte de la corrupción generalizada del país, pública y privada.

3) *US$695 millones/año cantidad "evaporada" de la factura petrolera.

*La cantidad de US$695 millones/año es antes de los impuestos al consumidor de petróleo y derivados. Y esta cantidad no incluye el carbón que compra el país.

Dice encuesta lo posiciona como más votado después de José Montás


Según un sondeo de opinión realizado en San Cristóbal, entre miembros del PLD, si las elecciones internas fueran hoy, el licenciado Eusebio Villar Jiménez sería el regidor que encabezaría la boleta morada por ser el más botado, después del síndico José Bienvenido Montás.

En un comunicado difundido en el pueblo, el sondeo pregunta a los cuestionados ¿por qué?, estos responden: ambos son solidarios, inteligentes y conscientes de los temas de la agenda internacional y local, tal cual es el discurso del presidente del partido oficial, doctor Leonel Fernández Reyna, como son: la globalización, la integración, la cooperación y la delincuencia.

También sostienen que la política exterior tiene nuevos retos y la política interna debe ser un reflejo y tener sus propios desafíos, siendo la política externa un reflejo fiel de los cambios de la interna.

En relación a José Bienvenido Montás, por su parte, el licenciado Villar Jiménez dice que sus obras están ahí y que la Biblia dice que “por sus frutos lo conoceréis” y que “lo bueno no se cambia”.

Al preguntársele al licenciado Villar si tiene algún programa en caso de ser electo regidor ante la Sala Capitular, dijo: “Con relación a mi candidatura ganamos todos, pues quiero apoyar y crear programas de desarrollo que beneficien a mi pueblo y rechazar lo que les perjudiquen”
Continuó diciendo que posee proyectos para reivindicar a su pueblo de San Cristóbal entre los que incluye:

• Un 50% de su salario como regidor distribuido cada mes entre los más necesitados;
• Crear una oficina jurídica para defender a la mujer de la violencia intrafamiliar;
• Un programa de medicinas gratis asistirá a la comunidad con un cuerpo de médicos dirigido por el doctor Sergio Solís;
• Así como un programa publicitario para dar participación a los diferentes medios locales.


El abogado termina diciendo que será la voz del pueblo en la Sala Capitular del ayuntamiento local, al tiempo que finaliza el lanzamiento de su precandidatura con una alusión a los Salmos bíblicos: “El llanto puede durar toda la noche, pero la alegría vendrá por la mañana”

Sostiene que hoy nace la esperanza de un porvenir mejor, al tiempo de lanzar un grito de la revolución: “¡Adelante, adelante, hasta la victoria siempre!”.

Pero no termina su discurso sin antes lanzar el grito de guerra peledeista: “¡Viva el Partido de la Liberación Dominicana! ¡Viva la República Dominicana!

Cuerpo secreto: Un libro de Jochy Herrera


Es una construcción de carne y hueso / Un animal amurallado bajo el cielo. Jorge Eduardo Eielson

Por Marco Escalante | © mediaIsla

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Uno de los aspectos más notorios de la profesión médica actual es su distancia con respecto al mundo. Los avances científicos en materia curativa, la tecnología moderna que permite diagnósticos precisos, la división del trabajo en el ambiente clínico, constituyen elementos de un universo frío que ha terminado por suprimir el antiguo diálogo entre médico y enfermo. En lugar de esa visita doméstica que nostalgia Ceronetti, hoy tenemos celulares, hospitales, ambulancias. Y el olimpo de la ciencia médica, hoy consagra la efectividad más que los principios éticos.

Antaño, cuando la moral del sacrificio parecía dominar la profesión médica, Goya pudo plasmar esa proximidad, ese diálogo piadoso entre paciente y médico en su famoso cuadro Autorretrato del pintor con el doctor Arrieta. Hace menos de un siglo, William Carlos Williams mostraba en sus relatos verdaderos héroes que marchaban, a lomo de burro, a combatir la difteria en los caseríos pobres de la emergente nación americana. Fue Chejov quien creó a Dimov, el médico entrañable que sacrifica su vida probando la efectividad de una vacuna. Estos ejemplos muestran personajes cotidianos, alcanzables, cuya dignididad se enaltece por el simple hecho de que ven en sus pacientes seres humanos y no cifras estadísticas o meras historias clínicas.

Hoy las cosas han cambiado demasiado. Raras veces, creo yo, la elección de la medicina como oficio responde más a un ímpetu vocacional que al cálculo pragmático. El estatus, el prestigio y los privilegios económicos que la profesión otorga, son tentaciones enormes. Uno piensa de inmediato en la encrucijada de Hipócrates ante las monedas de Artajerjes. Sólo que el tirano persa, en nuestros tiempos, ha encarnado en las compañías de seguros.

No sorprende por esta razón que el médico haya marcado su distancia con respecto al mundo: el paciente ya no es tal, se ha convertido en cliente; y la profesión ha pasado a ser negocio. "Distancia" es la palabra clave para entender el problema.

Otro aspecto a destacar es que el universo cerrado del cual participan los médicos, es al mismo tiempo infinito y estrecho. Infinito porque el laberinto del cuerpo lo es, y el verdadero médico comprende la unidad indisoluble del cuerpo y el alma; y estrecho porque sus conocimientos, los frutos de su experiencia, circulan por lo general en las aulas universitarias, en los congresos científicos o en publicaciones de acceso muy limitado. El médico ha desarrollado un argot, un lenguaje críptico, que halla correspondencia simbólica en su caligrafía ilegible.

Son pocos los médicos que salen de la entraña académica para insertarse moralmente en el universo de los otros. Son aquellos que no ven la medicina exclusivamente como ciencia, sino como empresa ética y artística que reclama para sí los hallazgos de los mundos adyacentes. Un ejemplo extraordinario es Gregorio Marañón, que solía combinar con sabiduría los conocimientos médicos con la filosofía. Este es el tipo de doctor que le restituye al diálogo con el mundo su antiguo valor, es el Arrieta de Goya, el Egon de Margaritte Yourcenar.

El libro que ahora tengo entre las manos, Extrasístoles, es la obra de un médico. Pero no de un médico cualquiera, sino de un médico que entiende la medicina como un saber infinito, incluso como un arte. De nada valen aquí las restricciones tácitas que el tiempo le ha impuesto a su profesión. La medicina, como arte, tiene que codearse con la literatura, con la filosofía, con el saber universal del ser humano. Por eso rescato aquí una hermosa frase de Le Clezio que cita con admiración Ceronetti: "Tal vez un día nos percatemos de que nunca hubo arte, sino solamente Medicina".

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Es realmente sintomático que un médico nos hable de un "examen de rutina". En los mismos no se espera encontrar nada, son la corroboración de una vida sin alteraciones, libre de accidentes dolorosos y cuestionamientos, regular y simétrica, como un electrocardiograma perfecto. El extrasístole por eso representa una ruptura y un reto: es un latido que escapa al cauce de la normalidad, que se sale de la rutina y revela la precariedad de la existencia. En este sentido metafórico, el extrasístole tiene un valor metafísico y político: representa al mismo tiempo ese temor reflexivo que nos suscita la eventualidad de la muerte y el cuestionamento del orden establecido. No en vano Jochy Herrera, en la parte introductoria de Extrasístoles, ha enfatizado ese vínculo fatal entre rutina y libre mercado, binomio que se "ha robado el alma de las cosas".

El libro de Herrera es en sí mismo un extrasístole, un objeto raro y ejemplar, puesto que renuncia a la rutina del ensayo monográfico y se entrega al vagabundeo del espíritu, cosa poco común entre médicos. El doctor González Crussí, prologuista del libro, ha anotado certeramente lo siguiente: "El verdadero ensayista tiende al vagabundeo, al errar de un sitio a otro, es decir de un tema a otro, sin el rígido orden y disposición que caracterizan al estilo académico". Gracias a este errar interminable, a este viaje que sólo en apariencia carece de un sistema, el autor ha logrado poner un pie en los dominios de la literatura, mientras que el otro permanece firmemente establecido en las complejidades de su ciencia.

No se crea, sin embargo, que este libro es de lectura fácil. De ninguna manera. Su erudición es vasta y necesaria, y es reflejo de los años que el autor invirtió en las aulas universitarias, camino a convertirse en médico. Esas fuentes especializadas convergen armoniosamente con las fuentes literarias que el autor venera, y por ello en su libro desfilan los fantasmas de Galeno, Vesalio y Laennec, paralelamente a los fantasmas de Cortázar y Borges. A esta corte selecta se suman filósofos como Cicerón y Descartes, pintores como Leonardo y Klimt, y cantantes como Luis Eduardo Aute. Jochy Herrera entiende que la profesión médica lo condenaría a un mundo relativamente estrecho si no tuviese una conexión con el universo del pensamiento y las artes. En este sentido, su libro me recuerda ese pequeño tratado magistral sobre el silencio del cuerpo, donde el autor, Ceronetti, congrega a escritores como Flaubert y Stendhal y a médicos como Esquirol, Bichat, Charcot y Tissot. La ciencia resucita en la literatura, y Ceronetti descubre en Bichat a un romántico de la estirpe de Leopardi. ¿Por qué no?

Resaltemos además que los datos que Extrasístoles nos proporciona, lejos de responder a un afán por brindar información curiosa, sirven de sustento a conclusiones relevantes. En el ensayo "Origen del placer sexual femenino", al autor no le basta con señalar que la mutilación del clítoris era una práctica común en la Inglaterra decimonónica, sino que abunda en las implicancias políticas y morales del hecho. De esta manera, ese ensayo pasa a ser una espléndida diserción en torno al control del deseo.

Otra cosa que llama la atención en este pequeño libro, es la manera en que su autor desaparece en él. Su presencia es más bien sutil o sugerida, y en muchas ocasiones se revela en la selección del tema: el beso, el origen de las lágrimas, los misterios del deseo, los avatares del incansable corazón, el destino trágico de nuestros órganos, etc. Por momentos uno tiene la impresión de que en estas páginas habla un cuerpo condenado al silencio y al olvido, un cuerpo secreto que la salud nos permite contemplar con menosprecio: el cuerpo interior, el cuerpo obrero, el de las vísceras y la sangre, el del corazón extenuado. En suma, ese universo ajeno a los ajetreos del amor y a la vanidad de la belleza exterior o cosmética.

En su ambiciosa empresa, Herrera logra por momentos un tono donde se mezclan, de manera impensable, lo lírico y lo épico, porque en la sangre, en las vísceras, en los intestinos, y sobre todo en el corazón, descubre una grandiosa gesta: "…nos inquieta de que la verdadera forma del corazón no sea la proveniente de su anatomía sino la que adquiere al ser moldeado por asuntos allende su existencia de monótono músculo rojo: el desamor, el pesar o la melancolía, el odio, la pasión o el rencor. Es así que como conductores de nuestro sentir, formamos y deformamos los límites y perímetros del corazón trazando la huella final de su devenir; somos sus arquitectos, constructores del ánima que, repleta de pneuma psiquicon, puebla el corazón en ocasiones fatigado y en otras vibrante otorgándole en esta faena su verdadera forma".

Páginas más adelante, figura esta inspirada descripción de un corazón estoico, con la cual quiero cerrar este escrito: "Al enfrentar las viscisitudes a que este órgano se expone frente a los descuidos y los excesos y frente a la melancolía, instintivamente, a fin de no fallecer, el corazón se transforma con el propósito de protegerse; cual navío en tormenta, anclado en el centro del pecho resiste el abatimiento del diario vivir. En unas ocasiones el corazón escoge morir instintivamente y por propia elección biológica, en otras es el propio sujeto que opta por dejar que le mate".

Desencanto

Por José Saramago | © Boomeran(g)
Fuente: mediaIsla.net, Boletín 1128

Todos los días desaparecen especies animales y vegetales, idiomas, oficios. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Cada día hay una minoría que sabe más y una minoría que sabe menos. La ignorancia se expande de forma aterradora. Tenemos un gravísimo problema en la redistribución de la riqueza. La explotación ha llegado a extremos diabólicos. Las multinacionales dominan o mundo. No sé si son las sombras o las imágenes las que nos ocultan la realidad. Podemos discutir sobre el tema infinitamente, lo cierto es que hemos perdido capacidad crítica para analizar lo que pasa en el mundo. De ahí que parezca que estamos encerrados en la caverna de Platón. Abandonamos nuestra responsabilidad de pensar, de actuar. Nos convertimos en seres inertes sin la capacidad de indignación, de inconformismo y de protesta que nos caracterizó durante muchos años. Estamos llegando al fin de una civilización y no me gusta la que se anuncia. El neoliberalismo, en mi opinión, es un nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, de la que no se mantienen nada más que las apariencias. El centro comercial es el símbolo de ese nuevo mundo. Pero hay otro pequeño mundo que desaparece, el de las pequeñas industrias y de la artesanía. Está claro que todo tiene que morir, pero hay gente que, mientras vive, tiende a construir su propia felicidad, y esos son eliminados. Pierden la batalla por la supervivencia, no soportan vivir según las reglas del sistema. Se van como vencidos, pero con la dignidad intacta, simplemente diciendo que se retiran porque no quieren este mundo. [lilibrik]

Literatura a cuatro manos


Historias apasionantes sobre grandes narradores que hicieron obras maestras y no tanto, deponiendo el ego y la soledad. Una asociación creativa con colegas, editores, amigos y hasta musas. Desde Dumas, Flaubert y Conrad hasta Borges, Bioy y Cortázar


Por Pedro B. Rey | © La Nación
Fuente: mediaIsla.net, Boletín 1128

Un escritor solo frente al papel, la máquina de escribir o la pantalla resulta, para un observador casual, un ente curioso e impenetrable. Pero acaso más curiosos todavía sean los dúos literarios. El tráfico entre un autor y otro debería dejar rastros que expliquen el modo en que se fue conformando la obra, pero semejante tarea resulta inextricable y engañosa. Las colaboraciones literarias (que en ocasiones implican a más de dos personas y se vuelven plurales) suelen contradecir la más elemental de las sumas: en ellas, uno más uno suele dar tres, un texto que ninguno de los autores individuales podría haber dado a luz en soledad.

En Escribir en colaboración (Beatriz Viterbo), volumen elaborado, por afinidad y por programa, a cuatro manos, los franceses Michel Lafon y Benoît Peeters cartografían ese territorio sin desmalezar que la historia de la literatura observa por encima del hombro con prejuicio vergonzante, como si esos textos sólo reflejaran la displicencia del divertimento, la experimentación calculada o la lisa y llana impostura. Los diecisiete ejemplos que seleccionaron representan, al mismo tiempo, diferentes clases de colaboración: de la fusión simbiótica (los hermanos Goncourt) a los placeres de una escritura mutante (Borges y Bioy Casares), del editor que guía las tramas de su autor estrella (el brillante Pierre-Jules Hetzel con Jules Verne) a la admirativa abnegación (la de Engels frente a Marx), de las elucubraciones psico-filosóficas compartidas (Gilles Deleuze y Felix Guattari) al vértigo de la escritura automática (que trabajaron los surrealistas).

La colaboración, como recuerdan Lafon y Peeters, fue un recurso natural a lo largo de la historia. Detrás de Homero se escudan seguramente varios aedos y rapsodas; la suma de relatos de diversos orígenes que constituyen Las mil y una noches recibieron en Occidente el aporte de traductores tan distintos como Antoine Galland o Richard Burton; la literatura isabelina fue un frenético caldero de intercambios.

Con su fetichismo del genio, el romanticismo es el acusado de haber establecido una suerte de dictadura del autor único. La literatura es, sin embargo, afecta a las paradojas: el propio romanticismo en sus comienzos dio curso legal a diversas obras en colaboración. Impulsado por su necesidad de recabar obras populares y folklóricas que respaldaran sus teorías, el romanticismo alemán (el romanticismo originario) dio algunos ejemplos, como el de los hermanos Grimm, recopiladores, recreadores e inventores de historias.

En Inglaterra, la obra fundacional del movimiento, las Baladas líricas (1798; ampliada en 1801), fue escrita a cuatro manos por los poetas William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge. En su Biographia Literaria, el segundo explicó el sistema utilizado para este libro que, en su primera edición, salió de manera anónima: "Acordamos que mis esfuerzos estarían dirigidos a los caracteres o personas sobrenaturales o al menos románticos? mientras que Wordsworth iba a proponerse a sí mismo como objeto para darle el encanto de la novedad a las cosas cotidianas". No se trata de una división inocua del trabajo. Ese reparto y las discusiones sobre los textos llevaron a que Wordsworth escribiera "Tintern Abbey", y Coleridge, que años después se extraviaría en proyectos utópicos, la celebérrima "Balada del anciano marinero".

El acento posterior puesto en la sensibilidad, la emoción y la originalidad (a lo que contribuyó decisivamente la segunda camada de románticos, la vida aventurera de Lord Byron y la idea del poeta como legislador lanzada por Shelley), tal vez desalentara la escritura a cuatro manos que, sin embargo, durante el siglo XIX estuvo lejos de desaparecer. Un esteta como Gustave Flaubert, orfebre maniático de la "palabra justa", dio forma, junto con su amigo de juventud Maxime Du Camp, a Par les champs et par les grèves. El libro, que buscaba describir un viaje por Bretaña, contiene capítulos intercalados de cada uno de los compañeros. Como explican Lafon y Peeters, con su titubeo entre las personas del singular y del plural, la obra es una fuente reveladora de lo que la escritura de a dos pone en juego. Flaubert y Du Camp tienen ritmos diferentes: el primero, en particular, es incapaz de escribir improvisando, sobre la marcha, como era la idea original. "El viaje a Bretaña ?subrayan L&F? le permite experimentar los límites de la colaboración como una etapa a superar, a olvidar, para volverse poco a poco él mismo." Flaubert, en efecto, no reincidiría, pero tienta leer Bouvard y Pécuchet, su novela póstuma, como una reducción al absurdo de los proyectos conjuntos y, también, como la nostalgia del escritor solitario que, solo, enfrenta la tortura de la "salmuera": ese momento en que, desgastado, se arroja sobre el sofá invadido por la acedia.

En la misma Francia, aunque una generación antes, puede atestiguarse un modelo de escritura en colaboración radicalmente diferente. El prolífico Alejandro Dumas había ido construyendo una obra masiva que ostentaba su firma, pero que, en la mayoría de los casos, se favorecía de un batallón de colaboradores. Dedicado en sus comienzos al teatro, donde el trabajo en común era la norma, Dumas trasladó esa práctica al arte de la novela. El más talentoso de esos allegados fue un joven escritor, Auguste Maquet, que cumplió un papel decisivo en esa factoría industrial. Con él, Dumas elaboró diecisiete novelas, entre las que se cuentan Los tres mosqueteros, El vizconde de Bragelonne y El conde de Montecristo. Las metodologías de trabajo variaban de libro en libro. Por lo general, Maquet escribía la novela base y Dumas agregaba, pulía y desarrollaba los manuscritos con el notable olfato que le permitía identificar qué funcionaba y qué fallaba en una narración. El intercambio de cartas entre los dos ?anotan Lafon/Peeters, que acuden para ello a un trabajo precursor de Gustave Simon? revela "la amplitud de la parte que quedaba librada a la improvisación: el plan inicial, cuando lo hay, no es detallado al punto de que toda la acción quede determinada. También puede verse el talento de Dumas para iluminar la trama, para construir una acción coherente, en una palabra su extrema atención al lector, que es una de las características de su genio".

La relación entre Dumas y Maquet no terminó de la mejor manera (el "ayudante" más tarde le haría un juicio para que se oficializara su papel), pero aquellas épocas folletinescas y sus "negros literarios", como se los denominaba, dejan entrever la figura del escritor fantasma que desde hace tiempo prolifera en la industria editorial.

Otras escrituras conjuntas prescindieron de esa suerte de patronazgo. Un ejemplo son las obras que escribieron Charles Dickens y Wilkie Collins. El autor de David Copperfield era ya una institución de la cultura victoriana cuando decidió aunar fuerzas con Collins, que trabajaba en la revista popular que él mismo dirigía (Household Words). A pesar de esta preminencia, entre 1858 y 1862 ambos autores escribieron palmo a palmo una serie de relatos para los números especiales de Navidad. La legendaria generosidad de Dickens no bastó para que la asociación perdurara. Collins, que recién empezaba a publicar sus propias novelas, probablemente se sintiera un apéndice del escritor mayor y, después de cinco años de colaboración, abandonó la revista. En 1867, sin embargo, volvió a unirse a Dickens para escribir Callejón sin salida. Para entonces, Collins ya había logrado establecer su nombre con La dama de blanco (1860) a la que pronto seguiría La piedra lunar (1868). Eran más que obras maduras; significaron el hallazgo de un estilo inconfundible. Cultor de tramas complejas y precisas, Collins fue el primero que escribió historias de detectives en Inglaterra y quien estableció el férreo modelo del whodunit. Callejón sin salida representa la amable fusión de dos figuras establecidas y esa circunstancia se refleja en la textura y las peripecias del libro: con su orfanato y su protagonista en busca de su identidad, los ambientes y el punto de partida son innegablemente dickensianos, pero en los encuentros y desencuentros que dosifican el suspenso, el lector sospecha la mano de Collins. Éste, que desarrolló una fuerte dependencia del opio en sus intentos de combatir la gota reumática, terminó en todo caso por encontrar otro colaborador: "Ghostly Wilkie", un doble salido de las alucinaciones que le provocaba la sustancia.

No fue la única colaboración de peso que dejó la literatura británica. Otro ejemplo de estas prácticas conjuntas fue el del enfermizo e inquieto Robert Louis Stevenson (1950-1994), que encontró un colaborador cercano en William Henley (fue la inspiración para el Long John Silver de La isla del tesoro y, además, escribieron juntos tres piezas de teatro). Más tarde lo tuvo en su hijastro Lloyd Osborne, el hijo de Fanny Vandegrift, con el que coescribió tres novelas: The Wrong Box, The Ebb-Tide y The Wrecker. De ellas se conoce al menos una de las técnicas de composición: cada vez que debía describirse un paisaje, ese fragmento competía al que había estado en él.

Otra colaboración clave de las letras inglesas, que terminó amargamente, fue la que llevaron adelante Joseph Conrad y Ford Madox Ford. El segundo, que todavía utilizaba su nombre original, Ford Madox Hueffer, tenía poco más de veinte años, pero ya había publicado varios libros. Conrad, por su parte, había pasado los cuarenta y se encontraba atascado en la escritura de Lord Jim. Los presentaron en 1898 con el deliberado fin de que colaboraran. El novelista de origen polaco, que no era aún el autor consagrado que sería más tarde, se encontraba ahogado por problemas financieros y diversos plazos de entrega; Ford, que disponía de cierto capital personal, aceptó con entusiasmo la posibilidad de trabajar juntos. De esa colaboración saldrían tres novelas: Los herederos (1901), Romance (1903) y La naturaleza de un crimen (1909). Ninguna puede ser considerada una obra maestra, pero en esta alianza tal vez los resultados visibles no sean lo más importante. Es hoy sabido que Ford escribió al menos uno de los capítulos de Nostromo (la gran novela que Conrad sitúo en un país latinoamericano imaginario: Costaguana) y que acopió la información sobre grupos anarquistas para El agente secreto. No hay que ser muy imaginativo para suponer que en esas discusiones se fueron moldeando algunas de las técnicas narrativas que modificarían la literatura durante el siglo XX. Los narradores poco confiables de El gran soldado (Ford) o las ficciones que tienen como vocero a Marlow, como El corazón de las tinieblas (Conrad), pueden haber germinado en esos encuentros. El mayor de los dos, concluida la relación, solía referirse a su colega de manera despectiva y el grafómano Ford, que no le temía a la fabulación, contó en Conrad: un recuerdo personal su versión de los hechos en la que coinciden la admiración y la queja: "En nuestras miles de conversaciones a través de los años sólo hubo dos temas por los que peleamos: sobre el verdadero gusto del azafrán y sobre si es posible distinguir una oveja de otra".

Durante el siglo XX, los hallazgos técnicos y los experimentos estuvieron a la orden del día. Además de la inmensa cantidad de manifiestos en que más de un acólito estético aportaba su grano de arena, movimientos como el surrealismo impulsaron las escrituras colectivas. Los "cadáveres exquisitos" publicados en La Révolution Surréaliste, el órgano del grupo, son el ejemplo más conocido: cada participante agrega una palabra en un papel, desconociendo la que previamente había anotado el otro. De allí surgen frases tan ilógicas y supuestamente poéticas como "Las mujeres heridas atascan la guillotina de cabellos rubios". Azar y automatismo son los términos clave y André Breton, la figura carismática del movimiento, fue el inagotable promotor de estas experiencias. Junto con Paul Eluard escribió La inmaculada concepción, y con el mismo Eluard y René Char, Ralentir Travaux. Esos trabajos tuvieron un precedente. En 1920, antes de romper con el dadaísmo, Breton había elaborado con Philippe Soupault Los campos magnéticos. "Tentativa radical de llevar la escritura en colaboración hasta las profundidades del inconsciente", como lo definen Lafon-Peeters, el libro buscaba recrear el estado de duermevela en que se forman ciertas frases.

El aura de esta clase de proyectos colectivos llega hasta tiempos muchos más recientes. De manera similar, aunque inspirándose en las creaciones colectivas de la poesía japonesa, Octavio Paz, Jacques Roubaud, Edoardo Sanguinetti y Charles Tomlinson (un mexicano, un francés, un italiano y un británico) escribieron en 1972 Renga, poema colectivo que juega con el espacio de la página. No es inocente que la obra esté dedicada, justamente, a Breton.

Otro poeta pródigo en colaboraciones fue W. H. Auden, uno de los grandes autores ingleses del siglo XX. Tal vez impelido por sus convicciones políticas, cercanas en su comienzo a la izquierda de entreguerras, o por la fidelidad a las amistades universitarias, Auden, en los inicios de su carrera, firmó obras a dúo con Christopher Isherwood (tres obras de teatro y una crónica del viaje que hicieron a la China) y con Louis MacNeice. Con este último, viajó en 1936 a Islandia, periplo del que surgió Cartas de Islandia, libro que combina versos y prosas de cada uno. La curiosidad radica no sólo en la profunda ironía que tiñe todo el trabajo, sino que el volumen termina con un poema escrito por los dos: "Their Last Will and Testament". Auden extendería sus colaboraciones a otros territorios: las canciones que compuso para Benjamin Britten y los diversos libretos para ópera, entre los que se destaca el que escribió junto a su pareja, Chester Kallman, para Igor Stravinski (La carrera del libertino).

Aunque no tuvo continuación, es un ejemplo de colaboración feliz. No todas las fusiones resultaron así. El dúo que durante décadas conformaron los escritores policiales Pierre Boileau y Thomas Narcejac (autores de Las diabólicas y de la novela en que Hitchcock basó Vértigo) tuvo como colofón la autoatribución de toda la obra, tras la muerte de su socio, por parte de Narcejac. Y la relación entre Romain Gary y Paul Pavlowitch, la más escalofriante de las que cuentan Lafon y Peeters, terminó en tragedia: cansado de su papel de autor, Gary decidió publicar una novela bajo el seudónimo Émile Ajar y, para respaldar el engaño, le pidió a su primo que se hiciera pasar por el autor. Enamorado de su papel, Ajar-Pavlowitch ganó el Goncourt y fue contratado por una editorial como director literario. Aunque la verdad al fin se supo, las tensiones minaron el equilibrio de Gary que, en 1980, terminó suicidándose.

Otras, como el dúo que formaron los escritores satíricos Ilf y Timovich (que se movieron en las arenas movedizas de la primera década soviética) o el de los hermanos Boris y Arkady Strugatsky (que se ampararon en la ciencia ficción durante los años posteriores al deshielo), lograron sobrevivir sin mayores inconvenientes a las circunstancias más adversas. Thomas Mann supo agradecerle a Theodor W. Adorno con una secreta referencia a su apellido, incluida en su Doktor Faustus, las complejas secciones musicales que el filósofo aportó a la novela. Y Paul Bowles grabó, transcribió y tal vez perfeccionó desinteresadamente las historias que le contaba un joven marroquí analfabeto, Mohammed Mrabet (Amor por un puñado de pelos).

Tal vez el caso de colaboración literaria más feliz ?también el más productivo? haya sido el de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Como si quisieran refrendar el destino simbiótico de aquel montaje de Gisèle Freund que sobreponía el rostro de los dos y daba como resultado un tal "Biorges", los escritores argentinos consolidaron un vínculo de más de cuatro décadas de escritura en común. El Golem que construyeron entre ambos fue el imaginario Honorio Bustos Domecq. Bajo su firma, publicaron los desopilantes relatos protagoni ados por un émulo deductivo del Padre Brown, que resuelve los casos tras las rejas: Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) y Dos fantasías memorables (1946). Años después, ya reestablecida la firma de los dos, sumaron las Crónicas de Bustos Domecq (1967) y Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977). A esas invenciones irrepetibles, les sumaron Un modelo para la muerte (1964), firmada como B. Suárez Lynch, y, con sus apellidos, varios guiones cinematográficos (Los orilleros, El paraíso de los creyentes, y los que escribieron alentados por Hugo Santiago: Invasión y Les autres). También desplegaron una inagotable actividad editorial que incluyó la edición de antologías y traducciones.

Si algo crearon Borges y Bioy, al calor de gozosas jornadas de complicidad, fue la proeza de un estilo excesivo, furiosamente satírico, que parece desmarcarse de sus obras privadas. Lafon/Peeters describen las reglas que dominaban esta escritura en la que Bioy era la mano que guiaba la pluma: "Oralidad libre y triunfante, propuestas alternadas, exigencia mutua, permanente derecho de veto, favorecido por una amistad sin nubes, y un ?abandono simultáneo de todo ego?, prioridad dada al juego y al placer, risa irreprimible".

Borges, el libro póstumo extraído del diario de Bioy, es un magnífico reservorio para indagar los alcances insospechados de esta colaboración. Algunos de esos ejemplos son risueños. En una entrada de 1981, Bioy le menciona que en la versión al italiano de la Antología de la literatura fantástica (de la que también participó Silvina Ocampo) los traductores acudieron a las fuentes originales de los relatos, no a sus versiones: "Nos jorobaron ?sugiere Bioy-. No podemos protestar". Por si quedaba alguna duda de que se refieren a las veladas reescrituras de los cuentos Borges remata: "No debieron elegir un libro de autores que se distinguen por sus transcripciones y citas infieles. Por misquotations".

La literatura argentina de aquella época dio otras pruebas de trabajos en común: Los que aman, odian (de Bioy con Silvina), Los traidores (de Silvina con Juan Rodolfo Wilcock), "La hermana de Eloísa" (relato de Borges y Luisa Mercedes Levinson). En Italia, país al que se trasladó en los años cincuenta y cuya lengua terminaría adoptando, Wilcock también escribió a dúo con Francesco Fantasia los cuentos de Frau Teleprocu y el desquiciado Las bodas de Hitler y María Antonieta en el infierno. Julio Cortázar, por su parte, escribió hacia el final de su vida Los Autonautas de la cosmopista junto con la canadiense Carol Dunlop, su última mujer, con la que recorrió la autopista París-Marsella deteniéndose en cada uno de sus paradores. La literatura argentina todavía da algunos ejemplos de dúos literarios eventuales, como el de Jorge Di Paola y Roberto Jacoby (Moncada), que fueron construyendo a través del intercambio de correos electrónicos, o el de Sergio Bizzio y Daniel Guebel (El día feliz de Charlie Feiling).

Esta forma de colaboración en que se funden dos escrituras deja a un lado otras acciones conjuntas que tal vez no sea inútil recordar y que también ponen en entredicho la obra como simple producto individual. ¿Hasta qué punto, por caso, Il miglior fabbro, Ezra Pound, no fue, con sus tachaduras al manuscrito original, coautor de La tierra baldía de T.S. Eliot? ¿Y hasta dónde las novelas póstumas de Malcolm Lowry no deberían llevar junto al suyo el nombre de Margerie, su mujer? O, por recurrir a un caso controvertido, cercano en el tiempo: ¿deja de ser Carver un autor único por los reclamos del editor Gordon Lish y de Tess Gallagher, su viuda, de haber cumplido un papel clave en la elaboración de su estilo epifánico?

De enigmas así, que parecen ahondarse a cada respuesta, parece estar hecha toda la literatura. [giecoleon]

Secretario Juventud exhorta a la formación de un frente para enfrentar narcotráfico


El secretario de Estado de la Juventud (SEJ), licenciado Franklin Rodríguez formuló un llamado a las fuerzas vivas de la nación a los fines de conformar un frente amplio para enfrentar al narcotráfico y con el objetivo de evitar que los jóvenes sean atrapados por las garras de este flagelo que amenaza con la destrución de las familias, la sociedad y la patria.

“Este frente debe estar formado por el empresariado, por instituciones sociales, culturales, policiales, judiciales, militares y antidrogas, estudiantiles, así como por las iglesias católica, y evangélicas, en fin por toda institución que gravite en el país” subrayó Rodríguez

El licenciado Franklin Rodríguez hizo la sugerencia al referirse a denuncia que realizara el doctor Marino Vinicio Castillo, quien se refirió a que cerca de 300 mil jóvenes participan en el narcotráfico y que entre 15 y 18 mil consumidores en el país son mayormente jóvenes.

Asimismo, el funcionario gubernamental manifestó que la juventud dominicana debe luchar al máximo con miras a conservar y defender los valores morales de la sociedad, que el narcotráfico y el crimen organizado quieren mantener en jaque.

Precisó que el organismo que dirige se siente comprometido a colaborar al máximo con la formación sana de la juventud dominicana, y citó como ejemplo los programas que se vienen realizando a fin de que los jóvenes encuentre nichos adecuados para descargar sus potenciales inquietudes creativas.

Indicó asimismo que para tal fin la SEJ está desarrollando un programa de Call Centers que ha sido de gran aceptación en el mercado laboral, por la demanda de jóvenes que están interesados en lograr una formación lucrativa.

A los empresarios interesados en reclutar jóvenes los instó a usar la SEJ como canal, agregó que la entidad se compromete en 100 días prepararlos y puedan desempeñar el papel técnico para el cual se le requiera.

El licenciado Franklin Rodríguez reiteró que la problemática de estos jóvenes que según el jurista están vinculados al narcotráfico, debe resolverlo no sólo el Gobierno, sino que debe involucrar a toda la sociedad.

“Estamos y seguiremos trabajando duro para que nuestros jóvenes se enrumben por la senda correcta y se conviertan en entes productivos y orgullo de la sociedad que los vio nacer, y al respecto la SEJ está aportando su grano de arena para rescatar a la juventud de los vicios”, sostuvo el licenciado Rodríguez.

De sonámbulos y poetas


Por ENRIQUE FERRARI | © El Norte de Castilla
Fuente: mediaIsla.net, Boletín 1128

El problema con algunas discusiones es que tienen poco recorrido, y se llega en seguida a las posiciones encontradas o, peor, a una única posición, sin que sea posible al final ensanchar con más respuestas, o con los matices, las posibilidades que deberían haber quedado abiertas al principio. Porque son planteamientos que nacen tan estrechos, tan limitados con las opciones de partida, que no pueden llegar lejos, y se asfixian a sí mismos, y se impone la respuesta raquítica de las premisas que antes han ahogado las otras alternativas, sin tener que exponer ni siquiera un argumento sólido para responder a esos otros enfoques que no se han podido plantear. Y con el tiempo esa respuesta simplificada se convierte en un criterio solidificado que ya nadie se cuestiona, porque volver otra vez a estas disputas que ya han sido zanjadas puede parecer una provocación innecesaria. Aunque a veces esté bien darse una vuelta, y llevar una nueva perspectiva. Por si acaso. No como una revancha. Pero tampoco pusilánimes. Porque a los lugares comunes también les viene bien de vez en cuando un poco de luz. Como, por ejemplo, pienso ahora, en ese empeño de encumbrar en literatura, para cualquier tipo de texto, el estilo sencillo. Que es, sin duda, el más recomendable, pero que sólo es de verdad valioso por sí mismo cuando consigue atrapar lo que es difícil comprender, y trasmitir: lo que decía Goethe: «Yo me declaro del linaje de esos que de lo oscuro a lo claro aspiran». Si no, es simplemente una correlación: la respuesta obvia; y la más común, además, que sólo deja fuera un florilegio de unos pocos juegos recargados a los que tampoco hay por qué hacer demasiado caso.

Pero veo que incluso algunos críticos literarios no se han planteado todavía cuál es la función básica del estilo de un escritor, de su manera de escribir, que es penetrar en lo pensado y ordenarlo (y hasta ir creándolo), con la que deberían valorar la claridad más o menos trabajada de esa trascripción que le llega luego al lector. Les basta con que sea fácil de leer, independientemente de que lo contenido sea del todo plano o una reflexión más honda. Leí el otro día una de estas reseñas, aunque el libro no lo conozco, y recordé, o quise imaginarme, cómo tenían que sonar las bravuconadas de Menéndez Pelayo cuando decía, hace más de un siglo, que prefería la claridad latina a las tinieblas germánicas. Y las burlas por ello de Ortega y Gasset. Y a Juan de Mairena, en su clase, poniendo a Heráclito de Éfeso, a los que sus contemporáneos llamaban el Oscuro, como ejemplo cuando pide a sus alumnos claridad, para que no enturbien el pensamiento. Y a Heidegger, defendiéndolo también, llamándolo el Luminoso, porque dice lo que ilumina. Porque parece que al final hay que posicionarse ante la lengua como si fuera o un cristal o un espejo: como un cristal muy fino desde el que se mira la realidad, como si pudiera no deformarla, como si las palabras fueran las cosas mismas; con esa posición tan ingenua que cualquiera que escriba tiene que acabar aceptando a la fuerza, porque la alternativa (y aquí no hay otra) es el estilo como un espejo de un Narciso relamido que quiere la atención sólo para sí mismo. Esa es la trampa cuando se le obliga a alguien a tomar partido en una discusión que ya tiene las posiciones bien delimitadas: para evitar la sospecha de petulante a la mayoría no le queda otra que elegir el cristal, y olvidarse de las vetas del pensamiento y de la realidad, porque sabe que lo que van a destacar las críticas y casi todos los lectores que pueda llegar a tener es su capacidad para pulir lo escrito con más o menos ingenio: que con un buen lifting acabe con cualquier rugosidad desagradable o incómoda.

Pero hay alternativas. Leí a Roberto Bolaño que hay dos tipos de escritores: los que reescriben compulsivamente y los que apenas lo hacen. Él se reconocía de los primeros: de los que corrigen mil veces el texto. Y se lamentaba de ser tan torpe, y de no poder pavonearse, como otros, de no retocar lo que ya había escrito; o de haberlo hecho de un tirón. Lo que para alguno podría ser la confesión de un Narciso poco dotado. Pero detrás de esa primera distinción que no vale nada (sólo la miseria de las vanidades de las que él se burlaba) Bolaño, que supo lo que tenía que ser la literatura, quiso incluirse entre los primeros, y hacer del esfuerzo de dar con la palabra exacta, en un trabajo que es de precisión, no de rapidez, la tarea de los poetas: el de su amigo Lemebel, el mejor para él, aunque no escribiera poesía: «Nadie llega tan hondo que Lemebel. Y encima, por si fuera poco, Lemebel es valiente, es decir, sabe abrir los ojos en la oscuridad, en esos territorios en los que nadie se atreve a entrar». Fuera de esa distinción ya clásica de culteranos y no culteranos. Con otra propuesta desde el principio, sin tener que continuar ninguna de esas dos líneas que apenas tienen recorrido: con otros tipos de escritor que no tienen que caer ni del lado del cristal ni del lado del espejo: que por su relación con su propia lengua podrían ser el sonámbulo y el poeta. El sonámbulo es el que repite fórmulas y palabras, sin estar del todo consciente, sin llegar a apropiarse de ellas, porque las usa ya desgastadas: sin parar ni un segundo para que lo escrito sea verdaderamente suyo, con el significado de cada idea exprimido otra vez por él mismo. El poeta es el que recrea el lenguaje de nuevo para que pase a ser su voz: el que, con esa raíz griega, que significa hacer, o creación, ajusta cada palabra y cada párrafo y los engorda para ser (o para intentar ser) exacto, al menos consigo mismo. Escriba o no escriba poesía. Porque sabe que escribir no es encadenar palabras, y ser caprichosamente oscuro, o caprichosamente claro. Y que la precisión exige a veces sus recodos, aunque desde el otro lado del cristal no se puedan ver.[Enrique Ferrari, filósofo]

Más allá de la disidencia


Noam Chomsky habla con Nermeen Al-Mufti sobre Gaza, el capitalismo y las responsabilidades del intelectual


La historia revela que, en su conjunto, los intelectuales han sido siervos del poder, violando radicalmente esas responsabilidades.

Por Nermeen Al-Mufti | © Rebelion
Fuente: mediaIsla.net, Boletín 1128

Noam Chomsky: El ataque israelo-estadounidense contra Gaza fue un brutal y salvaje crimen de guerra. El término que he empleado, "israelo-estadounidense", es exacto. Israel contó con las armas estadounidenses, violó el derecho estadounidense tanto como el internacional, y EEUU le proporcionó un apoyo diplomático e ideológico vital. El apoyo diplomático incluyó el bloqueo de los esfuerzos de Naciones Unidas para poner fin a la agresión. El apoyo ideológico implicó una cantidad abrumadora de votos en el Congreso en apoyo de esa agresión, produciéndose un acuerdo casi universal ante la idea de que estaba justificada aunque pudiera ser desproporcionada.

De hecho, el ataque carecía absolutamente de justificación alguna. La forma de plantear la cuestión –por parte del Presidente Obama, con prácticamente todos los demás siguiendo sus huellas- fue que Israel tenía derecho a defenderse frente a los ataques de Hamas. Pero no se trataba en absoluto de eso.

La cuestión es si Israel tenía derecho a defenderse por la fuerza contra los cohetes. Hay un acuerdo universal de que sólo puede utilizarse la fuerza si se han agotado antes todos los medios pacíficos. Nadie cree que los nazis tenían derecho a utilizar la fuerza para defenderse contra el terrorismo de los partisanos.

En el caso que nos ocupa, no hubo intento alguno de utilizar medios pacíficos. Una opción limitada hubiera sido que Israel aceptara un alto el fuego, pero eso es algo que jamás ha hecho. Por coger sólo el caso más reciente, en junio de 2008 se declaró un alto el fuego. Israel no se adhirió a él: porque todo el tiempo estuvo manteniendo un durísimo bloqueo, que es en sí mismo un acto de guerra, impidiendo incluso que la agencia de Naciones Unidas encargada de la misión humanitaria, la UNRWA, pudiera siquiera volver a llenar sus almacenes: "Así pues, cuando el alto el fuego acabó, no teníamos ningún alimento para las 750.000 personas que dependían de nosotros", declaró el Director de la UNRWA, John Ging. Sin embargo, Hamas observó escrupulosamente el alto el fuego. El portavoz del gobierno israelí, Mark Regev, concedió que Hamas no había disparado un solo cohete hasta después de que Israel invadiera la Franja de Gaza el 4 de noviembre, bajo la tapadera de las elecciones estadounidenses, y matara a seis palestinos. Israel estuvo rechazando otras propuestas de alto el fuego por parte de Hamas prácticamente hasta el día del ataque.

A un nivel más amplio, Israel podría haber cesado con sus criminales actividades en la otra parte de Palestina, en Cisjordania. Hasta que lo haga, no puede poner objeción alguna a la resistencia. Dentro de Cisjordania, la resistencia es imposible. En realidad, las fuerzas militares palestinas que EEUU dirige pudieron suprimir hasta las expresiones de apoyo a los palestinos que estaban siendo masacrados en Gaza y, por ese logro, fueron muy alabados por los principales liberales demócratas cercanos a la administración Obama, como el Senador John Ferry, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado.

Prácticamente todo lo que Israel hace en los territorios oc upados es criminal y el gobierno israelí lo sabe. Inmediatamente después de la guerra de 1967, se informó a las más altas autoridades de Israel que debían aplicar las Convenciones de Ginebra a los territorios ocupados, por lo que cualquier transferencia de población es ilegal allí. El Ministro de Defensa Moshe Dayan concedió que los asentamientos violaban el derecho internacional pero añadió que "no hay nada nuevo en eso, por tanto continuaremos con ellos". El Consejo de Seguridad ha condenado repetidas veces esas acciones, incluidas las que se están perpetrando ahora en Jerusalén. En 2004, la Corte Penal Mundial reafirmó la aplicación de las Convenciones de Ginebra. El Departamento de Justicia de EEUU manifestó su acuerdo en una declaración separada. La criminalidad se extiende a la mayor parte de lo que Israel hace en los territorios ocupados, siempre con la firma del apoyo ideológico, económico, diplomático y militar estadounidense.

Resumiendo, Israel tuvo amplias oportunidades para emplear medios pacíficos, de forma que no había justificación alguna al ataque israelo-estadounidense.

Y en cuanto a lo que debería hacerse, está muy claro. Durante 35 años ha habido un amplio consenso internacional respecto a un acuerdo político: un acuerdo para establecer dos estados en las fronteras internacionalmente reconocidas, quizá con "mutuas modificaciones de índole menor", en palabras de la política oficial estadounidense previa a 1971, antes de que EEUU rompiera en esta cuestión con la opinión mundial. Desde esa época, EEUU ha venido bloqueando el consenso y aún sigue haciéndolo, incluido Barack Obama. Sólo hubo una excepción en esa postura negativa. Después de que se rompieran las negociaciones de Camp David en el año 2000, el Presidente Clinton reconoció que ningún palestino podría aceptar los términos israelo-estadounidenses, y propuso sus propios "parámetros": un tanto imprecisos pero más posibilistas. Entonces afirmó que ambas partes habían aceptado los parámetros y que ambas habían expresado reservas. Las dos partes se reunieron en Taba, Egipto, en enero de 2001, y estuvieron muy cerca de llegar a un acuerdo. En su conferencia de prensa final, dijeron que con un poco más de tiempo podrían haber resuelto todas las cuestiones. El entonces Primer Ministro israelí Ehub Barak suspendió prematuramente las negociaciones, que nunca volvieron a convocarse. Mucho han cambiado las cosas desde 2001 pero lo esencial sigue invariable: si algún presidente estadounidense estuviera dispuesto a aceptar un acuerdo diplomático, éste podría conseguirse. El consenso internacional no es en modo alguno perfecto, pero supondría una gran mejora ante la actual situación y podría conformar una etapa hacia algo mejor, tanto para judíos como para palestinos.

Nermeen Al-Mufti: En una reciente entrevista publicada en Znet , Vd. hizo un comentario extraordinario sobre la actual crisis financiera y el capitalismo, exponiendo que el "capitalismo no puede acabarse porque nunca comenzó". ¿Por qué el neo-liberalismo ha acabado, especialmente en EEUU y en algunos países de la UE, con la intervención estatal en la economía? ¿Y a qué riesgos se enfrentan actualmente países en desarrollo como Turquía?

Noam Chomsky : En primer lugar, hay que desmantelar esas ilusiones acerca de la intervención estatal en la economía. En EEUU, al igual que en otras economías avanzadas, la economía se apoyó muy firmemente en el dinámico sector estatal para la innovación, desarrollo, compras del sector público, rescates financieros y muchos otros métodos. Coja lo que ahora estamos utilizando tanto: los ordenadores e Internet. Durante décadas, han ido desarrollándose en gran medida en el sector estatal antes de convertirse en una fuente de beneficio privado en el mercado. Esa no es una excepción, es la norma.

La novedad en la actual crisis es la escala de la intervención estatal, especialmente a la hora de subvencionar las instituciones financieras, aunque tal intervención también ha sido habitual en el pasado. Un principio básico de lo que se llama capitalismo es que el pueblo paga los costes y asume los riesgos mientras se privatiza el beneficio.

Es verdad que se han venido abajo los cimientos intelectuales superficiales de la era neo-liberal, en especial, la hipótesis del mítico mercado eficiente, la creencia en que algunos mercados milagrosos resolverán los problemas que puedan surgir. Desde luego, los ricos nunca se han aplicado ese principio a ellos mismos. Se ungió a Ronald Reagan como el gran sacerdote del libre mercado. En el mundo real, y hasta ahora, fue el presidente más proteccionista de la historia de la post-guerra estadounidense, invitando al Pentágono a instruir a la administración estadounidense en técnicas avanzadas de producción al estilo japonés, mientras que por otras vías actuaba para asegurar la riqueza y poder del sector privado. Obama está haciendo lo mismo. Simon Johnson, ex economista jefe del FMI tiene mucha razón cuando critica a la administración Obama por seguir los dictados de Wall Street , actuando para asegurar que las instituciones que crearon la crisis permanezcan intactas. Entre los principales asesores de Obama se incluyen aquellos que comparten la responsabilidad más grave por la crisis, como la prensa de los negocios y otros han observado. Las voces más independientes, entre las que se encuentra el laureado Nóbel en economía, han sido excluidas.

Aunque la crisis estalló en EEUU se convirtió rápidamente en global. EEUU no va a salir indemne, pero puede que lo haga relativamente fortalecido con respecto a sus principales competidores, la Unión Europea y Japón. China y la India son otra cuestión.

Nermeen Al-Mufti: ¿Qué piensa de la elección de Obama? ¿Cambiará radicalmente las políticas estadounidenses?

Noam Chomsky: Las únicas expectativas que yo tenía, basadas en los antecedentes y en la campaña de Obama, eran que sería un demócrata centrista típico que abandonaría las políticas más extremas de Bush e intentaría remediar los serios daños que Bush causó a la posición estadounidense en el mundo, en parte mediante un cambio en la retórica, en parte por algunos pequeños gestos. Ese es un buen resumen de lo que ha ocurrido hasta ahora.

Nermeen Al-Mufti: Hace unas cuantas semanas, se unió a esos intelectuales que criticaron el informe de Human Rights Watch sobre Venezuela, diciendo que "ni siquiera reúne los más mínimos niveles de conocimientos, imparcialidad, exactitud o credibilidad". ¿Cómo ve el futuro de los derechos humanos?

Noam Chomsky: Los autores del informe eran importantes expertos latinoamericanos. Me sentí de acuerdo con sus ideas centrales y por eso lo firmé. Desde entonces se ha producido un fuerte debate online entre HRW y los autores. Creo que las críticas fundamentales son apropiadas. Las organizaciones de derechos humanos han jugado por lo general un papel muy beneficioso: pongamos, por ejemplo, el caso de Turquía, donde el representante de HRW , Jonathan Sugden, desarrolló un trabajo extremamente importante y honorable que pude apreciar sobre el terreno (después fue expulsado). Pero hay ocasiones en que se dejan influir mucho por las presiones que vienen de los patrocinadores y de las grandes potencias, especialmente de EEUU.

No veo qué cuestión puede uno plantear como concepto en relación a los derechos humanos: luchar por la realización de los derechos humanos debería estar entre nuestros objetivos más importantes.

Nermeen Al-Mufti: Vd. es un filósofo importante, bien conocido, por un lado, como padre de la lingüística moderna y, por otro, como personalidad pública y política célebre por sus puntos de vista sobre la política mundial. ¿Qué piensa acerca de las responsabilidades de los intelectuales? ¿Basta con ser disidente?

Noam Chomsky: El término intelectual se usa generalmente para referirse a una gente con privilegios y con acceso a recursos que le posibilitan hacer comentarios sobre asuntos humanos. No se correlaciona necesariamente con la perspicacia o el entendimiento. En general, el privilegio confiere responsabilidad; en particular, responsabilidad para buscar la verdad y para encontrar estándares éticos. La historia revela que, en su conjunto, los intelectuales han sido siervos del poder, violando radicalmente esas responsabilidades. Siempre hay mentes independientes que se enfrentan a los crímenes de los poderosos y tratan de ayudar a las víctimas. Normalmente acaban siempre castigados, de una manera u otra, dependiendo de la naturaleza de la sociedad. La pauta se remonta a los archivos históricos más tempranos y persiste con raras excepciones, como se puede fácilmente demostrar. La Turquía contemporánea es una de las excepciones más llamativas. En Turquía, importantes escritores, artistas, periodistas, académicos, editores y otros han adoptado una inusualmente fuerte y valiente postura contra los crímenes de estado y en apoyo de las víctimas y muchos de ellos han sufrido en gran medida por su honestidad. Y han llegado muy lejos con su disidencia: se han implicado en valientes y honorables desobediencias civiles. Para mí fue un gran privilegio poder tomar parte brevemente en algunas de sus actividades. Pero este caso es raro. No voy a revisar mis actividades personales en EEUU y en algún sitio más en los últimos 40 años, pero ellos han llegado muy lejos en su disidencia. Mucho más importante es el hecho de que eso mismo ocurre, y con mucha mayor frecuencia, con gentes que permanecen en el anonimato pero que se merecen todo el reconocimiento por los progresos conseguidos en aras de la paz y la justicia con el transcurrir de los años.

Nermeen Al-Mufti: Vd. ha defendido que la aceptación del statu quo es un producto de los medios. ¿Cómo concilia sus críticas a los medios con su presencia en ellos?

Noam Chomsky: El papel de los medios en la creación de consentimiento está muy bien documentado. A propósito, la frase no es mía. Está tomada de los ensayos sobre democracia de Walter Lippmann, el principal intelectual público estadounidense del siglo XX, un progresista de la época de Wilson-Roosevelt. Lippmann describía la "fabricación del consentimiento" como una innovación en el "arte de la democracia". Recomendaba esos métodos. Deberían utilizarse, escribió, para controlar a los "entrometidos e ignorantes de fuera" –la población en general- cuya "función" en una democracia es ser "espectadores", no "participantes" en la toma de decisiones y en su puesta en práctica. Ese es un tema habitual entre los intelectuales de elite de sistemas socio-políticos muy cambiantes.

Lo peor no es inevitable


La crisis se ha extendido como un pulpo a todos los ámbitos de la vida. Frente al temor de que el capitalismo sin reglas que ha provocado la Gran Recesión desemboque en una nueva burbuja, los ciudadanos han descubierto la prioridad de lo colectivo y la importancia de estar bien gobernados. Varios libros demuestran que el Estado vuelve a tener un lugar en el mundo.


Por JOAQUÍN ESTEFANÍA | © BABELIA
Fuente: mediaIsla.net, Boletín 1128

De la crisis que está viviendo el mundo decía John Le Carré en estas mismas páginas de Babelia: "Es tan drástica e irreversible como el muro de Berlín (...) en estos momentos estamos divididos entre los que están afectados por la recesión y aquellos que simplemente la observan. Pero el acto final de todo esto será más igualitario (...) Ahora nos dicen que tengamos miedo...".

Para abordar estos acontecimientos contemporáneos que muy genéricamente se definen como crisis hay que partir de varias premisas metodológicas previas. La primera, que en tiempos de incertidumbre ser optimista es una cuestión de moralidad pública, como ha explicado el economista José Juan Ruiz (Retos ante la crisis). La economía se mueve por expectativas y el optimismo es una de ellas. Ser optimista no significa dejar de reconocer las dificultades, sino intentar superarlas. Aquí se puede utilizar certeramente la cita de Antonio Machado: "No podemos esperar que el viento sople sobre nuestras velas, queremos y debemos orientar las velas hacia donde sopla el viento".

La segunda premisa son los problemas de diagnóstico que hemos padecido respecto a la crisis: la ausencia de relato. Casi dos años después de iniciada, apenas nos ponemos de acuerdo con sus orígenes remotos -más allá de generalidades como la codicia- y mucho menos sobre su profundidad y duración. Decía Descartes que lo que se concibe claramente se enuncia claramente. Viceversa, podemos escribir en esta ocasión: lo que se concibe con opacidad se enuncia con oscuridad. Algunos analistas cuentan con ironía, pero con verdad, que la crisis financiera ha tenido tres fases: en la primera, el vendedor sabía lo que vendía y el comprador sabía lo que compraba; en la segunda, el vendedor sabía lo que vendía pero el comprador no sabía lo que compraba; en la tercera, el vendedor no sabía lo que vendía y el comprador no sabía lo que compraba. Así ha ocurrido que los pocos que intuyeron lo que iba a ocurrir fueron una especie de Casandra. Casandra era una sacerdotisa del dios Apolo al que éste concedió el don de la profecía; Casandra, casquivana, engañó a Apolo, y éste completó sus dádivas: podría determinar lo que iba a suceder pero nadie la creería. Por ejemplo, adivinó la guerra de Troya pero no la evitó.

La tercera premisa está vinculada directamente a la anterior: mucho antes que las burbujas tecnológicas, inmobiliarias, bursátiles, financieras, había una burbuja del conocimiento que duró ya al menos un cuarto de siglo, basada en una visión economicista del mundo, según la cual éste se autorregulaba sin intervención de los poderes públicos, la agregación del interés de cada uno generaba el interés común y no había límites a la acción humana sobre la naturaleza. Es muy significativo comprobar cómo el estallido de la crisis económica ha coincidido con la llegada a la sociedad del debate sobre el cambio climático, afortunadamente superado el círculo de los expertos.

La crisis actual posee dos características principales: tiene el potencial de ser la más destructiva para el planeta desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado; y es multidisciplinar, hace tiempo amplió sus códigos genéticos económicos y se extendió como un pulpo por la sociología de la vida y las condiciones de supervivencia de los ciudadanos, sean éstas políticas o sociales. Tener el potencial de ser tan destructiva no significa equipararla a lo sucedido en la primera parte del siglo pasado; afortunadamente el mundo ha establecido algunos cortafuegos para que no se repita lo peor de aquel relato, entre los cuales el más importante es la existencia del Estado de bienestar para la parte más minoritaria y afortunada de la humanidad (alrededor de 500 millones de personas sobre más de 6.000 millones del conjunto). Resulta muy conveniente releer ahora los tratados de historia del periodo entre los años 1919 y 1939 para establecer las analogías y diferencias respecto a la actualidad (por ejemplo, el recién publicado El camino hacia la guerra, de Richard J. Overy, o el clásico La crisis de los 20 años, de E. H. Carr).

Hay científicos sociales que al analizar la crisis actual introducen algunos elementos propios de las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado y hablan directamente de la "economía del miedo". Las crisis multiplican el miedo. No se trata del miedo al terrorismo (que permanece agazapado), sino el miedo al otro, al diferente, al inmigrante que viene de fuera y compite por nuestros escasos puestos de trabajo y por las prestaciones de nuestro welfare. El miedo como un ingrediente activo de la vida política de las democracias occidentales, como acaeció en otros momentos de la anterior y atormentada centuria (Sobre el olvidado siglo XX, de Tony Judd): el miedo a la incontrolable velocidad del cambio, a perder el empleo, a quedar atrás en una distribución de recursos cada vez más desigual. A perder el control de las circunstancias y rutinas de nuestra vida diaria. Y quizá, o sobre todo, miedo no sólo a que ya no podamos definir nuestras vidas sino también a que quienes tienen la autoridad (nuestros representantes elegidos) hayan perdido el control a favor de fuerzas que están más allá de su alcance.

En este contexto cobran más importancia que nunca las instituciones. De nuevo la historia nos muestra que cada vez que se genera una crisis tan extrema, los ciudadanos redescubren de forma aguda la necesidad de instituciones eficaces, la prioridad de lo colectivo, la importancia de estar bien gobernados, la significación de los servicios públicos y su buen funcionamiento, la centralidad de un Estado de bienestar lo más potente y eficaz que sea posible. Sólo que ahora, a diferencia de otras coyunturas históricas, hay que hacerlo en el marco de referencia de nuestra época: la globalización.

Así se redefine la visión del progreso. Por un lado, las causas del progreso de un país se identifican con la dotación y el uso de los factores productivos de que dispone (capital humano, tecnológico, físico, su geografía...): lo que se ha denominado el hardware de la economía. Pero también existe el software de la economía: la calidad del marco normativo y de las instituciones. Las instituciones, cuando funcionan bien, reducen la incertidumbre, aminoran los costes de transacción y facilitan la cohesión social.

Ese temor a lo desconocido estimula el cambio de paradigma económico. El Estado vuelve a tener un lugar en el mundo; se siente la necesidad de nuevas y más potentes regulaciones contra los abusos del mercado y contra los caníbales que lo han convertido en un casino, lo que significa el retorno de la política. Cuando hay dificultades se redescubre para qué sirve un Estado firme y con poderes. En EE UU, los ciudadanos han girado en masa su mirada hacia el Gobierno federal para que les ayude a salir de la crisis política y económica, en cuanto éstas han sobrevenido. Así se explica en buena parte la elección de Barack Obama y la barrida electoral a los neocons de Bush.

Una democracia saludable, lejos de estar amenazada por el Estado regulador, depende de él. El problema no era mucho Estado, como nos dijeron los dioses que -ahora lo sabemos- eran falsos, sino la ausencia del mismo. Después de todo, ¿cuál es la alternativa para evitar que una crisis económica devenga en una crisis sistémica, o en una crisis violenta, como la que se desarrolló en las tres décadas que pasaron desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta el final de la Segunda?

Pronto se cumplirán dos años del estallido de esta crisis que ha sido más profunda y global que las anteriores. Es momento de poner las luces largas y concluir que quizá el historiador británico Eric Hobsbawm no tenía razón y el siglo XX no ha sido un siglo corto -"¿cómo hay que explicar el siglo XX corto, es decir, los años transcurridos desde el estallido de la Primera Guerra Mundial hasta el hundimiento de la URSS que, como podemos apreciar retrospectivamente, constituyen un periodo histórico coherente que acaba de concluir?" (Historia del siglo XX)-, sino un siglo largo que se inició con el estallido de la primera conflagración mundial y está concluyendo ahora, con esta crisis en la que se aprecia la ausencia de temor, la chulería, el bandidaje de aquellos que se aprovecharon de un capitalismo sin reglas, falsamente autorregulado, corrupto y corruptor, y extremadamente desigual, que nos ha conducido a esta Gran Recesión. Lo peor es que no se aprecia la suficiente ambición reformadora para volverlo a evitar y es lícita la sospecha de que en cuanto el planeta salga de las dificultades más abstrusas, los mismos sujetos se aprestarán a generar, para su beneficio, la siguiente burbuja. [fontanamoncada]