sábado, 13 de junio de 2009

Para que no se olvide el mal del tiempo…


Por Minelys Sánchez | © mediaIsla

Dicen que quien narra una historia, cuenta un mundo. Y nada me parece más cierto que esta afirmación. Pues nada mejor que una buena narración para conducirnos por enmarañados callejones del universo, de la fantasía.

Ha de ser seguramente por eso que, cuando abrimos las puertas de un libro, nos adentramos automáticamente al fantástico y muy real mundo de un determinado autor.

Y digo real porque creo que nadie se atreve a dudar de la veracidad de ese mundo vibrante que se posa en los hombros de una novela. De hecho, y como para reforzar la veracidad de los sucesos narrados en una historia, muchos escritores, y de manera muy sabia a veces, utilizan aspectos de sus propias vidas para nutrir de efectividad y relevancia sus escritos.

Supongo que ha de ser por aquello de que quien escribe existe, que muchos autores se sirven de sus vivencias para apoyarse a la hora de hilvanar el universo de su creación. Un ejemplo muy concreto lo encontré en El mal del tiempo de Rene Rodríguez Soriano.

Todas las sociedades y en todos los tiempos, han sido sacudidas por diferentes acontecimientos que, a groso modo, han marcado el devenir de su historia. Hechos vividos y sobrevividos por mucha gente y de diferentes maneras. Sucesos que a menudo, la historia propiamente dicha, no los recoge ni los asienta en ningún lado. A lo mejor porque estos casos individuales carecen de la relevancia necesaria para ser registrados.

En cambio, la literatura, y muy especialmente la novela, se encarga de llevarnos a recorrer la vida y los milagros de seres humanos que han sido testigos, muchas veces a fuerza de llanto, dolor y coraje, de esos episodios olvidados por la historia.

La República Dominicana no escapa a estos acontecimientos que han dejado un sello en nuestra sociedad, como una cicatriz que nos recuerda a cada instante la lucha de nuestras mujeres y hombres contra dictadores y dictaduras que tiñeron con sangre y sufrimiento la historia de nuestro pueblo.

Y si bien es cierto que la nuestra es una sociedad ultrajada por las tiranías y que la novela se encarga de ponernos al tanto de esos hechos aislados que parecen no importarles a mucha gente, no menos cierto es que nuestros escritores, responsablemente se han dado a la tarea de mantenernos al corriente de los más diversos agravios sufridos, a veces por seres humanos anónimos e "insignificantes".

Para muchos estudiosos de nuestra literatura temas como la kilométrica dictadura encabezada por Rafael Leonidas Trujillo y continuada por uno de sus discípulos, Joaquín Balaguer, son argumentos gastados por el uso y les sugieren a los escritores dejarlos de lado a la hora de contar.

Pero para mí, y estoy segura que para mucha otra gente, estos temas no sólo son de actualidad desde hace ya más un siglo, sino que lo seguirán siendo, entre otras tantas buenas y poderosas razones, porque jamás se debe dejar olvidar el pasado, para no caer en lamentables repeticiones. Mucho más si tomamos en cuenta la debilidad y el descuido de la memoria del pueblo dominicano, lo cual hace más necesario el compromiso del escritor de reconstruir una y otra vez la historia y descubrirla de todas las maneras posibles, para denunciar la impunidad que se quiere ocultar en el olvido y el silencio del tiempo.

Es por eso que insisto, para que no se olvide el mal del tiempo, todos y cada uno de los que nos sintamos comprometidos, debemos recordarlo, en cada oportunidad que se nos presente.

Justamente eso es lo que ha hecho René Rodríguez Soriano, con este diario fascinante que ha titulado El mal del tiempo. Una novela que nos toma de la mano y nos lleva a dar un recorrido por los pasillos de los temibles años 60/70. O la era de los 12 años, como se conoce este período gris de nuestra historia.

Escrito en un lenguaje sencillo y sereno, El mal del tiempo fluye como una corriente de agua mansa que nos lleva lentamente entre poesía y canciones; pero cuidado, porque como dice el dicho: hay que cuidarse del agua mansa, puesto que debajo de esa quietud hay una corriente de agua furibunda que nos arrastra al centro mismo de una historia escrita con sangre de jóvenes "preñados de esperanzas e ilusiones pendejas", dice el autor. Los mismos jóvenes que se tropiezan a diario con 3 y 4 muertos anónimos en las narices de un pueblo que, como el narrador fantasma de este diario, se siente imponente.

El mal del tiempo es una novela llana y a la vez profunda, con una narrativa que nos traslada de un hecho a otro. Una historia bien contada "con palabras que caen como una lluvia de cristales rotos...y se pierden entre los perros de prensa que andan sueltos por esas calles, llevándose entre sus garras a seres humanos comunes y corrientes por los que, no muchos, levantaron la voz...mientras se investiga las muertes de Orlando Martínez, Gregorio García Castro y Mamá Tingó.

El mal del tiempo es un testimonio de vida, que para que no se olvide, da fe de los desafíos y amores contrariados de una juventud y toda una nación que, contra viento y marea, la sobrevivió. Un trabajo bien logrado, que les invito a leer para que no se nos vaya a olvidar el mal tiempo. [Minelys Sánchez, escritora dominicana, Massachusetts]

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