martes, 27 de enero de 2009

Adrián Javier


¡Tocar a Dios!:

El Manantial Heurístico Intocado

en el Señor de Adrián Javier

en su Poema Onto-Erótico “Tocar Un Cuerpo”.



Por: Orlando Alcántara Fernández (Orly).

E-Mail: jc@resujesus.com

Sitio Web: http://www.orly1.com

Blog: http://www.resujesus.com

Adrián Javier: http://adrian.resujesus.com


¡Tocar a Dios! ¡Esa es nuestra misión! Adrián Javier toca el cuerpo de la amada al tocar el paisaje: cuerpo de la Naturaleza, cuerpo extasiado en la mirada. El velero surge como símbolo viril en la voz almática plasmada a puño y letra desde el manantial heuristico tocado por la pasión impertérrita de Adrián Javier, rodeado por sábanas en su imaginario poético que busca en la invención verbal un espacio de expresión para dar fe y testimonio de un amor voraz, armónico y sosegado. Nunca nos confiesa el nombre de la amada, pero aún así la imaginamos feliz en cada resquicio de los versos que emanan con fluidez del estro pormenorizante de Adrián Javier en su poema onto-erótico “Tocar Un Cuerpo”.

“Mi Señor” es el sintagma insustituible, epicentro invocatorio que dota a todo el poema con un nuevo sentido acendrado en lo inesperado. Ser y placer se conjugan entremezclados en cada fibra poemática que a fuego lento se desmadeja ante el espacio sideral, fulgor cósmico, hábitat de ángeles, signo vital de este poema onto-erótico que brota con sumo grado de naturalidad desde los resortes aédicos de un Adrián Javier desbordándose creativamente al tocar el manantial heurístico enraizado en su voz melódica en la voracidad de sus cadencias. Y así nos preguntamos sobre la identidad del “Señor” de Adrián Javier e intuimos al Dios bíblico verdadero a partir de la evidencia interna de todo el poema. Y en el Señor de Adrián Javier invocado al desgaire avizoramos a su vez el manantial heurístico intocado que en cualquier instante puede extasiarse en su estro como río turbulento buscando audazmente la salida más allá de las compuertas de la represa que hasta el momento contiene sus indómitas energías. Dios es sinérgico y nos hace partícipe de sus más memorables hazañas. Moisés ante el Mar Rojo. Pablo en el camino de Damasco. David impetuoso ante el gigante. Jonás expulsado por la ballena para que en Nínive la palabra divina sea fuente de vida.

Ahora nos toca la tarea de escudriñar los adentros del poema. Consta de 30 momentos. En el momento 1 queda plasmada toda la intención del poema en las claves sobre la circularidad (“círculo de la pasión”, “esfera del deseo”), la tensión entre Eros (pulsión de vida) y Thánatos (pulsión de muerte) (“mar”=infinito, muerte, lo desconocido; dormir=muerte; “cadáver”), el sentido espiritual en palabras como “viento” y “fuego”, el sutil erotismo evocador (“estallido”=orgasmo, “colinas”=senos, “vértigo” asociado al “vestido mejor”, “suave luna” con su posible decodificación como “senos”, “cúpula gótica” como órgano viril) y la preocupación por los espacios físicos como la morada, la casa, los puentes, los caminos y las avenidas en su función de cuerpos-habitáculos. Es preciso destacar la genialidad lexical asociativa de Adrián Javier en el uso de la palabra “cúpula” que remite oblicuamente en la lectura a la palabra “cópula”, dotando con un erotismo soterrado a su discurso poético excelentemente matizado. Todos estos elementos le conceden isotopía, cohesión y coherencia al conjunto de los 30 momentos en la articulación simbólica del poema. La violencia verbal de palabras como “vértigo”, “rabia”, “hecatombe”, “intemperie”, “cadáver”, “trampa”, “muerte”. La boca, o sea, el amor erótico, funciona como un pretexto para olvidarnos de la “inmutable fragilidad” (frase original de la artista plástica Iliana Ubiñas García). Nuestra mortalidad nos acusa con su presencia ubicua y el poeta sabe muy bien que el amor erótico produce una experiencia de muerte en el orgasmo y al mismo tiempo es fuerza vital que nos hace intuir la ausencia de tiempo futura en la Eternidad que está enclavada en el corazón humano según Eclesiastés 3:11 o como diría Amado Nervo: “El alma es un vaso que sólo se llena con eternidad”. Veamos el momento 1:



(1)



“lo primero es deslindar

los caminos de la casa



padecer el vértigo que produce

tu vestido mejor



dormirse pleno



sobre las largas avenidas

que conducen a tu desnudez



mirar la rabia de esas colinas

donde el placer halla morada



confesarse sorprendido

bajo esas líneas curvas



donde el mito del amor

inhala su cadáver



disfrutar la suave luna

pareja a la hecatombe



donde serpentea desde el hombre

la intemperie



la cúpula gótica



y el naciente ardor

del pozo de vidrio



círculo de la pasión

que pone a punto el estallido



esfera del deseo

y trampa de la espera



donde se conmueve el viento

y el ala que lo intuye



donde se estremece el fuego



aprendiz del tiempo

que tu boca doma



y los puentes que van desnudos

hacia el olvido



y el principio hermoso de la muerte

donde se demora el mar”



En el momento 2 el ritual del amor se inicia en éxtasis con la danza, los fulgores de la luz y el sonido vueltos relámpagos y truenos, y las palabras traducidas en rumores amánticos. La fiesta es banquete donde el amor intuye y se libera de las ataduras para celebrar la candencia vital que une los cuerpos.



(2)



“lo primero es danzar

absortos en el aire



y revivir el oro de los truenos



durmiendo sin saberlo

en el azul de las canciones



encubriendo a la palabra



que ciega que anhela

que cifra que murmura



en el cielo húmedo

y clandestino de la boca



donde la lengua es de oro



y hace reposar mañanas

como muchachas o sábanas



como corolas y relámpagos



en el dulce atavío

de incandescencias y rumores”




En el momento 3 la dimensión celestial protagoniza las sensaciones percibidas en la plenitud de ese abrazo y esa caricia que conmueven el alma cuando se experimenta la tensión entre el Eros y el Thánatos, entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte en la ruta pletórica del orgasmo. De este modo, Javier nos hace conscientes del poder ilusorio de los sentidos y de la presencia angelical que transporta todo el poema hacia una dimensión divina en la experiencia atávica del acto sublime de hacer el amor con la pareja amada.



(3)



“ilusión del espíritu que trasmuta

su casa de carne



por la secreta herida

de la ciudad sideral



acentos diminutos

que figuran a la noche



como abrevadero celeste



sobre el perfil rebelde

de un escorpión girando”



(…)



“destello del ángel

dormido y absoluto



sólo redimido

por la escritura de la pérdida”




(…)




“ayes de almas desnudas

que braman en gozos y terremotos



flor de espejos

tornado que la boca ronda”



En el momento 4 se concretiza el espacio poético en el cuerpo de la amada en sus disímiles vertientes entramáticas, en sus perfiles contradictorios entre vida y muerte, entre luz y sombra. El verbo “alondrar” surge de modo ingenioso y perspicaz como verbo significativo de valor metafórico inusitado. ¡He aquí el genio poético de Adrián Javier expresado con precisión urticante en un verbo hecho ave! El cuerpo toma principalía como espacio recóndito y abrevadero en el que el aeda bebe aguas deliciosas en la fuente que no cesa de mostrar sus múltiples corrientes enclavadas en un placer que vislumbra el dolor y el goce en ese paisaje de carne y hueso en que el poeta se refugia y se hace libre a partir de la entrega. Todo fluye transmutándose. Los sentidos atrapan imágenes surreales en la riqueza lexical de un rapsoda en pleno asombro ante la dócil presencia de la amada y la implacable certeza de que muchas veces la belleza es siniestra. Esta intuición guía en cierto modo todo el poema. En esa belleza se oculta muchas veces una misteriosa sensación ilusoria que es preciso desquebrajar para insertarse en la rotunda realidad de una certidumbre más plena. Aquí se niega la belleza y se reivindica lo verdadero en la ruptura máyica que sólo se produce búdicamente con el despertar del satori en pos del nirvana paradisíaco que nos conduce al supremo mahanirvana que sólo experimentaremos cuando se inicie el Cielo prometido en las páginas sagradas de las Saantas Escrituras: la Biblia. El aspecto ontológico de esta pieza poética se entiende a partir de la preocupación por la seidad del cuerpo en su contacto experiencial como sujeto-objeto erótico, fuente de placer.




(4)



“tu cuerpo en la brisa

alfombra o lila



blandiendo desnudo

el grave decorado de su imagen



tu cuerpo salido de la página

andando hacia la noche



volando hacia el azul dolido de su corazón



perdido en la esfera de las palabras

sin estrellas”



(…)



“tu cuerpo en multitud

al socaire del verbo y las canciones



conjura del solsticio

en la sobriedad del límite y la abulia



tu cuerpo dibujado al infinito

tu cuerpo echado a volar en el paisaje”



(…)



“tu cuerpo en juventud y ausencia



disfrazado de ángel

como el vellocino de la angustia



hecho de cera y arena

esculpido en el higo y en el trigo



vestido de fuga



cual herida transmutando asombros

cual fascinación instalada



en la rotura del vacío



en la memoria de la música

en el espacio del misterio



en el misterio de los ojos

en los ojos de la noche



en la noche grávida del tiempo

en el tiempo ajeno del rocío



en el rocío propio

rodando a plenitud



del pétalo que viaja que pena

que alondra que madruga



porque es fuego y es cansancio

como tu cuerpo



porque es fiesta y es temblor

como tu cuerpo



porque es huella y es caricia

como tu cuerpo”




(…)




“todo huele a canto y espanto

cuando tu cuerpo viaja



cuando tu cuerpo ama

reposa el mundo



y todo huele a blando sacrificio



porque tu cuerpo flotando

se vuelve llamarada



alfabeto celeste

mentidero de estrellas”



En el momento 5 se asoma la espiritualidad de este poema onto-erótico en ese aire que funciona como aliento o pneuma o ruahj o espíritu en la “piel menor” que insufla ese “cuerpo del caos” y ese “cuerpo del texto” que habita la noche con sus deseos a flor de piel, pues en la noche los sentidos eróticos despiertan y la pasión protagoniza el acto amántico en la pareja que se ha entregado al acto sublime de hacer el amor. Pero aquí, en este momento, el énfasis se centra en el misterio de la noche; de la noche que es muerte. Del caos que habita la noche con su “alma inasible”. Lo sonoro hace su presencia en “el impoluto zumbido” en que se advierte la pureza de los cuerpos amándose a plenitud bajo la mirada divina. Esto lo veremos con más detalle en el momento 24, epicentro de todo este poema onto-erótico, que en última instancia es un poema “espiritual”, no un simple poema erótico como se podría creer de modo superficial.



(5)



“el cuerpo del caos

en la morada de la noche



en el alma inasible de la noche

el cuerpo del texto



piel menor del aire

impoluto zumbido”


En el momento 6 acudimos a la presencia de la circularidad lograda de modo metapoético en forma de espejo mediante los sintagmas metafóricos “rocío del enigma” y “piel del enigma”. A nuestra mente asoman otras alternativas: “piel del rocío”, “rocío de la piel”, “enigma del rocío”, “enigma de la piel”. El sentido escogido por Javier enfatiza de modo anafórico el misterio del enigma que permea todo este poema onto-erótico.



(6)


“rocío del enigma

la piel”



(…)



“el rocío

piel del enigma”


En el momento 8 surgen los novedosos verbos “alondrar” y “bromurar” en otra escenificación de la circularidad que signa el poema como metáfora de eternidad, como mimesis de la ausencia de tiempo en que está sumergido esta pieza poemática. Los ángeles hacen su presencia cotidiana en las fibras de los versos amánticos en que las sábanas se intuyen blancas, pues el sentido espiritual de esta obra poética nos hace sentir que estamos ante el hallazgo de un amor erótico-espiritual en el que los cuerpos se entregan a plenitud en el acto amántico como si acaso fueran ellos mismos ángeles y no seres humanos.



(8)



“ángeles rodando

en el infinito de los cuerpos



y las sábanas



ángeles viajando

sin retorno



en el rodeo infinito de las sábanas

y el cuerpo



y que alondran rayos

y que braman truenos



y que bromuran”



En el momento 11 se percibe un instante orgásmico en ese relámpago ciego que atraviesa la noche de los amantes sumergidos en el ludismo pletórico de la entrega amorosa y apacible entre sábanas blancas girando alrededor de sí mismos como si el periplo erótico insuflara con nuevos bríos sus ansias nocturnas de hacer una y otra vez el amor.



(11)



“nada como la noche

girando



el relámpago ciego



que gira travieso

en la noche



soñando



nada como el tiempo

de la noche



girando

sobre el mundo”


En el momento 13 la palabra “mendrugo” brota sorpresivamente para elucubrar un sentido metafórico exógeno que nos deleita. Las sábanas toman el primer plano y es que las sábanas son un cuerpo espiritual o una piel espiritual que sirve para conformarse a los cuerpos extasiados de un modo vicario en la plenitud de sus delicias flotando y girando más allá de la jaula enclaustrante del espacio-tiempo en que los amantes consuman sus deseos amánticos. Ahora la metáfora es “la piel del estío” y en “la memoria el árbol” se puede intuir el árbol de la vida en el Edén perdido o acaso el mismo árbol de la vida en el Apocalipsis recuperado.



(13)



“nada como las sábanas tendidas



el olor perdido de las sábanas

flotando



nada como el calor de las sábanas al suelo



sobre la piel del estío

bajo la memoria el árbol



nada como un vuelo de sábanas cantando



cuando tu cuerpo se arrima

de madrugada y mendrugo”


En el momento 14 se vincula a la noche con el cuerpo utilizando de modo reiterativo el verbo girar. De nuevo aparece el motivo telúrico relacionado con el placer orgásmico al hacer acto de presencia el relámpago.



(14)



“nada como la noche

girando



el relámpago que juega

a noche traviesa



girando



nada como tu cuerpo

y la noche



girando atravesados

bajo el sueño”





En el momento 15 el viajero es sinónimo de amante del mismo modo que el paisaje es sinónimo de cuerpo al ser el velero el cuerpo del paisaje. El amante/viajero no conoce a plenitud el cuerpo/paisaje, pues todo es misterio que poco a poco se explora y se intuye. El amante explora el cuerpo de la amada y el viajero explora el paisaje desde el velero, símbolo viril en el poema. El paisaje cambia mientras el velero permanece en su esencia óntica.



(15)



“el viajero sabe nada

del paisaje



el paisaje boga

y el velero es



nada se mueve



cuando tu cuerpo

decide ser el mar



si la música del tiempo

es sombra de dos cuerpos



el cuerpo del velero

es el paisaje”


En el momento 16 el asombro de una mujer desnuda despierta los sentidos y entremezcla la percepción con lo inaudito de sus misterios.


(16)


“una mujer desnuda

es un mar sin sombras


que diluyendo azares

revela lo inaudito”


En el momento 17 acudimos a una puntualización más cercana a la esencia de este onto-erótico poema. Aquí aparece un dios que ya habíamos presentido como si fuera un ángel. La música también vuelve en estos versos en que el amante se siente viajero del misterio, del arcano entramático postulado por ese cuerpo mistérico. El sentido epistémico de las cosas aflora de modo esencial en este momento poético.


(17)


“la cama está temblando

como si fuera amor



(…)


“hay una melodía extranjera

que me empuja



que me dice te vas sin remedio

camino al nombre de las cosas



al encuentro de un dios sensual que te enajena

volviendo el tiempo de revés



fijando sin consuelo

mi rostro de iluso en la distancia”



En el momento 18 “la música del tiempo” ocupa el primer plano acaso diciéndonos que esa música que devora los temores es la música interior que da vida a este poema onto-erótico, siendo obsesión de su ritmo interior en la cadencia de su decir amántico en el devenir de los cuerpos amándose. Se nos recuerda otra vez que “el velero es el paisaje” para que no perdamos de vista la isotopía, la cohesión y la coherencia de todo el poema.



(18)


“nada se mueve

sin la música del tiempo



el temblor es el tiempo

de nuestra música interior



si acaso la música del tiempo

deviene cuerpos renunciando a sus temores



el velero es el paisaje”



En el momento 19 se descerrajan los sentidos del poeta en río abismal en que la palabra toma su principalía. El buen humor dota con una nueva dimensión al poema. Nos sonreímos cuando el poeta nos convida a una sonrisa. Su “andar sin brújulas” es fiel testigo de su periplo espiritual por su “insignia de fantasma”. La amada se perfila como duende y la música vuelve a invadir el poema. El sentido erótico de “airéalo agujeréalo averígualo jalonéalo / entállate tu esquicia de galope tuerto” y “anímate toma mi tallo / y hazlo florecer de espumas / entrona mi puma / y hazlo espumecer de flores y sudores” nos remite al sentido pleno del poetizar amorosamente cierto.



(19)


“ayer soñé que tu cuerpo

era el velero del paisaje



que yo envidiado por todos

y sonriente



lucía desnudo tu insignia

de fantasma



y jadeando y sudando

como un maldito



les decía a todos

adiós-adiós-odiositos



¡pequeños bribones míos!



con cara de gusto

y sabor a mundo destemplado



en la traviesa comisura

que la boca ronda



estoy pensando dormirme

en la mitad más blanda de tu seno



para que sueño y gozo se repitan



me gusta este andar sin brújulas

en la leve planicie de tu rojo



(…)



“música de la tibieza

gravedad del suspiro



jadeos sí y no y ahora

labios en murmullo



color cruel

sonata del derrumbe



alguien ha puesto su apodo

en tu orilla edulcorada



alguien a quien desconozco

por conocerte



me ahoga en el verso cuarto

y desaparece



alguien que anda por ahí

a deshora



con una sonrisa de puerta

en el amarillo



respiro hondo del perplejo



alguien que no eres

pero que se te parece



y mira y muere como tú

cuando abandonas



mira cómo se para el tiempo

y te recorre



mira míralo



lo viste el desencanto

de saberte ajena a su barbarie


(…)


“airéalo agujeréalo averígualo jalonéalo

entállate tu esquicia de galope tuerto



(…)



“sedienta de querellas e intemperies



anímate toma mi tallo

y hazlo florecer de espumas



entrona mi puma

y hazlo espumecer de flores y sudores



el mundo no existe

si acaso existe el trueno



y brizna el miedo



el universo no existe

si el festín de tu cuerpo es mi derrota



ay cuando cabalgas

el mundo deja de existir



y toda herida hablada

es cosa herida



y toda herida muda sabe a musgo

a helecho a espejo o a relámpago



a dormido lento en la inocencia cero

del desgaste



mírate al espejo



¿no ves que un niño se refleja lerdo

como el mar en tu mirada?



mírate en el agua



¿no ves cómo se mira el mar

en las manos del que espera?



te creo el duende impropio

de la demolición y la catástrofe



te creo el duende de la culpa

en la melodía de la memoria y su reyerta



te creo y no te creo



abdicando el enojo ante el coraje

de la desmemoria y su desidia



colmando de hinojos y podredumbre

la desfachatez del hombre abatido



que aparece vestido del molusco

que engulle su desolada identidad



mi yo pétreo y ausente



celentéreo que puebla el cataclismo

que lo inventa y recrimina”


En el momento 20 el aeda reflexiona sobre el deseo centrado en su cuerpo que despierta vertiginosamente la cadencia de sus sentidos en el acto amántico de poblar los días con su cuerpo aromático en la mirada plena.


(20)


“el cuerpo no es el deseo

el deseo es todo tu cuerpo



el fuego tu cuerpo



el deseo del cuerpo

sale de tu fuego



yo sobre tu cuerpo

andando en sueños



soy el deseo de tu incendio

caminante



el fuego del decir

que tu cuerpo añora



es la mirada”



En el momento 21 el poeta se vuelve pensar enunciativo ante la presencia almática de la amada. El sutil sentido metapoético en el “otro” y el “espejo” vuelve a sentirse en el poema.


(21)


“la mirada hace del fuego su camino


cuando opones el absurdo

de la infancia a la memoria



el cuerpo del otro

es la intemperie del olvido




(…)

“yo soy tu espejo roto

y tú eres mi fuego armado”




(…)



“el destino de tu cuerpo es mi deseo

el sueño es llama y reflejo del inconcluso



vacío humillado en el paisaje

piel de la tempestad



mirada que soñé desnuda”



En el momento 23 regresa el asombro cuando el rapsoda nos revela que “ella tiene un mundo / ente las piernas / y yo un incendio”. La pasión es intensa como ese mismo fulgor erótico que mantiene en vilo a los amantes entregados al desencuentro de sus cuerpos.



(23)


“ella tiene un mundo

ente las piernas



y yo un incendio



los dos de cómplices

la luna encinta



y en el ayer el rocío

prófugos”


En el momento 24 lo más significativo es el sintagma “mi señor” que está escrito en minúsculas, pero que sabemos es “mi Señor” en mayúsculas. En este momento se basa la idea de este ensayo crítico al decir que lo divino permanece intocado y es el manantial heurístico que Adrián Javier muy bien puede explotar en otro poema con mayor apertura espiritual, que muy bien se puede titular “¡Tocar a Dios!”



(24)



“a ella le pedí de noche

el universo



y me ofreció el mar

y sus estrellas



había mi señor



tanto rubor herido

en su profundo”


En el momento 25 es explicito el sentido erótico que dota de plenitud la voz del poeta extasiado.



(25)



“estábamos en la casa

solos y terribles



ella me dijo tómalo

y se abrió el cielo



entonces pude palpar

la inolvidable suavidad



de su primera estrella



y responder al maravilloso ardor

de sus preguntas”


En el momento 27 queda claro que existen muchos atisbos imposibles en que “la verdad es un delito”.


(27)



“imposible pensar

si estás desnuda



imposible la tristeza

imposible el desvarío



imposible fracasar

si estás cercana



imposible la noche

imposible el rocío



imposible los desiertos

imposible el sinsentido



imposible la música

imposible el mendigo



imposible el impostor

imposible el desprestigio



el mar no es firmamento

la verdad es un delito”



En el momento 30 todo concluye en la entrega amántica que perfilaba los sentidos y que dieron vida a todo este poema onto-erótico memorable en el estro de Adríán Javier.


(30)


“deja que te posea el día



y que la esfera del árbol encuentre sueño

y mansedumbre a tus espaldas



nadie sabe más que tu cuerpo

sobre la miel rozando heridas en la lengua



has de saber que en el interior

del poro cuento el aire



y que nos toca la sensación

de profundos y profanados fluidos



dibujados en la piel erizada que nos define

ya no somos una metáfora



amanecemos desnudos mirando el techo

sintiendo el desagüe de la desazón



que la madrugada viste como emblema

tras la escapatoria de los solos



no hay nadie más

nuestros cuerpos deponen las máscaras



y van al suelo a gozar



y a descifrar la gula

del mapa de sombras

perdido en la arena”

Adrián Javier es pleno. Su espiritualidad se conjuga con su erotismo en este poema onto-erótico que nos puede remitir a su manantial heurístico intocado en otro poema con el posible título de “¡Tocar a Dios!” Es un poema laureado con amplios méritos y que desde ya celebramos. La entrega fue total. Adrián Javier debe sentirse satisfecho al lograr el hallazgo poemático. ¡Albricias! ¡Enhorabuena! ¡Felicidades en Cristo Jesús a Adrián Javier, poeta! ¡Amén!


Fuente Citada


Javier, Adrián. (2008, julio). ‘Tocar un cuerpo’. Premio Internacional de Poesía Pedro Mir 2007. Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE). Colección Letras de Molde. Segunda edición, 89 páginas. Editora Búho. Santo Domingo, República Dominicana.

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