Cortesía de Natyobi MejíaLas deficiencias de vitaminas y minerales repercuten significativamente en el bienestar humano y en el desarrollo económico de las comunidades y de los países. Estas deficiencias pueden dar lugar a serios problemas de salud, comprendidas por una menor resistencia a las infecciones, ceguera, letargia, infertilidad, disminución de la capacidad de aprendizaje, retraso mental y, en algunos casos, la muerte.
Entre las consecuencias debilitantes de estas deficiencias de la alimentación están la pérdida de capital humano y de productividad de los trabajadores.
A diferencia de muchos otros impedimentos para el desarrollo social y económico, las deficiencias de vitaminas y minerales pueden reducirse con inversiones relativamente reducidas en salud pública, agricultura y educación. Existe la tecnología para resolver muchas de estas deficiencias. Persisten por diversas razones, inclusive por la falta de conciencia entre los responsables de elaborar las políticas de la importancia que tiene resolverlas, y por falta de conocimiento de los planificadores de los programas de sus consecuencias y de las estrategias disponibles para combatirlas.
En los últimos decenios la comunidad de investigadores, los gobiernos, los organismos de desarrollo y las organizaciones no gubernamentales (ONG) han avanzado considerablemente en la determinación de los grupos que corren el mayor peligro de padecer deficiencias de consumo de micronutrientes y elaborar programas para mejorar a corto plazo determinadas deficiencias. Muchos países han adoptado las metas y los objetivos internacionales de reducir las deficiencias para fines del decenio en curso.
Con todo, el avance en la promoción y ejecución de estrategias basadas en los alimentos para alcanzar estas mejoras sostenibles en el consumo de micronutrientes ha sido, en general, lento. Estas estrategias se concentran en mejorar el acceso y la disponibilidad y consumo de alimentos ricos en vitaminas y minerales. Los beneficios de esas estrategias basadas en los alimentos no sólo comprenden mejorar la ingesta de determinados nutrientes, sino también una mejor situación general en materia de alimentación y salud.
En todo el mundo, las tres deficiencias de mayor repercusión en la salud pública son las de vitamina A, hierro y yodo. Estos nutrientes se denominan micronutrientes porque el organismo los requiere en cantidades minúsculas para crecer, desarrollarse y mantener la salud.
La deficiencia de vitamina A es la más frecuente entre los niños pequeños. Si no se atiende, puede producir ceguera y la muerte. La falta de hierro es la deficiencia alimentaria más común en todo el mundo, afecta principalmente a los niños y a las mujeres en edad reproductiva, produce anemia, que contribuye significativamente a la muerte materna y de neonatos. La falta de yodo se da en las zonas montañosas y en las llanuras aluviales de todo el mundo, donde las lluvias se han llevado el yodo del suelo; es la causa más frecuente de retraso mental evitable, comprendido el bajo coeficiente de inteligencia. Una falta grave de yodo puede producir cretinismo, mortalidad fetal tardía y defectos congénitos.
Desde 1985 la FAO ha participado activamente en la definición y ejecución de programas para reducir la malnutrición por falta de micronutrientes. La FAO apoya vigorosamente la promoción de la producción y el consumo de alimentos ricos en micronutrientes como solución sostenible a los problemas de falta de micronutrientes. Esta actividad claramente queda comprendida en el mandato de la Organización, así como en su estrategia global, que hace énfasis en la relación entre la nutrición y la agricultura para garantizar la seguridad alimentaria y mejorar la salud y la nutrición de la población en su conjunto.
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