jueves, 8 de octubre de 2009

Luis López Nieves: No me quemarán vivo


Por René Rodríguez Soriano
| © mediaIsla, Boletín 1145

Nos unen y nos distancian el mismo sol, la misma luz y el mismo mar; nos une, en cierto modo —con pasión, con saña—, la sabiduría de lo incierto. Luis López Nieto, quizás haciendo acopio de una alta dosis de energía creando formas y un ovillo de relativas y contradictorias verdades, hace trizas y echa por el suelo la ambigüedad del mundo que heredamos. Con desenfado y sin malicia, pedalea a manos sueltas por esa frágil línea que separa lo real de lo posible y nos interna a toda luz por los más inhóspitos pasajes de la Historia, en sus historias.


Luis López Nieves básico

Puertorriqueño, 1950.

Luis López Nieves es autor del relato histórico Seva, uno de los mayores éxitos literarios de Puerto Rico. Su novela El corazón de Voltaire ha sido aclamada por la crítica literaria internacional como una de las obras más originales del siglo XXI. López Nieves ha ganado el Premio Nacional de Literatura de su país en dos ocasiones. Es doctor en Literatura Comparada por la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook. También es el fundador y director del primer programa de Maestría en Creación Literaria de América Latina (en la Universidad del Sagrado Corazón, en San Juan de Puerto Rico) y de la Biblioteca Digital Ciudad Seva (CiudadSeva.com). Desde el 2007 ocupa la posición de Escritor Residente de la Universidad del Sagrado Corazón.

Desde sus primeras andanzas por los caminos del entronque y el trastrueque (Seva, 1984), López Nieves fabula y confabula contra los sacrosantos valores de la «visión única y el sueño de de Newton». La historia oficial y el público de a pie tuvieron que lanzarse sin camisa por los descampados de la imaginación; el narrador, como una especie de fiscal, ponía en escena innumerables folios de visiones contrapuestas a las tradicionalmente aceptadas.

A Seva le seguirían dos nuevos libros de relatos (Escribir para Rafa, 1987 y La verdadera muerte de Juan Ponce de León, 2000). Luego habría de llegar El corazón de Voltaire (2007), donde, sin muchos miramientos y apoyado en la sagacidad de una de las más originales historiadoras de todos los tiempos, pasa por la piedra los turbios manejos del poder. Ysabeu de Vassy, como si viajara de una galaxia a otra y en una poderosa nave del futuro, rompe todos los cercos y encerronas para hurgar y entresacar verdades por tanto tiempo escamoteadas en los celosos archivos de la Iglesia, Los Estados y los Ejércitos.

Aclamada y celebrada por centenares de lectores en Europa y Latinoamérica, El corazón de Voltaire ha sido objeto de múltiples reconocimientos y ediciones que, de hecho, han preparado un excelente escenario para la llegada de El silencio de Galileo (2009), novela que ya anda pisándole muy de cerca los talones a la anterior. Desde hace largo rato tenía la intención de cruzar unas cuantas palabras con Luis López Nieves. Ha llegado el momento, aprovecho que descansa de las ferias, los encuentros, los aeropuertos, y lo abordo:

—Luis, tengo noticias de que acabas de participar en la Feria del Libro de Islandia y que cubres una apretada agenda con la promoción de tu novela, a propósito, ¿cómo va El silencio de Galileo?

—En efecto, acabo de regresar de la Feria del Libro de Islandia. Fue una experiencia tan hermosa como exótica, porque la mayoría de los autores eran nórdicos, de países como Noruega, Dinamarca, Suecia y, por supuesto, Islandia. Todos estos países hablan idiomas germánicos. El único autor latinoamericano residente en América Latina era yo. El otro latinoamericano era Junot Díaz, quien vive en Estados Unidos.

El Grupo Editorial Norma, mi editorial, publicó dos grandes ediciones de El silencio de Galileo: una en América Latina y otra en España. La edición de América Latina se agotó en menos de un mes y ya está en imprenta la segunda. De España todavía no me han llegado datos concretos, aunque me informan que las ventas también son buenas.

—Me llama la atención de que, como aconteció en El corazón de Voltaire, las mismas instituciones y poderes (la Iglesia y el Estado, principalmente) interpusieron un sinnúmero de dificultades y escollos, ¿acaso, en la vida real, tanto el poder político o militar y las encumbradas familias de la más rancia aristocracia, temen que sean de común conocimiento ciertos secretos y verdades a media?

—Creo que hay ciertas lecciones básicas que nos enseñan los libros de historia. Una de ellas es que por lo general un grupo relativamente pequeño de personas controla a las grandes masas. Como resultado de este control, disfrutan de riquezas, poder, privilegios, etc. También nos enseñan los libros que, para lograr este control, las clases dominantes deben manipular las mentes de las clases dominadas. Lo hacen de diferentes maneras. A veces con propaganda intensa, diaria, incesante, como es el caso actual de los Estados Unidos, donde no se puede ver ni un juego de baloncesto sin que se toque el himno nacional ni se puede ver un noticiero que no tenga algún elemento propagandístico. Otra manera es por medio de la ignorancia total. Ese fue el caso de los egipcios antiguos. Un grupo pequeñísimo de sacerdotes se apropió de la "verdad" y de los "conocimientos", y le prohibió al pueblo el acceso a los mismos. Les llamaban "grandes secretos divinos" u otros nombres pomposos. Los sacerdotes decían que ellos eran los "elegidos" para interpretar esos secretos y que cualquier otra persona que intentara hacerlo era un hereje soberbio que merecía la muerte.

En los tiempos de Galileo, la Iglesia Católica se consideraba la única poseedora de la "verdad". Pensar de manera diferente a la permitida por la Iglesia se castigaba con severidad. Quemaron vivos a varios científicos solamente por diferir de las enseñanzas bíblicas. Quemaron vivo al famoso Giordano Bruno sólo por decir que había múltiples sistemas solares. A Galileo también lo amenazaron con quemarlo vivo a menos que renunciara públicamente a sus ideas.

En el caso de los egipcios y de muchos otros, estoy seguro de que eran unos grandes manipuladores de la verdad. Realmente no creían mucho de lo que decían. Eran trucos para mantener al pueblo ignorante y dominado.

En el caso del catolicismo no estoy seguro. A veces pienso que los inquisidores realmente creían que estaban haciendo el bien. En realidad pensaban, por ejemplo, que la tierra tenía que ser plana y que nuestro planeta tenía que ser el centro del universo. Lo creían por fe y porque, según decían, era la palabra de Dios.

—A propósito de la Iglesia y el poder, ¿no ha aparecido algún cura, obispo o coronel que haya visto en tu novela o en alguna de tus historias leña fértil para la santa hoguera?

—Que yo sepa, no. Pero recuerda que el papa Juan Pablo II perdonó a Galileo en el 1992. Por tanto, podríamos decir que tengo permiso oficial para hablar bien sobre Galileo. No me quemarán vivo.

—Ysabeau de Vassy, hermosa heroína que, al parecer reúne las mejores condiciones de Sherlock Holmes, Pepe Carvalho y la Mujer Maravilla, más que una avinagrada estudiosa de apolillados folios y pergaminos parece una explosiva presentadora de uno de esos súper ranqueados talk shows de las grandes cadenas televisivas, ¿también aquí podemos encontrar un guiño o una clave de la desacralización de los viejos mitos de la historiografía tradicional y sus verdades de Perogrullo?

—Durante 32 años he sido profesor universitario, he vivido en el mundo académico, y he conocido muchísimas profesoras tan inteligentes como bellas y valientes. Apenas tuve que usar la imaginación para crear a Ysabeau, porque todos los días trabajo con colegas profesoras iguales que ella a mi alrededor. ¿Por qué persiste el cliché de la profesora asexual y poco atractiva? No lo entiendo.

—¿Acaso hay otra sutil llamada de atención o velada crítica en el hecho de que, al igual que esclarecidas heroínas como Luisa Lane, Narda, Mimi, la propia Mujer Maravilla y todas las novias de Fantomas, sostienen y defienden su perpetua soltería, y, como el diablo a la cruz, eluden a toda costa entrar en detalles o dejar abiertas las posibilidades de formar familia?

—Creo que muchas mujeres inteligentes optan por la soltería, o por el compromiso a medias, porque no encuentran un hombre que las acepte como iguales. Eso es lo que me han dicho muchas colegas. Me dicen que se les hace difícil encontrar un hombre que no se sienta intimidado por la inteligencia y la independencia de criterio que exhiben.

No padezco ese problema porque a mí me criaron mi madre, que es una profesional, y mi hermana mayor, quien también lo era. Por tanto, toda la vida he estado rodeado por mujeres educadas, profesionales, femeninas y admirables.

—¿Tendremos Ysabeu para rato?

—Creo que no. A Ysabeau realmente la perdimos tras esta última novela, porque yo la veo dedicando el resto de su vida a Galileo, sin interesarse por ninguna otra cosa en la vida. Allá sigue ella encerrada en el taller de Galileo, y de allí creo que no hay quién la saque. Pero ¿quién sabe? Sólo soy el autor. Son los personajes los que mandan.

—¿Dónde se ayuntan y dónde se divorcian la historia tradicional y la trocada en El silencio de Galileo?

—Es muy difícil hacer la separación. De hecho, ese es el objetivo de la historia trocada que escribo: que el lector no pueda ponerle el dedo a ese "divorcio" que mencionas. Hay detalles de la novela que los lectores presumen, automáticamente, que son falsas. Luego verifican en libros de historia y se pasman al descubrir que son ciertas. Igualmente sucede al contrario: importantes datos de la novela que han aceptado con naturalidad como ciertas, luego descubren que no lo son. No daré ejemplos concretos de El silencio de Galileo, porque muchas personas todavía no la han leído. Pero tengo ejemplos relacionados con mi novela anterior: El corazón de Voltaire. Muchas personas, en charlas o conferencias, me dicen que les pareció muy ingeniosa la idea de decir que el corazón de Voltaire estaba preservado en una urna en la Biblioteca Nacional de París, y me preguntan cómo se me ocurrió. Cuando les contesto que no se me ocurrió esa idea porque el corazón de Voltaire realmente está en la Biblioteca Nacional de París, que es un hecho real y comprobable, se quedan con la boca abierta.

—¿Cuánto tiempo tomó armar y escribir El silencio de Galileo, cuáles escollos se presentaron en el camino tras los pasos del cerebro más grande de todos los tiempos?

—Me tardó unos tres meses pensar, calentar, leer, tomar notas… y luego nueve meses redactar. No recuerdo ningún escollo particular. Claro, en esta novela nuevamente me puse la camisa de fuerza que significa escribir una novela solamente con correos electrónicos. Me autoimpuse unas limitaciones, porque al carecer de narrador hay recursos literarios a los que no tengo acceso. Pero una vez acostumbrado a esta limitación, y a encontrar siempre una manera alterna de contar lo que quería contar, pues la novela fluyó con naturalidad. Además, siempre conté con el apoyo de mi santo favorito, san Google, a quien le rezo cada vez que tengo una pregunta… y siempre me contesta.

—Luis López Nieves entra a la literatura puertorriqueña y del Caribe a través del cuento, es histórica la polémica que generó la publicación de Seva en el periódico Claridad, ¿cuándo tendremos un nuevo volumen de cuentos?

—Como ya había publicado tres libros de cuentos, pues mis dos últimos libros han sido novelas. Y creo que mi próximo libro también será una novela. La vida tiene fases. Pero, mientras tanto, he estado escribiendo cuentos sueltos que tengo guardados. Hace tiempo tengo la idea de escribir un libro de cuentos que se llame Últimas palabras, que consiste de una colección de relatos en que se cuentan las muertes de personajes célebres de la historia… y, por supuesto, terminan cuando estos personajes emiten sus últimas palabras. Ya tengo varios cuentos en esta línea. También he escrito un grupo de cuentos históricos. Así que pienso que pronto tendré material para dos libros de cuentos.

—¿Qué hay de cierto en lo que dicen ciertos editores y promotores del mercado del libro, aquello de que el cuento y los cuentistas están agotados o que ya el cuento no tiene público ni lectores?

—No creo que la premisa sea correcta. No olvidemos que Borges, Cortázar, Felisberto Hernández, Arreola y muchos otros autores son del canon y deben sus grandes famas (y ventas) a sus cuentos, que se siguen leyendo hoy como hace muchos años.

El cuento moderno tuvo su momento en los siglos XIX (y una parte del XX) porque los periódicos los publicaban con frecuencia. No había televisión ni radio ni cine. Por la noche los pequeños y grandes burgueses llegaban a sus casas y podían divertirse con la lectura de un cuento... ya que no había mucho más para hacer. Sin embargo, en gran medida esa necesidad práctica de una o dos horas de descanso y lectura la han sustituido hoy día la televisión e Internet. La gente llega a la casa de noche y ve televisión un rato o navega por Internet, como antes leía un cuento. Así que tal vez la gente no lea los cuentos en libros y periódicos como antes, pero yo tengo un portal de Internet, CiudadSeva.com, que contiene 3350 cuentos clásicos. Mi portal recibe hasta 32,000 visitantes diarios de todo el mundo. Por tanto, te diría que hay mucha gente leyendo cuentos clásicos pero nadie se entera porque no se refleja en las ventas de las librerías ni en las visitas a las bibliotecas de papel. Por tanto, no es que el cuento esté agotado. Es que se está leyendo de otras maneras.

Por otra parte, la novela es mucho más fácil de mercadear que un libro de cuentos. Los editores prefieren las novelas. Pero, normalmente, una vez un autor de novelas se da a conocer, sus lectores también leen sus cuentos.

—Entre el ajetreo que ocasionan los aeropuertos, la docencia universitaria, las lecturas, conferencias y encuentros con la prensa, ¿cómo saca tiempo para leer y qué lee y escribe Luis López Nieves en la actualidad?

En cuanto a la escritura, ahora mismo estoy tomando un descanso porque acabo de terminar El silencio de Galileo. Mientras reposo, escribo cuentos y tomo notas para mi próxima novela. Tal vez esto no suene mucho a "descanso", pero hay que verlo desde el punto de vista mental. Estoy desconectado de un gran proyecto como tal, porque una vez que empiezo a escribir una novela me entrego día y noche, sin descanso, durante cada momento libre.

En cuanto a leer, no puedo vivir sin leer. Leo mientras como. Leo en las filas de los bancos, en las oficinas médicas, durante cualquier receso, en los aviones. Llevo siempre un libro conmigo. Nunca salgo a la calle sin un libro. Y en mi casa, durante el día, saco tiempo siempre para leer, ya sea libros o en la computadora. Y, claro, al acostarme. Nunca me duermo sin haber leído al menos 4 ó 5 páginas. Rutinariamente, a pesar de mis muchos compromisos, leo grandes novelas de 500 ó más páginas y lo hago sin que sea un problema. Al contrario, es uno de los mayores placeres de mi vida. Mi otro gran placer es estar con mi esposa: Mara.

Este asunto de leer mucho ha sido parte de mi vida desde niño. No sé cómo sería mi vida sin el hábito de leer. No la visualizo.

—Y para concluir, ¿cómo tergiversarías o trocarías, en escasas palabras, este encuentro resumido en estas trece preguntas?

—Bueno, para mucha gente el 13 es un número de mala suerte. Pero no hay que preocuparse. Yo nunca he sido supersticioso, porque la superstición trae mala suerte. [mediaIsla]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Haga sus comentarios por favor.