viernes, 25 de septiembre de 2009

Las paradojas del multiculturalismo


Por Nieves y Miro Fuenzalida | © mediaIsla

El tránsito del imperialismo cultural a un culturalismo mas tolerante es el resultado, no de la "lógica del capital", sino de una larga y dura lucha político cultural cuyo trasfondo es el sistema del "capitalismo global" que hoy ha sido capaz de incorporar las ganancias de la política de la identidad para que no disturbe la circulación del capital.

Hace unos pocos anos atrás hubo un amplio movimiento popular en India en contra de la Corporación McDonald's por importar las papas fritas de Europa donde se preparaban con grasa de vacunos. La protesta planteaba todo un problema religioso relacionado con el estatus sagrado de las vacas en ese país. McDonald's reconoció el reclamo y prometió no usar grasa de ese animal ¿No es esto una victoria política, la aceptación de una mayor tolerancia, la consideración por las diferencias culturales y el respeto por el otro? Por supuesto que es bueno que esto haya ocurrido. Pero esto no significa una victoria en contra de la globalización y en favor de la autonomía cultural. Este es, mas bien, un ejemplo de como la globalización se reproduce a si misma tomando en consideración las identidades culturales particulares y las tradiciones locales.

Frente al respeto por estas creencias locales uno podría preguntar, aunque suene políticamente incorrecto ¿que pasa con los simples hechos? ¿No es verdad que las vacas no son sagradas y que esta es simplemente una estúpida creencia religiosa? Según el multiculturalismo prevalente no debiéramos imponer ninguna noción objetiva de verdad basada en el racionalismo modernista. Evitar la fetichización de la objetividad occidental. ¿No hay algo falso en este respeto paternalista del otro? Sabemos que tus creencias no tienen sentido. Pero, para no herirte, igual las respeto. La cuestión es ¿por qué deberíamos aceptar este tipo de respeto por las fantasías religiosas del otro como el último horizonte ético? Si partimos de la posición del respeto por la identificación religiosa del otro nos veremos enredados en la aceptación de un complejo ideológico que nos obliga a respetar no solo a la vaca sagrada, sino también a otros ritos mas crueles… quemar a la viuda tan pronto el marido muere, practica que aun existe en algunas partes de India. O la ejecución de la yerbatera por hacerle el mal de ojo a un miembro de la tribu recientemente muerto. Por supuesto, los multiculturalistas dicen que esto es inaceptable. Y es aquí donde justamente radica la falsedad de sus posiciones. Probamos al otro en contra de nuestros propios derechos humanos, dignidad e igualdad sexual y luego decimos que aceptamos sus costumbres si pasan el filtro a que las sometemos.

Hoy día la "diversidad cultural" se asocia con el "respeto a la diferencia del otro". Aquí no se exige "amar al prójimo" como en el viejo discurso cristiano, sino que basta con tolerarlo. Y sin embargo, en el fondo, viene a ser lo mismo al engendrar los mismos problemas, las mismas paradojas y las mismas aporías que su antecesor. El multiculturalismo liberal contemporáneo, que es la contrapartida ideológica del capitalismo global, toma distancia y "respeto" por la cultura local sin tener raíces en ella y vacía su propia posición de todo contenido positivo al negarse a afirmar un valor en contra de otro. La declaración de tolerancia e inclusión como principio le permite mantener su superioridad moral y retener la posición privilegiada de árbitro neutral capaz de apreciar y reconocer las diferencias de otras culturas, de otros estilos de vida y de otros individuos.

¿Es este multiculturalismo, en realidad, neutral o es, por el contrario, una posición que veladamente privilegia los contenidos del capitalismo occidental? Lo inquietante en todo esto es que ni siquiera hay un contenido particular escondido debajo del capitalismo mundial, porque hoy el capital es una maquina global anónima que corre su curso ciegamente. Lo que si es posible desprender de la "lógica del capitalismo" son las paradojas de su posición multicultural que hoy empieza a imponerse exactamente como lo opuesto a la diversidad cultural. Lo que hoy presenciamos es la homogenización global sin precedente del mundo a costa de la rápida erosión de las culturas particulares.

La inclusión y la tolerancia del otro tienen un doble filo. Por un lado, funciona en tanto es el otro aséptico de la sabiduría Pre-Moderna con su riqueza folklórica. Pero, al momento en que empieza a tratar con el otro real la tolerancia termina. ¿Estamos dispuestos a tolerar cualquier diferencia? ¿O solo la diferencia que es buena? ¿Que pasa si nuestro prójimo es moral o ideológicamente inaceptable o si su manera de obtener el goce entra en conflicto con la nuestra? ¿No será que lo que queremos, en verdad, es el bien del otro, pero solo en la imagen del nuestro? Y, por otro lado, en nombre de esta misma tolerancia, se llega incluso a aceptar las mas brutales violaciones de los "derechos humanos" por temor a aparecer como imponiendo sus propios valores o, mas frecuentemente, por razones de estrategias económicas… "los negocios vienen primero".

El problema con el discurso de la tolerancia e inclusión es que excluye la politización de las cuestiones sociales. Una cosa es que Mc Donald's respete las costumbres locales y otra muy diferente comprometer a los hindúes en contra del modelo económico que McDonald's representa. Estos dos niveles no tienen el mismo valor. La visión de la tolerancia se reduce a una pluralidad de diferencias horizontales que se niega a reconocer la existencia de un antagonismo vertical que atraviesa el cuerpo social. Algunos son más poderosos, algunos tienen mas derechos y algunos quieren matar. Negar esto en favor de la aceptación de las diferencias culturales previene la politización de la desigualdad. La presunción de que en nuestras diferencias todos somos, en realidad, iguales es encubrir el antagonismo social que existe por debajo de toda sociedad. Impide conocer y confrontar la forma en que la lucha social cruza y condiciona la multiplicidad de diferencias.

Este es el fracaso en percibir al otro dividido en si mismo. De considerar, por ejemplo, que los miembros de otras culturas, lejos de identificarse simplemente con sus costumbres, también pueden adquirir una cierta distancia y revelarse en contra de sus propias tradiciones. En tales casos, la referencia a la noción "occidental" de la universalidad de los Derechos Humanos puede servir de motivación inicial capaz de poner en movimiento una protesta autentica en contra de la opresión de la propia cultura. Lo que el liberalismo multiculturalista no reconoce, a pesar de su compromiso para mantener la comunicación abierta, es que cada cultura particular esta cogida en sus propios antagonismos que les impiden transformarse a si mismas. La única autentica comunicación es aquella que nos une solidariamente en una lucha común basada en el descubrimiento de que los limites que nos aprisionan a nosotros son los mismos limites que aprisionan al otro.

Lo paradójico de la universalización es que inevitablemente es exclusivista y es esta exclusión la que crea la politización social. Dentro de las formas democráticas uno puede incluir todo tipo de diferencias (trabajadores, mujeres, minorías sexuales y étnicas) Pero, siempre algo queda excluido. Como forma política esto la hace necesariamente parcial. Pero, lo excluido puede interrumpir el orden democrático y desafiarlo desde el punto de exclusión. ¿No es uno de los impasses políticos de la izquierda dentro del marco capitalista contemporáneo la extraordinaria dificultad que tiene para representar estos puntos de exclusión desde el cual desafiar el sistema? [Nieves y Miro Fuenzalida, profesores de filosofía, Ottawa, ON]

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