miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un pintoresco sujeto llamado Petán


Por José Tobías Beato | © mediaIsla

Sin el poder y la personalidad que sin duda tenía Rafael Leónidas Trujillo, la mayoría de sus hermanos no hubieran pasado de simples fulleros, delincuentes de poca monta sin ninguna importancia social o histórica. Sólo uno de ellos logró trascendencia: José Arismendi Trujillo Molina, más conocido como Petán. Eso, a pesar de haber sido un palurdo con alma de tártaro.

Ciertamente, Petán era un rústico que miraba ceñudo a su interlocutor, que impartía órdenes breves y cortantes como si fuera el más grande general de la historia, individuo capaz de llegar a la violencia física por cualquier insignificancia. Son muchos los casos que pueden contarse, en los que Petán golpeó con su fusta habitual, la cara de un incauto chofer porque en la carretera no le abrió paso a su Cadillac negro o al Lincoln color vino con placa 428, pese a la atemorizante sirena que anunciaba su presencia; o que le dió bofetadas a un peón o a un guardia porque no entendió bien una orden.

Así, por ejemplo, en el Nacional del 3 de enero del año 2009 puede leerse la que fuera la última narración deportiva de Mario Álvarez Dugan, quien para el tiempo que sucedió el hecho era Director de Deportes del régimen trujillista: Petán en una ocasión en la que se enfrentaban los equipos del Licey y del Escogido, bajó del palco al terreno de juego no se sabe por qué exactas razones y, en un momento dado, le dio una bofetada (en dominicano, una "galleta"), a un pelotero del equipo "Escogido", un tal André Rogers, que no era dominicano precisamente, sino de Las Bahamas.

Poco faltó para que los demás jugadores extranjeros, en solidaridad con su golpeado compañero, se retiraran del país a causa de esta conducta impropia. Eso sí, al otro día Trujillo, que raramente presenciaba un partido de béisbol completo, se presentó en el estadio "a ver si era verdad que sus hermanos daban `galletas' a los jugadores". Petán, mientras tanto, corrió lejos de la furia del "Jefe".

Por situaciones como esas, la historia registrará la figura de José Arismendi, en tres situaciones estereotipo: con polainas relucientes, pistola al cinto y metralleta en mano que flameaba agresivo o en traje de verde olivo como general de kepis "rameado" y porte arrogante. La tercera es la del campechano que compartía con criolla picardía situaciones del diario vivir o en una fiesta en la que lucía sus habilidades de bailador experimentado.

Sin verdadero talento para el mando político, era ambicioso y estaba a la espera de cualquier acontecimiento que le permitiera el asalto al poder. Por eso su poderoso hermano le dejaba hacer con cierta cautela en su feudo de Bonao, pero vigilando sus pasos, pues estaba al tanto de sus secretos deseos. Durante mucho tiempo lo mantuvo como coronel; a mediados de los años cincuenta lo hizo teniente general, pero sin mando efectivo dentro de las Fuerzas Armadas. Incluso, en ocasiones Petán tuvo que refugiarse en las faldas de su anciana madre, para evitar la cólera de su hermano, cuando éste se enteraba de alguna de sus frecuentes bellaquerías: por ejemplo, cuando en una ocasión imprimió billetes falsos.

Más atrás, en 1935 había complotado, intentando conquistar a los militares que estaban en Bonao y localidades vecinas. Trujillo preparó entonces una Revista Cívica –una demostración militar de poder - el 28 de junio de 1936 y personalmente afirmó que "hay una sola autoridad que encarna los ideales del pueblo.....la única a la que ellos deben subordinar todas las actividades políticas.....Recuerden los campesinos que me escuchan su sabio adagio que dice que `no se debe dejar camino real por vereda'. Veredas son todos los que pretender disgregar y hacerse interesantes para que los sigan" (Trujillo, Un Estudio de su Dictadura, J. Gimbernard, pág. 115-116). Los que escucharon esta advertencia estaban perfectamente claros que no eran palabras que se las llevaba el viento, sino que podían costar vidas, pues ya sabían que Trujillo era un hombre de mano pesada e implacable.

Salvo esos casos, Trujillo dejó que se hiciera jefe local en el pueblo de Bonao y sus alrededores. Allí Petán tenía una finca en la que era señor de horca y cuchillo. Se llamaba "El Caracol". Al final de la misma había una especie de subterráneo abovedado, con calabozos y lugares especiales de castigo donde `disciplinaba' a peones, a cualquiera que no fuera de su agrado y a su guardia personal llamada "Los cocuyos de la cordillera". En Bonao, específicamente en la denominada "Cumbre", un espacio de la carretera que comunicaba la Capital con el Cibao, había un peaje personal para todo vehículo que transitara por allí, y un impuesto particular para los plátanos.

Pero Petán ha pasado a la historia no por tales truculencias y hurtos de mafioso de poco vuelo, sino porque como empresario emprendedor, contando con el auxilio y prestigio de su todopoderoso hermano, se forjó un nicho que resultó un filón de oro: la radio y la televisión. De modo que este ser primitivo, pero que paradójicamente tenía sensibilidad para el arte, se convirtió en el mayor mecenas que haya tenido la República Dominicana en toda su historia.

Y claro, como ocurrió en los antiguos tiempos de Europa, guardando las naturales distancias, tal mecenazgo no era ni gratis, ni libre de humillaciones y dolores. Pero su labor resultó altamente creativa en una serie de renglones. De ahí lo que dijimos al principio: que aparte del "Jefe", y pese a todo, fue el único de los Trujillo que dejó algo positivo, de trascendencia para los dominicanos.

Efectivamente; en agosto de 1942 fundó en Bonao, la villa de las hortensias, una modesta emisora: "La Voz del Yuna", en honor del otrora caudaloso río que atraviesa la ciudad. Luego la trasladó a la Capital, que para entonces ya no se llamaba Santo Domingo, sino Ciudad Trujillo. Aquí recibió el nombre de La Voz Dominicana (LVD), que llegó a ser prontamente una, si no la más potente emisora del Caribe.

Petán era "propietario-fundador-administrador" según se leía en el membrete impreso de la emisora. Según informa el periodista y novelista ecuatoriano Gerardo Gallegos, admirador de Trujillo, que laboró en la emisora en tal tiempo, Petán descontaba el cinco por ciento a todo el personal bajo su mando, dizque para servicio médico y medicinas en caso de enfermedad. "Nunca supe de alguien que hubiese utilizado ese servicio" (G. Gallegos, Trujillo: cara y cruz de su dictadura, pág. 133).

En una ocasión – una sola vez – y sin previo aviso, alega el mismo periodista, se les descontó a todos $3.00 peso-dólar, por un pequeño distintivo que los hombres debían colocar sobre la solapa y la mujeres en la blusa: se trataba del boceto de un micrófono en miniatura con las iniciales LVD. En la época era un día de salario y hasta más.

También era usual la práctica – no tan solamente de Petán, sino de buena parte de los empresarios de hoy en día, especialmente si son latinos – de conceder licencias sin sueldo, pero si alguien faltaba por enfermedad o cualquiera otra circunstancia, entonces se debía hacer el trabajo propio y el del compañero faltante, pero gratis, bajo el criterio de que se debe trabajar en todo y en todo tiempo, sin que eso implicara queja alguna por parte del empleado que recibía el premio del trabajo doble y paga de uno.

El mismo Gallegos informa que en la época que laboró en La Voz Dominicana (LVD) como comentarista internacional especializado en la lucha contra el comunismo, Petán recibía por concepto de propaganda para el régimen, la suma de RD$ 25,000 mensuales, una suma astronómica. Pero además, LVD tenía cine con aire acondicionado, teatro al aire libre, un lujoso "Night-Club" donde se daban fiestas, recepciones, banquetes y en los fines de semana shows especiales con artistas nacionales y extranjeros. Era visitado por turistas y por la clase acomodada de la era.

Pero no fue solamente eso. Petán llevó la televisión a la República Dominicana. En América Latina, solamente Cuba, el ingenio azucarero del mundo, y México, potencia petrolera, tenían el invento genial en aquellas fechas. De modo que el país fue el tercero en tenerla. Eso ocurrió el primero de agosto de 1952. El generalísimo Trujillo en persona operó el conmutador del nuevo equipo con las palabras: "Me es profundamente grato inaugurar la televisión en República Dominicana" (Gimbernard, obra cit., pág. 115).

Eso ocurrió a las doce del mediodía. El primer programa presentado fue "Romance Campesino" con los inolvidables "Macario y Felipa", personajes de la célebre comedia de ambiente campesino. Fue como una alegre despedida del campo en la ciudad, pues los días de su predominio estaban contados. La televisión anunciaba precisamente un nuevo mundo nada romántico ni pastoril: el mundo de la congestionada y despersonalizada urbe.

El programa lo presentó – según reportaje de Diario Libre del primero de agosto de este 2009 – María Cristina Camilo, convirtiéndose así en la primera mujer en el papel de presentadora en el país. Los equipos eran marca RCA, y fueron instalados por el ing. J. K. Gram. El canal asignado, el cuatro. De este modo LVD se transformó en el Palacio de Radio Televisión Dominicana, RTVD. En él funcionaban una escuela de canto, de locución, de baile y orquestas con un nivel de excelencia a toda prueba, y que presentaremos sucintamente en otra ocasión. [José Tobías Beato, escritor dominicano, autor de La mariposa azul]

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