lunes, 1 de junio de 2009

Pasiones, pecados y listas negras


Por Jorge Fernández Díaz | © La Nación
Fuente: mediaIsla.net, Boletín 1127

Hay cosas que el establishment cultural y las vanguardias no perdonan. Una de ellas es el éxito. Aquello que leen muchos tiene forzosamente que ser mediocre o malo, puesto que el gusto de la mayoría de los lectores del mundo es horrible, piensan. Y por lo tanto, quienes consiguen su favor deben ser necesariamente escritores baratos, artistas menores o productos directos de la mercadotecnia. Otra de las cosas imperdonables es la denuncia de aberraciones ocurridas en regímenes de izquierda. Denunciar las barbaridades del régimen nazi o simplemente del capitalismo global solía ser un pasaporte al Olimpo literario. Denunciar las barbaridades del estalinismo era reaccionario y nefasto.

Milan Kundera tuvo éxito y se transformó en un crítico mordaz del socialismo soviético. Escribió novelas relevantes, como La broma y La insoportable levedad del ser , ganó el premio Médicis por La vida está en otra parte y produjo relatos inolvidables, como los que reunió en El libro de los amores ridículos . En un momento estuvo de moda y un momento después cayó en desgracia y olvido. Se llamó a silencio, vivió en el anonimato de su exilio francés y tuvo que sacar la cabeza fuera el año pasado para desmentir a una revista checa que lo acusaba de haber delatado a un joven anticomunista en 1950.

Con ochenta años recién cumplidos, Kundera regresa ahora de verdad con un libro de ensayos que muestran su agudeza y su particular mirada del mundo. Escribe allí sobre sus pasiones: Francis Bacon, Dostoievski, Céline, Philip Roth, Juan Goytisolo, Kafka, Rabelais, Beethoven, Brecht. La música, la poesía, la novela, la política, el poder, el amor, la amistad, el odio, la condición humana.

Un capítulo muy interesante está destinado a Cien años de soledad . "Tengo la impresión -dice- de que esta novela, que es una apoteosis del arte de la novela, es a la vez un adiós dirigido a la era de la novela." Allí asegura que en el texto de García Márquez "el centro de atención ya no es un individuo sino un desfile de individuos; son todos originales, inimitables, y no obstante cada uno de ellos no es más que la luz fugaz de un rayo de sol en las aguas de un río; cada uno de ellos lleva en sí su olvido futuro, y todos y cada uno son conscientes de ello".

El nuevo libro de Kundera se llama Un encuentro y en él se reproduce una carta que alguna vez su autor escribió a Carlos Fuentes, en la que recuerda a García Márquez y a Cortázar, y donde también habla del enorme parentesco que hay entre "la gran América Latina y mi pequeña Europa central, dos lados del mundo igualmente marcados por la memoria histórica del barroco, que hace al escritor hipersensible a la seducción de la imaginación fantástica y onírica".

Se dedica también Kundera a ironizar sobre el destino de las listas negras, "la gran pasión de las vanguardias". Y recuerda los caprichos e injusticias de varios momentos del siglo XX, por ejemplo, las listas que armó Apollinaire, repartiendo "mierdas" y "rosas": "¡La mierda para Dante, Shakespeare, Tólstoi, pero asimismo para Poe, Withman y Baudelaire! La rosa para mí mismo, para Picasso y Stravinski".

Sin decirlo, Kundera acepta que él mismo ahora integra muchas listas negras y que eso no tiene la más mínima importancia. Los textos que adelantamos en esta edición fueron elegidos especialmente por él mismo. Termino acudiendo a una vieja frase suya que alude de algún modo a lo que aquí se ha escrito: "Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia". Es así.
[fontanamoncada]

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