viernes, 1 de mayo de 2009

Mishima inédito


Por P. Ll. | © BABELIA
Fuente: mediaIsla.net

Con una estética de calendario de bomberos para gays sensibles —los estudios de mercadotecnia de la editorial sabrán por qué han optado por esa portada— Alianza traduce al español por primera vez la obra más explícitamente homosexual de Mishima. Más allá del escaso morbo que a los lectores habituales de Mishima esto pueda generarles, los devotos de su obra habrán de hacer un considerable esfuerzo por no dejar este libro en el montón de los medio empezados. Así de terribles son sus primeras 30 páginas. Ya lo anuncia la nota de los traductores: es inmadura, irregular, y necesita ser podada, como al parecer el propio Mishima reconoció. Ellos optan por no hacerlo (a diferencia de lo que hiciera Alfred H. Marks en su traducción al inglés) y hacen bien. Porque este libro, como cualquier otro escrito por Mishima, merece una oportunidad, a pesar de su inicio pedante y aparentemente previsible, y de los soliloquios intelectualoides del personaje de Shunsuké, motor de la trama. Sáltenselos sin pudor, poden a su gusto. Porque, aunque no nos encontramos ante el mejor Mishima, sí nos encontramos ante un Mishima en estado puro representado en sus dos personajes masculinos principales. Shunsuké, el escritor viejo y depravado, es el Mishima feo y enfermizo de su adolescencia, misógino y extremo, culto hasta la extenuación. Yuichi, el bello efebo de cejas perfectas, es el cuerpo que Mishima deseo para sí mismo, que se construyó a base de gimnasio y kendo, y que exhibió, primero, literariamente en su relato Yukoku (Patriotismo) y, luego, en el corto que realizó de éste con él mismo como protagonista. Así que, saltándose las innecesarias y típicamente griegas reflexiones sobre la ausencia de alma de las mujeres, cuyo castigo parece el nudo de la obra, o aquéllas sobre lo bello y lo perverso, entramos en la verdadera novela dentro de la novela: el narciso insensible objeto universal de deseo del ambiente gay (él lo llama "gremio") del Tokio de la posguerra y la maldad que encierra la fealdad. Ahí encontramos, al fin, a Mishima.
[fontanamoncada]

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