sábado, 21 de noviembre de 2009

Dominicanish


La magia del teatro bien hecho cambia a quien lo hace y a quien lo ve. El cierre de los 10 años de Dominicanish y la forma en que nos invita a bregar con la diferencia es prueba de ello.


Por Esther Hernández Medina | © Clave Digital

Ojos mirando el horizonte. Llenos de miedo, de sorpresa, de esperanza. Brazos y manos sosteniendo un remo, intentando remar contra viento y marea. Un cuerpo de mujer doblándose en cámara lenta, nadando casi entre sueños. Lo veo y lo siento. El agua, la desesperación, el fracaso, otra vida perdida al mar… en el mar…

Esa es una de mis partes favoritas de Dominicanish, la obra escrita y presentada por Josefina Báez desde el 1999 hasta el fin de semana pasado. Esa secuencia sin texto, sin explicaciones, con lo estrictamente necesario me daba "teriquito". Tres veces vi la obra y tres veces se me pusieron los pelos de punta. ¿Qué más se le puede pedir al teatro que ese nivel de dedicación y de honestidad? Nada más.

Como teatrista había tenido el privilegio de trabajar con gente que admiro como Claudio Rivera, Viena González, Arturo López, la gente de Teatro Proyección… Recién tuve el honor de trabajar con Josefina Báez en el cierre de Dominicanish pero no había visto la obra completa. Y cuando por fin la vi no lo podía creer. Ya había leído el libro y me había maravillado con su poesía. Ya había visto a Josefina ensayando. Ya había oído del trabajo de Claudio Mir como director y de Ross Huff como músico. Y había leído las excelentes críticas sobre las presentaciones de la obra en Nueva Zelanda, Perú, Los Angeles, India, Miami…

Pero es que no era posible estar preparada para lo que vi y sentí. Y es que Dominicanish la obra y Dominicanish el libro destapan muchos silencios. El silencio sobre la complejidad de la migración ("aquí también los pantis se tienden en el baño"), el cuestionamiento a la discriminación ("me junto con el pájaro de la esquina"), el rechazo al rol de mujer sumisa ("girl loves you! she does, she doesn't") o la construcción deliberada de quien queremos ser ("hablo como boricua y me peino como morena") en las múltiples recogidas de "foni uno" que hacemos en la vida.

Por ejemplo, Sophie Maríñez destaca cómo en Dominicanish se cuestiona la idea de que la identidad dominicana permanece como una foto sin cambios. Dominicanish rompe con estos esquemas precisamente al negarse a "representar" o "retratar la dominicanidad" como si hubiera un modelito único de Dominicanidad 01 a representar o a retratar. Otro estudioso de la obra, Danny Méndez, plantea que incluso el título sugiere diferentes modalidades y grados de "dominicanidad".

Como les decía en otro artículo, es importante no confundir espejos y espejismos. Todos y todas tenemos en la cabeza "espejos" que reflejan lo que vemos y sentimos como parte de la comunidad que somos como nación. Para unos puede ser la pelota, para otras puede ser una forma de hablar ("el dominicano no se emborracha, se da un jumo"), un tipo de comida (¿queso frito? ¿mondongo? ¿sancocho?), nuestro apego a ciertas partes del país, de nuestra ciudad (esté o no en República Dominicana) o simplemente a lo que tenemos en común con familia y amistades.

Sin embargo, los "espejismos" son imágenes falsas a las que nos queremos aferrar como si reflejaran una realidad fija en el tiempo. Decía antes y repito ahora que lo que somos como nación no está tallado en piedra. Cambia mucho mas rápido de lo que creemos. Y parte de ese cambio se da por nuestro contacto con otras experiencias. Dominicanish nos recuerda que no hay fórmulas ni atajos en la construcción de nuestra identidad ya sea como seres humanos o como comunidad.

Por eso no me sorprendió la variedad de la gente involucrada en el cierre de la obra. Esa diversidad nos recuerda lo importante que es ver la diferencia no como una amenaza sino como una puerta de entrada. Las y los académicos que expusieron en el "Dialogue Dominicanish" provenían de República Dominicana, Granada, Perú, Estados Unidos y Canadá. Las y los artistas visuales que están presentando sus obras en la exposición "OM is 10" son de la India, México, Estados Unidos, República Dominicana, Chile, Italia y Brasil. Tanto el seminario como la exposición han generado una conversación y un intercambio impresionantes. O sea, que la diferencia no es tan mala después de todo. ¿Aceptaremos la invitación? [Esther Hernández Medina, socióloga y economista. Candidata doctoral en la Universidad de Brown, EEUU]

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