sábado, 21 de noviembre de 2009

Algunos apuntes sobre La Cosa Nostra Dominicana


La Cosa Nostra Dominicana de Diógenes Abreu fue representada en New York del 23 al 26 de octubre de 2009 Centro Cultural Cívico Dominicano.


Por Carlos Manuel Rivera | © mediaIsla

Finalizó el siglo veinte, dejando inmersa La Cosa Nostra Dominicana como márgenes y subalternos que hemos llegado hasta la saciedad de incertidumbres, preguntas, cuestionamientos, ambigüedades y disyuntivas, quizás oximorónica, y aún no resueltas. Como si fuera poco, comenzó un nuevo milenio, con ya una década desde su inicio, donde las premisas continúan y no se resuelven.

De esta forma, el proletario se fragmenta, se dispersa, invirtiéndose sus valores y desenmascarándose a los paradigmas y saberes absolutos que se les vendían como alicientes paradisíacos en un mundo sin sentido y de angustia existencial. Entonces, ¿qué nos queda como clase obrera y oprimida por el poder? Podía, a lo mejor, señalarse que nos ampara una utopía democrática o socialista con metanarrativas empequeñecidas, como organismos microscópicos que acentúan sus dispersiones, rizomas y dislocaciones para transgredir y subvertir a la hegemonía.Sin embargo, a pesar de estas preguntas sin respuestas inmediatas, nos inclinamos a visualizar a un capitalismo tardío que prosigue su cometido, mientras canivaliza y excede su corriente necrofílica que admira y erotiza su Cadáver exquisito.

De esta manera, el Otro situado frente al poder, confunde su línea fronteriza, su liminalidad; un limbo, donde el narcotráfico compite con el mercado de los precios de petróleo, utilizándose a través de un camuflaje, en el cual el caos empresarial y organizativo, nacional, o institucional se figuran fuera de la culpa. Así, el consumo, el deseo insatisfecho, el crimen, la delincuencia, la prostitución, por mencionar algunos conflictos de nuestra vida, se colocan como signos de una marcada civilización versus barbarie latinoamericana y antillana que desborda abyectamente por los confines del primer mundo. Es decir, Europa y Estados Unidos prometían grandes ágapes a sus súbditos y ahora la ruptura de fronteras, las nuevas cartografías, las nuevas identidades, subjetividades y sensibilidades y los crecientes transnacionalismos, privatizaciones y desmantelamientos de sistemas, se derrochan por un mundo real, virtual e hiperreal, en el cual la brújula y sus puntos cardinales agotan sus baterías y cargas electrónicas, para encausar la encrucijada y abrazar a las partículas cuánticas que nos esperan abiertas en un universo social fractal.

Ahora, no es que ansiemos una contestación a nuestras reflexiones, ni que tampoco se nos diseñen soluciones a los ingredientes que hemos colocado, sino nuestra sociedad o nuestra cotidianeidad de esa práctica diaria sea un antídoto en lo que digerimos paulatinamente lo que Diógenes Abreu nos sugiere con su obra La Cosa Nostra Dominicana.

II

En la primera parte de nuestras reflexiones comentábamos sobre la problemática de incertidumbre, vaciedad, angustia existencial, quizás detenimiento aparente, o fosilización de las multiplicidades de clases marginales y oprimidas latinas, caribeñas y africanas, por decir algunas, en el interior de las sociedades del primer mundo. Sin embargo, nos preguntamos ¿que nos brinda este escrito de Abréu para una puesta en escena? ¿A partir de una lectura del texto, qué encontramos como recursos? Para ello, una ligera respuesta nos dirige a recrear aquellas propuestas del Nuevo Teatro Latinoamericano sesentista-setentista que los Grandes Maestros, como Dragún, Buenaventura, Boal, Díaz, Carballido y Santaliz, por mencionar varios de ellos, proponían para provocar el cambio social, la revolución a bases de utopías e ideologías de un sistema de sociedad sin clases, y la descolonización.

No obstante, en el texto, sus discursos se quedan aparentemente como comentarios planos de sus personajes que los inclinan a una sociedad, donde la clases sociales proletarias han llegado a esa inutilidad, delincuencia, crimen, drogadicción, violencia y lumpenización que la hegemonía propone con su poder a base de la segregación, la impotencia y la dependencia. De ahí que visualicemos cómo esto no da pie para comprender varias fuentes que El Nuevo Teatro Latinoamericano dejó como un legado de metodologías, poéticas y teorías vigentes para un nuevo giro social y político en lo que va desde el fin y el principio de un milenio.

Entonces, ¿qué nos aproxima este texto para la puesta en escena? Buscando una contestación vemos que cada día en el mundo teatral latinoamericano se han desarrollado varias realizaciones que si bien cancelan algunas de las anteriores, no las abandonan completamente por la caída del socialismo real, las dictaduras, golpes de estados y los vaivenes políticos y sociales de su mundo en los confines de sus países originales y en las interioridades de las ciudades de Europa y Estados Unidos, acrecentándose debido a las emigraciones o diásporas de diario, como también al neoliberalismo y al libre mercado, salvaje, transnacional y global. Por lo tanto, decir que las prácticas del teatro del oprimido de Augusto Boal, de la creación colectiva de Buenaventura, del teatro pobre de Santaliz, del teatro del absurdo latinoamericano de Dragún y Díaz, por dar algunos ejemplos, pasarían a ser técnicas, metodologías, lenguajes y discursos dramáticos obsoletos, sería una postura atrevida.

Ahora, habría que resemantizar y reconstruir estas manifestaciones desde otras perspectivas. Es decir, un montaje para esta pieza del teatro dominicano en Estados Unidos necesita un apertura hacia el happening, el performance, la multimedialidad, con el objetivo de provocación más que transformación, dejando la pregunta abierta mediante el recurso de la sugerencia, donde sus metadiscursos proyecten fragmentación, heterodoxia, semiosis infinita de significantes y significados, por expresar algunas de ellas. Se debe elaborar un teatro antidogmático, multidimensional y desconstructivo, en el cual no haya una linealidad del discurso ni donde la estructura logocéntrica apele a la absolutización y al endoctrinamiento como el teatro de sus predecesores. Su justificación estaría en el mismo libreto que produce su dramaturgo para revelar la problemática dada anteriormente.

Al presentarnos un mundo paralizado en sus problemas sociales sin resoluciones como destrucción, absurdo, nihilismo, anarquía de las clases menos privilegiadas de estos dominicanos en espacios de la cultura dominante, como un círculo vicioso sin salidas, sería encomendable que se nos represente un espectáculo, en donde domine la interdisciplina del testimonio de estas clases sociales, el movimiento corporal, la pantomima, el teatro invisible y de foro boaliano, a través de la repetición, la desintegración del lenguaje escénico racional y mimético, en el cual prevalezca el pastiche, la parodia y la ironía, por mencionar algunas tonalidades.

¿Cómo nos explicaríamos esta formalización estética? Su respuesta casi inmediata nos surge cuando observamos un mundo de hibridaciones culturales, políticas, sociales y económicas, en la cual su arte revelador emite una caja de resonancia polifónica, donde sus unidades temáticas, espaciales y temporales se diluyen en muchas capas partículas que el palimpsesto neo-milenario oculta y desoculta desde el juego con la esencia y la apariencia de los grupos sociales dominicanos en Estados Unidos. Queda ahora esperar para disfrutar una expresión artística a la cual no deseamos reprimir su libre creación.

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