martes, 8 de diciembre de 2009

Inventando los amigos por la mediocridad del medio


En memoria de un grandísimo creador


Por José Tobías Beato | © mediaIsla

Hace unas décadas un individuo próximo a los cincuenta años fue ingresado en un hospital de Lisboa. Su estado era grave. El sujeto en cuestión había ingerido durante años su bebida favorita, aguardiente. Los médicos le diagnosticaron un "cólico hepático". Pasada la crisis pidió sus gafas y clamó por sus personalidades literarias. Antes de su ingreso forzoso en el centro de salud había escrito en inglés, su lengua habitual, pese a ser portugués: "I know not what tomorrow will bring (no sé lo que traerá el mañana)........"

Hoy sabemos lo que efectivamente le trajo: al otro día murió y con la muerte vino la inmortalidad de su nombre y de su obra, pues aquel hombre era, a juicio del crítico norteamericano Harold Bloom y de muchos otros, el poeta más representativo del siglo XX, junto al chileno Pablo Neruda. De modo que en aquel cuerpo casi despreciable, habitaba todo un espíritu que era como una inmensísima cúspide: Fernando Pessoa, que se ganaba la vida como traductor y era poeta por vocación.

El mexicano Octavio Paz conoció sus poemas y quedó como hechizado, hasta el punto de traducir buena parte de su obra. Tabucchi ha dedicado algunas páginas memorables a su poesía y biografía. Yo conocí a Pessoa por Tabucchi. Y como éste es uno de los autores que René Rodríguez Soriano utiliza para la construcción de su novela El mal del tiempo, que me propongo sucintamente analizar en otras entregas, quisiera valerme de Pessoa un poco para introducirme en ella.

El Mal del Tiempo gira en torno a los años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer, el continuador o discontinuador de la obra de Trujillo, según se mire, pero que es algo más que eso: la novela es casi una agenda de desarrollo personal, tomado esto como un reto contra la obra del célebre doctor. Y digo esto porque como consecuencia de aquellos gobiernos, el pueblo dominicano ha quedado prácticamente dividido entre una masa enorme de corruptos y una minoría frustrada, sin que se vislumbre hasta la fecha una tercera alternativa. A no ser la corrección que René hace a Engels de su conocida tesis sobre la división entre materialistas e idealistas, considerada como la fundamental en la Gnoseología, para colocar una tercera bifurcación: la de los "comemierdas."

Ahora bien; como El Mal del Tiempo es una obra premiada en un concurso literario, cuyo jurado tenía una composición heterogénea, tal vez éste vio en ella el punto que acabo de mencionar, lo de posible agenda, como un punto unificador al tiempo que de esperanza para las nuevas generaciones que permitiera desandar eventualmente el camino transitado hasta ahora, para internarse en un futuro alternativo y distinto. Lo admito: lo dicho es una consideración muy personal, pero posible; un grito casi. Esto, al margen de la reconocida calidad de la novela y de su construcción destacadamente original, basada a mi juicio en epígrafes. Pero esos asuntos trataré de dilucidarlos en un par de artículos futuros que dedicaré a la obra de René Rodríguez y a su creación artística en general.

Volviendo a Pessoa. Pienso que lo mejor que hacemos de momento es presentar sucintamente al poeta a quienes no le conocen, y a los que sí, recordarles algunos puntos de su biografía, de su obra y circunstancias que nos pueden dar claridad sobre el tema a tratar en los artículos proyectados sobre el narrador, poeta y ensayista René Rodríguez Soriano, quien a pesar de que ya tiene obra madura, continúa cada día ascendiendo hacia la elevadísima cima de la perfección y creatividad literaria con tesón poco común.

Amén de que el 30 de noviembre fue un aniversario más de la muerte de Pessoa, quien respecto a ésta decía que "Si después de morir quisieran escribir mi biografía no hay nada más sencillo. Tiene sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte. Entre una y otra todos los días son míos". Y esto lo escribía no como Pessoa, sino como Alberto Caerio, que no era seudónimo, sino heterónimo, escritor con vida propia, fenómeno en el que forzosamente habremos de detenernos un poco, pues buena parte de la creatividad de todo artista viene dada por su capacidad de crear especies de heterónimos o cuando menos de desdoblarse, y quisiera yo humildemente medir la que posee René en aspecto tan fundamental.

Pero pongamos un poco de orden, trazando a grandes rasgos la biografía de Pessoa. Nació a mediados del año 1888, murió el 30 de noviembre de 1935, en la plenitud del poder de Antonio Salazar. Su padre murió cuando Fernando era apenas un niño. Su madre volvió a casarse, pero el padrastro tenía otros niños, lo que hizo que el sensible Pessoa frecuentemente se aislara en viaje de profunda "introspección".

La familia se mudó a Sudáfrica, donde los niños recibieron una educación británica. Fernando Pessoa entró en contacto con Shakespeare, Milton, Keats, Byron, entre otros y tradujo a Edgar Allan Poe. Fue influenciado por Schopenhauer y Frederick Nietzsche. En 1905 regresó para vivir solo en Portugal. Más exactamente, con su abuela y dos tías. La familia volvió a integrarse más tarde, con el regreso de sus padres a Portugal. Recibió herencia de su abuela, con la que fundó una tipografía y, cosa típica en un intelectual, pronto se encontró en la ruina.

Para sobrevivir traducía correspondencia comercial dos días a la semana; el resto del tiempo lo dedicaba a la literatura, y simultáneamente suponemos que a libar. Escribió primariamente en inglés; aunque pronto comenzó a interesarse por la obra de autores portugueses. En 1912 se inició como crítico: "La nueva poesía portuguesa sociológicamente considerada". Terminará expresando que "mi Patria es la lengua portuguesa", sin dejar de perder universalidad, pues meses antes de morir escribiría en sus notas autobiográficas: "Todo por la humanidad, nada contra la nación", donde invitaba a todos a luchar contra los tres asesinos: "la ignorancia, el fanatismo y la tiranía".

Hombre complejo, lleno de contradicciones, se hizo cristiano gnóstico, opuesto con fiereza a toda iglesia organizada, especialmente de la católica. Estudió la Kabblah judía, se vinculó a la masonería y fue hasta ferviente creyente del signo inscrito en los astros. Por eso en una ocasión en que la poetisa brasileña Cecilia Meireles visitó Portugal para dar unas conferencias, quiso conocer a Pessoa a quien admiraba sinceramente. Concertó una cita, a la que el poeta nunca asistió. Tras dos horas de espera, Meireles volvió al hotel donde se alojaba. Al llegar le entregaron el libro de Pessoa "Mensagem"(conjunto de poemas sobre los grandes personajes de la historia de Portugal), con una brevísima nota en la que el poeta explicaba que "su horóscopo" le indicaba que no lograrían reunirse. Jamás pudieron volver a verse, sobre todo por la pronta muerte de Pessoa.

Rápidamente la dictadura de Salazar atacó las logias y toda sociedad iniciática como la Sociedad de Teosofía, los Rosacruces y otras. Pessoa contraatacó en la prensa y escribió el poema esotérico "En el túmulo de Christian Rosenkrentz". Debemos recordar que el propio Tabucchi es autor de una interesantísima novela Sostiene Pereyra, sobre los inicios de la dictadura de Antonio Oliveira Salazar, quien a juicio del dictador español Francisco Franco fue "el hombre de Estado más completo", con un único defecto: el de la modestia. Y en verdad Salazar fue uno de los políticos más astutos, modelo en más de un sentido de Balaguer y con toda seguridad inspirador de las tesis de su rival, el teórico Peña Batlle. Concitó la admiración de una parte de la familia Trujillo. Por algo fue Portugal el primer refugio de Héctor B. Trujillo, el hermano menor del "Jefe", cuando a la muerte de éste, fueron expulsados de la República Dominicana todos los Trujillo.

Salazar inició su dictadura de más de tres décadas cuando la vida de Pessoa llegaba a su término; pero el poeta llegó a repudiarlo, sobre todo porque el prestigio de Salazar ya era manifiesto desde antes de llegar al poder absoluto. Ya en el período 1928-29 las miradas de todos los portugueses se dirigieron hacia él, al inaugurar un plan de austeridad que consiguió balancear las cuentas públicas del Estado. Y cimentado en tal prestigio, inició una dictadura típica de la derecha católica, cuyos puntales fueron los siguientes: partido único que supuestamente agrupaba a todos aquellos que deseaban servir a la patria. Con una élite intelectual en la que destacaban prestigiosos académicos creó una constitución con la que a partir de 1933 inició el "Estado Novo". Su ideología: el catolicismo, defendido con fanatismo e intransigencia. El Concordato de 1940 oficializó las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Control riguroso de la prensa y de los sindicatos. Felicitado internacionalmente por recibir a los judíos tras la persecución nazi, acosó a los funcionarios que los visaron, algunos de los cuales murieron no solamente desprestigiados, sino en la miseria.

Aliado de Francisco Franco en la guerra civil española, envió el batallón de "Los Viriatos" para secundarlo. Su colonialismo y represión de los negros en Angola, Guinea y Mozambique llevó al régimen salazarsiano al aislamiento internacional. Claramente pueden verse las semejanzas entre el régimen creado por Salazar y el de Trujillo, si excluimos naturalmente, como bien dijo Franco, la modestia.

Pues a diferencia de lo que acontecía en el "Estado Novo", bajo el dictador dominicano, todo era creado por él, ser infatigable y portentoso casi similar a Dios, "Padre de la Patria Nueva". Por eso el período histórico aludido los `prestigiosos' académicos que lo secundaron lo llamaron "Era de Trujillo". Y el final de ambos dictadores fue diametralmente opuesto: al portugués, afectado por un derrame cerebral, los que le rodeaban le hacían creer que aún mandaba. El dominicano, como fiera peligrosa, fue batido a tiro limpio bajo una noche tropical.

Así, aunque Pessoa cantara al amor ("Todas la cartas de amor son ridículas/no serían cartas de amor si no fuesen /ridículas.....Mas, al final, todas las criaturas que nunca escribieron una carta de amor/ son ridículas.....), el poeta que había en él se vio aislado, viviendo en un ambiente donde la intolerancia de los que estaban a favor de la dictadura, como de los que se le oponían, era norma y hábito.

De ahí la creación de los heterónimos, de los que hablaremos en una próxima entrega. Por eso afirmó que "con una falta de gente con la que coexistir, como hay hoy, ¿qué puede un hombre de sensibilidad hacer, sino inventar sus amigos, o cuando menos, sus compañeros de espíritu?" Palabras que también pueden suscribirse hoy plenamente, dada la mediocridad de la que vivimos rodeados, como pantano fétido, cuyas olas al menor movimiento amenazan con tragarnos implacables. Aunque ahora no se trata simplemente de intolerancia, sino de indolencia movida por preocupaciones materiales; más aún, del lujo tratado como si fuese cosa esencial, sin la que no puede vivirse. [José Tobías Beato, dominicano. Autor de La mariposa azul, 2002]

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