Por Orlando Alcántara Fernández (Orly)La novela “El Mal del Tiempo” de René Rodríguez Soriano, laureada con el Premio de Novela UCE 2007, nos deja un sabor amargo que probablemente se asemeja al sentido de la impotencia de Javier, su protagonista, quien hilvana y deshilvana su historia anodina en un repetitivo círculo vicioso de principio a fin, perseguido por los desmanes de quien ha optado por denominar como el “auriga”, líder de una manada inclemente responsable de los males político-sociales de la media isla habitada por Javier, quien no cesa de vivir en carne propia la zozobra de los desmanes del auriga en los años setenta. Se trata de Balaguer y sus funestos Doce Años de opresión en la República Dominicana.
A pesar de que Javier abandonó el seminario cristiano en el que se estaba preparando para ser sacerdote, en su contenido mental no aflora directamente el discurso cristiano propiamente dicho. A lo largo de la novela hay algunos títulos en los 13 cuadernos de su diario que hacen referencia al universo cristiano y también los pueblos mencionados tienen nombres cristianos. Aún así en el monólogo interior de Javier no aparece con precisión la huella de su condición de seminarista cristiano.
Desde el punto de vista literario, el dominio de la lengua, la riqueza lexical, el recurso de las enumeraciones, el aliento lírico-intimista, la simbiosis entre la prosa y la poesía, entre otros atributos, le confieren excelencia narrativa a toda la novela de Rodríguez Soriano. No cabe duda de que sus cualidades literarias están presentes en cada una y todas las páginas del presente texto. Con un sentido lúdico paso a paso Rodríguez Soriano construye una metáfora del vacío existencial que aqueja al personaje principal, sumido en la modorra, la abulia y la desidia de sus momentos depresivos continuos ante la situación político-social de su patria. El desbarajuste en su entorno hace de Javier un joven universitario impotente y desquiciado que lucha por dejar de fumar, se pierde en amoríos múltiples, actúa por inercia y se desvive por Laura, quien vive en el extranjero y con quien finalmente se une a su regreso justo al final de la novela.
Entre las citas más memorables tenemos las siguientes: “Hay un duende triste y remolón que destocona, torna y vira todo.” (p. 70); y “Ayer y hoy, pedaleo, floto, filmo, ruedo y armo un filme mudo, lúdico, tantálico y real: Lío. Ato. Uno. Reato. Amarro cada uno de los altos pespuntes que descosidos me zumbaban.” (p. 176). Noten el acróstico dedica a Laura. Resulta ser un excelente acróstico significativo.
Esta novela confirma nueva vez la calidad literaria de René Rodríguez Soriano. Estamos al tanto de su fervor apasionado por la escritura y la promoción de su obra. En el futuro próximo no nos sorprendería si Rodríguez Soriano llega a ser premiado internacionalmente gracias a su trayectoria y su obra que bien se merecen un premio como El Cervantes, por ejemplo. A lo largo de más de 30 años, Rodríguez Soriano ha sabido conformar una obra sólida marcada por la excelencia literaria y desde ya le auguramos nuevos éxitos a nivel internacional, pues en verdad creemos que se lo merece. Su obra poética y narrativa es su mejor testimonio. ¡Feliciades en Cristo Jesús!
Orly.
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