La India más íntima y personal, a través de tres generaciones de una familia bangladesí, es lo que describe Atlas de una añoranza imposible. Su autora habla en esta entrevista del proceso de creación de sus personajes, de la evolución de la historia, de la desigualdad de las mujeres y el abismo de las clases sociales
Por ANA GABRIELA ROJAS | © BABELIA
Fuente: mediaIsla, Boletín 1137
Acampando en lugares remotos de India, en las montañas, algunas veces entre animales salvajes y ríos caudalosos. Así pasó los primeros años de su vida Anuradha Roy, la nueva promesa de la literatura en el subcontinente. Su padre, un geólogo destinado a explorar en busca de uranio, le enseñaba a distinguir entre los diferentes tipos de rocas, a apreciar los fósiles, a entender los movimientos tectónicos o la fuerza de los volcanes. Por las noches reunía a su familia bajo las estrellas y les hablaba de astronomía. En la primera novela, Atlas de una añoranza imposible (Salamandra), salen a la luz estas reminiscencias así como su espíritu de búsqueda y peculiar sentido del tiempo.
La personalidad de su progenitor -que murió cuando ella tenía 19 años- se revela en Nirmal, uno de los personajes principales que también es geólogo y que como su padre ama la naturaleza salvaje y la soledad. Nirmal viaja con su mente sin ningún recato en el tiempo y su vida está afectada por objetos o acontecimientos de otras épocas. "El pasado puede salir a flote en cualquier momento del presente, está siempre ahí". Ésta también es la forma de ver el tiempo para Anuradha y con ella se mueve y nos transporta a través de su novela.
En un paseo por el emblemático Lodhi Garden de Nueva Delhi en los días más calurosos del verano, Roy cuenta que su experiencia vital aparece en la historia, pero "como todo en ficción que comienza autobiográficamente, Nirmal se convierte en una persona bastante diferente de mi padre".
Así, para ella escribir es bastante parecido a cocinar: "Tú pones los ingredientes, algunos de los cuales vienen de tu memoria y tu experiencia, pero la materia prima se mezcla y cambia en el resultado final".
Atlas de una añoranza imposible es la historia de tres generaciones de una familia bengalí en la primera mitad del siglo pasado. Roy nos deja ver todos sus dramas, sus alegrías, sus relaciones de poder de puertas para adentro de su finca, donde conviven como familia extensa: los padres, los hijos y sus esposas y la nueva generación.
La historia se divide en tres partes, se localiza en tres lugares diferentes -la jungla, una pequeña ciudad imaginaria y la inmensa Calcuta- y habla de tres formas de ver la vida en India en ese tiempo: la de las tribus, la de los bengalíes y la de los ingleses. Con esta historia de amores y desamores, Roy hace un triunfal debut como novelista a sus 32 años, aunque desde su adolescencia había comenzado a publicar relatos, cuentos y ensayos que han sido aplaudidos en India, entre otros con el premio de ensayo de Outlook Picador.
Las mujeres, encerradas, minimizadas y ninguneadas, ocupan una parte esencial de su libro. "En India es imposible no ser feminista: con toda la violencia, opresión e inequidad que las mujeres sufren desde los abortos selectivos hasta el trato a las viudas. Las cosas están cambiando, pero muy lentamente. Se siente una rabia impotente".
La descripción de la historia de la viuda Meera es especialmente dolorosa. Roy, que creció también en una familia extendida, vio de cerca los malos tratos sufridos por su tía que enviudó joven y pasó el resto de su vida vistiendo únicamente las tradicionales ropas blancas, comiendo una dieta pobre y dejada fuera de las celebraciones porque era considerada un "mal agüero andante".
Cuando su padre murió, aunque la discriminación hacia su madre fue más "sutil", también apareció: la arrinconaban en las bodas para que no diera mala suerte. "¡Y esto que la nuestra es una familia urbana educada de clase media alta!", se lamenta.
Pero asegura que no fue realmente consciente de la desigualdad de género hasta que la sufrió en carne propia. Según cuenta, Oxford University Press, la editorial en que trabajaba, la despidió por haberse casado con un compañero de trabajo. "No pidieron a mi esposo que se fuera porque asumieron que sería más aceptable para una mujer dejar su trabajo", dice todavía sorprendida abriendo sus ojos castaños enmarcados por un lunar en el lado izquierdo.
Pero esto sirvió para que ella y su marido, Rukun Advani fundaran su propia editorial: Permanent Black, que se ha convertido en un referente para ensayos y publica a los académicos más importantes del subcontinente.
Roy tiene una voz suave, pausada y dulce. Pero sus palabras son claras y firmes. Además de la discriminación de la mujer, en persona -todavía más que en su novela- no para de reivindicar otras desigualdades sociales que se viven en su país.
El huérfano Mukunda, el personaje "que casi por cuenta propia se convirtió en el principal", es de una casta y religión desconocida, por lo que no encaja dentro de la casa. Y menos cuando la inocente y juguetona relación que tiene con la niña de la familia, Bakul, da señas de convertirse en romance.
También sus mentores, Suleiman Chacha y su esposa se ven arrastrados a huir de su casa y de su Calcuta durante la Partición de India y Pakistán por ser musulmanes. "Nuestra sociedad puede ser excepcionalmente cruel, influenciada por las clases o las castas. A pesar de los avances en campos como la tecnología o las finanzas, aún hoy el abismo entre las personas es gigante", dice. Y aquí sus palabras se confunden con las de su personaje Mukunda, que durante su vida se va dando cuenta de cómo "en la nueva India de las finanzas no hay sitio para la compasión".
En India hay muchas cosas difíciles, reconoce Roy. Sin embargo, ella no podría vivir en otro país. "Tengo la misma relación que se tiene con la persona amada: sabes sus fallos, pero no puedes estar sin ella". Así no se siente con suficiente objetividad respecto a la capital bengalí, Calcuta: la metrópolis dejó un sedimento en su imaginación, una referencia en sus memorias, como se aprecia claramente en su texto.
Del debate y los celos entre los escritores indios que escriben en inglés y en lenguas indias, Roy reconoce que las oportunidades de los autores que escriben en la lengua anglosajona son mayores para dar el salto internacionalmente, como le ha pasado a ella. A pesar de que le costó mucho tocar las puertas de casas editoriales y reescribir una decena de veces, su novela se ha publicado ya en varios idiomas, entre ellos el francés y el español. Dice que este libro para ella es como un "barco de papel" que aunque ella lo ha hecho, ahora flota en un mar picado por sí mismo. "Es mío, pero a la vez no lo es: lo siento cercano, pero extrañamente distante. Especialmente cuando está en idiomas que no puedo leer: cuando abro una de las traducciones, mi propio libro se siente como un objeto remoto y exótico".
A pesar de que se prometió a sí misma no volver a escribir "tras la agonía de la primera novela", ya está escribiendo la segunda, que será también situada en India, pero en el presente. "Cuando los personajes empiezan a rondar en mi cabeza, no tengo alivio hasta que he escrito de ellos. No creo que tener elección sobre escribir: es al mismo tiempo un regalo y una forma de opresión". [fontanamoncada]
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