lunes, 6 de abril de 2009

La escritura como bálsamo


Toni Morrison vuelve a escarbar en la épica racial en su último libro, surcado por esclavitudes y orfandades. La protagonista encuentra su catarsis en la literatura

Por J. A. M. | BABELIA

Fuente: mediaIsla, Boletín 1119

TONY MORRISON A FONDO


Después de Amor (2003), Toni Morrison (1931) ha tardado un largo lustro en volver al mercado, pero su regreso es Una bendición en todos los sentidos posibles: escarba de nuevo en la épica racial y en el alma de aquella legendaria América fundacional, esclavista y colonial, vuelven las emociones a flor de piel de sus poliédricas protagonistas femeninas, que hacen de su mente su verdadera habitación propia, y regresan aquellos hermosos monólogos para la supervivencia emocional, ahogados en oralidad y en poesía de bíblicas cadencias, y la atmósfera onírica y simbólica que la autora de Ohio creó en esa magistral sacudida de la conciencia que es Beloved (1988). Los monólogos tienen ahora la voz de Florens, la joven esclava negra, la mujer "con olor a clavo", como la Gabriela de Amado, que sobrevive sin la dignidad que merece en una plantación de tabaco, entre penurias, dolorosas maternidades e incertidumbres, y que un día conoce a un herrero liberto y sanador con el que aprenderá la sinrazón de la pasión amorosa. Turbada desde entonces por el amor, la peor esclavitud que pueda uno imaginar, "una enfermedad más duradera y letal" que la malaria, entiende como una bendición del cielo el encargo de su señora Rebekka, irremediablemente enferma, de acudir en busca de ese herrero en quien deposita toda esperanza. Como la joven Hester Prynnes de La letra escarlata de Hawthorne, Florens se siente condenada también a llevar cosida en la conciencia la letra que revela su pecado de esclavitud, y tiene en el bosque su espacio simbólico de madurez y de futuro, un espacio salvaje que atraviesa como si de un viaje iniciático se tratara, entre sueños verídicos de realismo mágico ("tengo un sueño que me sueña a su vez. Estoy de rodillas sobre una blanda hierba de la que surge trébol blanco", "cosas más extrañas suceden continuamente en todas partes"), enfrentándose a una naturaleza que simboliza sus propios miedos y su dependencia del amor y otros demonios, como a minha mãe, el recuerdo recurrente de la madre que la vendió o su fragilidad de mujer, "la cabeza me da vueltas debido a la confusión sobre dos cosas: el hambre de ti y el temor a perderme". Escribe Florens su ansiado y ansioso viaje a la luz de los candiles y en segunda persona, pues se dirige al herrero que la enamoró, con el tono ardiente de un desahogo emocional y la ensoñación de la fantasía, "puedes considerar lo que te cuento como una confesión, pero llena de curiosidades habituales sólo en los sueños y en esos momentos en los que el vapor de una tetera adopta la forma del perfil de un perro". Como Sierva María, la enajenada heroína de Del amor y otros demonios de García Márquez, novela con la que Una bendición comparte el barroco colonial, el amor atormentado y una perfumada prosa poética, Florens podría recitarle a su amado los versos de Garcilaso, "Cuando me paro a contemplar mi estado y a ver los pasos por do me has traído", antes de enfrentarse al dolor del desamor, cuando el herrero la rechaza por enajenada y, sic transit gloria mundi, la envía de vuelta a la plantación desde la que Florens escribirá el relato íntimo que tendrá el lector en sus manos. En la escritura encuentra su catarsis. Espléndida nouvelle de voces y tiempos cruzados, de esclavitudes y orfandades, Una bendición compite en sensibilidad con Una canción de Salomón (1977), a la vez que comparte con Beloved la capacidad de enarbolar la bandera de la mujer: "¿Por qué es ella y siempre ella el centro de las cosas?", se preguntaba ya en la novela que le valió el Pulitzer. Morrison ha puesto mucho de su talento en esta nueva novela y en la figura de Florens, la mujer que encuentra en el paraíso de la pasión el infierno del desamor, y que elige poner por escrito sus razones de amor para redimirse, porque no es nunca la escritura un mal remedio si son amores contrariados los que infligen el dolor. -

El taller de Morrison

La Nobel de 1993 ha armado el puzle de su narrativa con las piezas que le han ido cediendo la tradición oral, la Biblia y los grandes autores:

- El narrador: los storytellers de la tradición oral del folclor africano y Faulkner y su depurada técnica del monólogo.

- El personaje: Jane Austen y su concepción naturalista de las figuras femeninas, y asimismo el análisis de la conciencia de la mujer que lleva a cabo Virginia Woolf.

- El estilo: la exaltación emocional y el lirismo de Faulkner y el onirismo del realismo mágico de García Márquez.

- El espacio narrativo: sus lecturas juveniles de Tolstói explican su minuciosa ambientación, y de Melville extrae su interés por la influencia de la naturaleza en el ser humano, pero les debe su concepción mítica y legendaria, unida a la idea de la raza y las estirpes, al Sur de Faulkner y al Macondo de García Márquez.

- El compromiso social: la tendencia alegórica y la contraposición entre individualidad y colectivo proceden de Nathaniel Hawthorne, y el espíritu liberal y feminista de sus muchas mujeres protagonistas se inspira en Austen.
[fontanamoncada]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Haga sus comentarios por favor.