Por Betsy Barros Núñez | © MEDIAISLA, Boletín 1116
Durante el siglo XX, la oralidad, en los escritores del Caribe, adquiere fuerza; una suerte de palimpsesto, en la que cada narrador introduce quiebres a sus testimonios y/o modifica el hecho testimonial. Más aún, la ficcionalización de la oralidad traduce circunstancias que desde las formas creadoras relevan el carácter de la historia o la fábula. En esto, García Márquez es un maestro que se vale de las anécdotas y experiencias narradas por sus familiares y, vividas u observadas durante su infancia y adolescencia para retrotraer una serie de imágenes que nutren los textos y dan cuerpo a sus narraciones, sin desvincularlos del contexto donde se suceden o suscitan.
Los elementos propios de las tradiciones son figuras de cuerpo presente en las construcciones narrativas de Gabriel García Márquez. El gallo; instrumento de identidad. La costumbre y el ritual de la muerte; signo y símbolo. La fuerza onírica de los agüeros, supersticiones y premoniciones; avisos o señales en la ocurrencia de sucesos. La compañía de los muertos. La carnavalización del hecho narrado consigna al relato de naturaleza trágica, una especie de guarda que remite a sucesos impensables y ocurrencias fantásticas, en un tono de ironía, humor, sátira a veces, hiperbólico, sin abandonar el referente histórico, haciendo un mapeo de la historia de Colombia y la historia universal desde sus inicios.
Con "Cien Años de Soledad", él construye el marco general o la carta de orientación de gran parte de sus obras posteriores: "El Coronel no tiene quien le escriba", "La triste historia de la Cándida Eréndira y la Abuela desalmada", "El ahogado más hermoso del mundo", "Un señor muy viejo con unas alas enormes", etc.
Por su parte, José Félix Fuenmayor y Jorge García Usta (tiempo después) conducen los caminos escriturales exaltando la presencia humana hacia connotantes moralizadoras; en ocasiones, llenas de valores, sin omitir el tinte político y, especialmente, social. Asimismo, Raúl Gómez Jattin, Giovanni Quessep y Jorge García Usta responden a la trascendentalidad del hombre y sus contrariedades que lo alejan de la caricaturización de la realidad apelada por Márquez: reducto de los escritores clásicos y la literatura europea.
En las afirmaciones de Rómulo Bustos Aguirre, en García Usta, se trata de "una épica que ha invertido, que ha violentado sus fórmulas, sus esquemas. Una épica, un heroísmo de lo cotidiano y anónimo: el propósito es historiar, cantar lo que no tiene historia…" (Una épica de lo cotidiano, p.321). A lo que sumo las observaciones de Héctor Rojas
Herazo, en lo atinente: "…Nos estamos refiriendo a la carga geográfica, furiosamente lugareña, alcanzada por cada sector de esta poesía. A lo vernáculo positivo. Esto le permite a García Usta rescatar las cosas esenciales por entrañables; la piquería de trompos, bajo los árboles con un trémolo, al fondo, de gallos de pelea; el nombre del artista más fino para tejer abarcas o el del que logra imprimirle los más deleitosos susurros a los runrunes de un barrilete; las masturbaciones infantiles en común, en los patios ruinosos, salivando mamones o ciruelas robados, el deleite, de sensualidad intransferible, secreta (verdadera síntesis de lo que vale lo cotidiano inmediato) de paladear un pocillo de café mañanero o aspirar el humo de un tabaco revuelto, mientras discurren, zumban o se disuelven las conversaciones corrientes…" (Magazín Dominical del Espectador, Bogotá, 1992)
Mientras, Gabriel Ferrer expone: "En Raúl Gómez Jattin, los recursos de la oralidad se desarrollan en la elaboración dentro del poema de contextos conversacionales, en el uso de expresiones cotidianas y de distintas formas de apelación (nombre propio y diversos apelativos). Estas formas dialógicas se relacionan con uno de los sentidos de su obra: la búsqueda del otro como forma de redención. En Jorge Artel, la oralidad presenta las mismas facetas que en Gómez Jattin, pero la tradición oral se arraiga en diversos géneros como lo legendario, los géneros musicales y en lo popular y folclórico negroide, para producir uno de los sentidos: la búsqueda de la identidad caribe vinculada al rescate del ancestro, como imagen, espacio y tiempo. En lo que respecta al lenguaje religioso como procedimiento, se recrea también mediante: la intertextualidad con géneros como el himno, el salmo, la oración, el proverbio, que aparecen en la Biblia; el léxico y otro tipo de intertextualidad basada en la historia y personajes de la Biblia. Rojas Herazo, por ejemplo, acude a la oración, a la sentencia entretejidas en el poema y reelaboradas en el verso en ocasiones desde un sincretismo religioso" (Encuentros y desencuentros en la Poesía del Caribe Colombiano).
Julio César Goyes Narváez, por su parte, dice: "En Rojas Herazo la cultura popular es concebida como actividad formante y no como exotismo, pues en gran parte de la creación artística en América Latina las estéticas populares cumplen funciones estructuradoras al alternar formas heredadas de culturas elevadas" (El deseo de la sombra. La poesía de Héctor Rojas Herazo)
Lejos de una escritura de "Ciudad letrada", el caso de Márquez, Fuenmayor, Herazo y Usta es el de escritores que universalizan el concepto de aldea, partiendo del lenguaje; acto de comunicación donde las palabras contextualizan la historia, predominando más el círculo como símbolo que la flecha; ambos, elementos representativos de las culturas orales y escritas respectivamente. De tal manera, la transculturación (término acuñado por Fernando Ortiz) es parte representativa de la producción de estos autores: sustrato del habla y la lengua de los diversos grupos humanos asentados en el caribe. En dicho caso, se aproxima el constructo de identidades y de memorias que confluyen para un proceso de revitalización de valores regionales.
Reconocido como uno de los narradores de la transculturación, García Márquez proporciona, al lector, voces populares auténticas y presenta particularidades culturales (idiosincrasia, concepción de mundo, filosofía de vida…), validando recursos como la estilización del habla regional y la lengua.
En palabras de Bourdieu: "Se trata de escribir la realidad, no de imitarla. Dejar que se produzca a sí misma. Reivindicar el poder del arte de constituirlo todo gracias a la virtud de la forma, de transmutarlo todo en obra de arte gracias a la eficacia de la propia escritura".
Según Ángel Rama, al inscribir las palabras en un contexto lingüístico trasmiten su significado pleno. Hacer gala de la "plasticidad cultural"; es decir, el hecho estético en su más alta expresión a partir de la simpleza del lenguaje popular, con un toque de originalidad en la forma y el sentido de lo escrito, otorga a los personajes su carácter propio en un ámbito coloquial, superando el idiolecto, dialecto o sociolecto.
Los componentes de la oralidad en, Carlos Montemayor, están dados por la Lengua, la Comunicación oral y el Habla, componentes que se adicionan como ingredientes complementarios en las creaciones literarias de estos escritores.
En José Félix Fuenmayor; "La muerte en la calle" y "Qué es la vida", historias de vida profundas y cargadas de simplezas; describen, sin mayor artificio, que la reflexión y traslucen el ambiente, la filosofía del campesino, del iletrado, del pueblerino, enfatizando el aprendizaje de lo vivido y la memoria untada de realidades próximas.
De igual manera, las creaciones de García Márquez son ricas en intertextualidad con una abundancia de enlaces o fuentes conectivas de autointertextualidad: conjunto de manifestaciones al interior de textos determinados a partir de los cuales, comparte y traslada historias que dan lugar a otras como se imbrican personajes, escenas, relatos, frases y episodios tal un juego de ping pong.
La oralidad, entonces, se expresa en los modos y usos del lenguaje, elementos formularios de la escritura: coplas, dichos, refranes, sabiduría popular, parábolas, fábulas, cantos y mitos, cuyo fundamento es lo ritual y lo ideológico en un orden expreso de libertad y liberación (en el caso de Candelario Obeso, Jorge Artel y Luís Carlos López), en oposición a la ciudad letrada. La oralidad es una manifestación de autenticidad colectiva y mestizaje, relevando lo antropológico.
Aludiendo al uso de refranes, proverbios, adagios y frases populares, se recaba en la importancia pragmática de éstos en el discurso. El escritor demanda la razonabilidad del acto de habla, instrumento válido como base o sustentación de sus proceso argumentativos; además que permiten una cohesión entre lo narrado y los ámbitos de vida de los personajes y la cultura.
Los escritores del Caribe Colombiano no reconocen un discurso metaliterario; por el contrario, extraen del contexto, experiencias, vivencias y viajes; el sustrato de sus imaginaciones y posteriores obras.
[Betsy Barros Núñez, poeta y ensayista de la guajira colombiana]~
AAAAA.. POR QE FALLA LA VOLUNTAD DE ERENDIDA??
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