Por María Cristina Azcona*
Fuente: poetasdelmundo.com
ARGENTINA: El mundo actual se asoma al abismo de la nada cósmica. Su oquedad surge de la ausencia de fe y de valores humanitarios. Hoy se hunde en el agujero negro de su propio egoísmo, de su soberbia inconsulta, de su idolatría por el dinero, el confort, el consumo desenfrenado y la perversidad reinante. El hombre se yergue como su propio dios y se adora a sí mismo descreyendo de lo Absoluto. Esta ignorancia supina y obscena se manifiesta en la obsesión por los paradigmas del odio y la pornografía. Su error básico lo ha conducido a una encrucijada final y apocalíptica de la cual no saldrá sin la ayuda de quienes aún creen en la existencia de otro mundo, el de la Verdad, el Bien, la Belleza, el Sentido, la Solidaridad y la Justicia. El esfuerzo mayúsculo de quienes aún sustentan la fe en el poder de la palabra como generadora de ideas, de cambios sociales positivos, ha dado como fruto la Nueva Poesía Social porque es la belleza con sentido profundo y no un simple estuche vacío de verdades. La poesía es lo que debe ser: un vehículo que veloz e instantáneo utiliza como combustible, no el petróleo de la ignominia ni la sangre de los inocentes de cualquier extracción sino el vehículo más refinado del hombre que es su lenguaje, las letras.
Recuerdo La Pietá de Miguel Ángel.El imposible pliegue del mármol en la mirada de la Virgen, sus manos serenas, piadosas sobre su hijo muerto. El dolor de una madre, la piedad de una madre, la frialdad del mármol y el contraste violento entre la frialdad de algunos corazones y la dulcísima piedad de María, la dulcísima piedad de Miguel Ángel que se transforma en nuestra propia piedad ante el sufrimiento de las madres sufrientes, las madres de la guerra, de las víctimas, de los secuestrados. La piedad y el dolor o ese Jesús que desde los muros de la capilla Sixtina parece estarnos avisando algo, parece tan real desde la mirada del artista que fue a lo real, se internó en su profundo sentido de la vida y retornó con un juicio de valor encarnado en la imagen de Jesús y cuando elevamos los ojos y nuestros ojos se cruzan con los de Él, bueno, sentimos el temor de Dios y el arte una vez más logra alcanzar la dimensión de real. Logra actuar sobre lo real e inculcar, esculpir en nuestras mentes posmodernas un poco de esa piedad y de ese juicio de valor.
La poesía social le da prioridad al contenido pero sin perder la armonía estética del poema. No rellena una forma sino que tiene algo que decir sobre una realidad fea y lo dice colocando ese dicho en un bello estuche poético, y lo hace con la intención de provocar una reacción en el lector. El poeta que escribe un poema social, se apoya en su interioridad plena, la que incluye su conciencia moral. Usa en su poema toda su estructura interna, su andamiaje valorativo y se compromete con el hecho social.
El poeta es un educador de generaciones que sintetiza en su perla verbal, un concepto, una enseñanza, una cura. Ya sea que lo exprese en forma directa o indirecta, el poeta está enseñándonos algo. A través de su eterno asombro, de su alma de niño eterno que no quiere acostumbrarse a lo malo, el poeta nos contagia su indignación hecha dolor y nos obliga a sentir ese dolor y esa indignación.
Vivimos en un mundo y en una época violenta y decadente, en la que no abunda la defensa de los valores del Bien y la Justicia. Se habla de derechos humanos en foros internacionales y se gastan ríos de tinta en explicarlos pero esas reglas no se cumplen. Se avasalla al hombre por el hombre en todos los confines del planeta. La educación en valores es la única herramienta que puede lograr inculcar en las nuevas generaciones el respeto por la vida, la búsqueda de la paz y el bien social. La poesía que se dedica a analizar y criticar una realidad social se llama poesía social. La poesía social es una perla que encierra en su interior la posibilidad de comprimir una síntesis, un ADN moral que pueda pervivir durante siglos.
“La poesía social es un instrumento para cambiar el Mundo”. Dice Blas de Otero y en verso dice:
Pido la paz y la palabra.
Digo Océano Pacífico, lo que me dejan.
Pido la paz y la palabra
La poesía social de cada época es como un espejo de crítica moral de la realidad que circundaba a cada poeta El desinterés económico del poeta lo hace especialmente proclive a la sinceridad. Si bien por definición no es objetivo en la descripción de los hechos, ya que la busca la belleza y el bien, y no la verdad en forma directa, paradójicamente la alcanza desde su particular posición de desinterés que lo transforma en un observador agudo e insobornable.
Poesía social es sentimiento, idea y acción. Lo que yo llamo Corazón, Cabeza y Víscera. La poesía tiene el poder de actuar sobre el lector provocando una emoción, una toma de conciencia y tal vez una acción.
En síntesis: Cuando la realidad viola principios morales necesarios para la conservación de la vida y el respeto a los derechos de todos a una vida digna, se precisa la educación en valores y la poesía es un estuche estético y sintético de esta educación. la película dorada que recubre la píldora. “Dorar la píldora” para que el remedio surta efecto. El amor romántico en el poema encierra sin duda una exaltación de uno de los sentimientos más puros del alma. La crítica social en un poema alcanza la magnitud de la perfección cuando logra en una frase irónica expresar en muy pocas palabras una enseñanza imperecedera. “Poderoso Caballero es Don Dinero” dice Quevedo, en el siglo de oro español.
“Dormía y soñé que la vida era alegría
Desperté y vi que la vida era servicio.
Serví y vi que el servicio era alegría.”
Rabindranath Tagore
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