jueves, 12 de febrero de 2009

Alexis Gómez Rosa, donde despierta y anida la guinea


Pocas veces he conocido a un ser que transmita tanta alegría y serenidad. Cuando conocí al poeta Alexis Gómez Rosa en Granada, no pude disociarlo del poeta Plinio Chaín, pues ambos formaban una dupla que espantaba cualquier cara seria, con ese trato chicharachero y entrador que viene siempre como esencia del caribe. Sólo quedaba escucharles en sus lecturas para saber de dónde provenía tanta alegría y desenfado, y claro, uno siempre se queda corto al momento de intentar la separación vital entre el poeta y el poema... sí, claro, uno es un necio, un aburrido picapoemas hasta no entender lo que no necesita explicación: la poesía es vida, absoluta dispersión de luz.

Por Pedro Granados | © Bitácora del párvulo
Fuente: mediaIsla "Boletín 1111"


Alexis Gómez-Rosa (Santo Domingo, 1950), entre 1973 (Oficio de post-muerte) y 2005 (La guerra de los mamíferos), lleva ya publicados diez poemarios. A un tiempo local y cosmopolita, su obra poética se considera notable, por unanimidad, dentro y fuera de su propia patria. Asimismo, es un referente imprescindible para hablar sobre poesía, la de aquí y la de acullá, por su comprobado ejercicio de la crítica disperso en ensayos, artículos periodísticos y ya numerosas entrevistas; como por su talento, lo comprobará enseguida el curioso lector, para jamás dejar de ser entretenido. En el espectro de las poéticas que en este mismo comienzo de milenio, a manera de hojaldres, conviven en la República Dominicana ("poesía del pensamiento", del espectáculo, del "das Ding" o del neo-testimonio), quizá lo más apropiado en su caso sería hacerle corresponder la del espectáculo; aquella capacidad, tan suya, de apropiarse de todo y de experimentar exitosamente con todo eso (haiku, "británico modo", poesía concreta, etc.) que le perdonamos, y no menos nos encandilamos, incluso a expensas de saber que son los atributos de un gran actor.

Te sientes un escritor generacional, ¿en qué medida y sentido?

Pertenezco a la Generación del 60 (parte atrás: Promoción del 65), como se pertenece a una familia de la que soy, en verdad, un hijo putativo. Tengo en común con los poetas de post-guerra, el aire marcial, la fuente, y los disparos de Marcial Lafuente Estefanía. Si nos acogemos al clásico decálogo de la teoría de las generaciones (Ortega Gasset, Julián Marías, Pedro Salinas), no califico para ingresar a muchas casillas.

A parte de pertenecer cronológicamente a la misma época; vivir la experiencia de un hecho histórico importante y propiciar acciones grupales que marcaran más bien la diferencia, no creo que tuviera mucho en común con mis amigos de inicio. Un aspecto significativo como la construcción de un lenguaje afín a una sensibilidad de tiempo abierto (década del 60), que conforme y consolide un movimiento estético, no se produjo entre nosotros. La miopía política, el instrumentalismo literario de concienciación, la escasez de lecturas o el desprecio de obras fundacionales por su origen, impidieron crear un grupo de sólida formación, creativo, y de aguda visión crítica. César Vallejo, figura paradigmática de la vanguardia latinoamericana, importa por sus Poemas humanos, no por Trilce. El rechazo de la preocupación formal fue la tónica y por tanto al zafacón tantos poemarios.

Tener imágenes surrealistas en un poema levantaba condenas que te anatematizaban por irracionalista y alienante. Octavio Paz, Borges y Lezama Lima apestaban por reaccionarios, y enarbolando la bandera de la Revolución y del hombre nuevo, nos plegamos al coro de la ortodoxia marxista y al autoritarismo militarista y antihumano de Cuba. Decidí quitarme el bobo. Ante mis compañeros condené a Stalin, al Fidel que humilló a Padilla y metió a la cárcel a Raúl Rivero por un crimen de opinión. ¿A dónde puede ir una generación que tiene por norte decir: "Entre nosotros no hay maricones ni reaccionarios"?, como si las preferencias sexuales y las posturas ideológicas no excedieran al rigor de la literatura.

De mi generación, de la generación de post-guerra, rescato el coraje y la dignidad cívica, el sentimiento de solidaridad y el sacrificio. Rechazo, asimismo, la irresponsabilidad escritural (mala poesía), la espontaneidad huera de los teóricos, la actitud persecutoria contra un gusto nuevo en la música, artes plástica y cine; en fin, rechazo la estridencia y la camisa de fuerza.

¿Compartirías la impresión que apuntáramos en un breve ensayo anterior, respecto a que si pudiéramos ensayar un paralelo de tu obra con la de alguno de tus coetáneos latinoamericanos, aunque un poco algo mayor, sería con la del peruano Antonio Cisneros: "ambos son dos nerudas desencantados, por astutos y bien informados, pero que ponen a buen recaudo del poder –tal como Góngora en alguna letrilla- su queso y su vino privados"?

No gusto hacer paralelismo. Mi afinidad con Cisneros (poeta que respeto y admiro) es la que puedo establecer con Mirko Lauer y Rodolfo Hinostroza y, fuera del Perú, con los brasileros Paolo Leminsky y Ferreira Gullar. Antes me acerqué a Nicanor Parra, Ernesto Cardenal (el de la Oración por Marilyn Monroe) y al Enrique Lihn de Poesía de paso, Paseo Ahumada y Escrito en Cuba. Y no te menciono las grandes voces del universo anglo de donde se desprende este nuevo acento, esta particular dicción del entramado callejero doméstico.

¿Por qué estas voces?, ¿Cuál es el cordón que las une y acredita en un capítulo común de distensión creadora? Las respuestas a estas preguntas se centran en la poética de Neruda. Porque nacimos a la escritura con él contra él escribimos; porque su presencia devino en influencia paralizante, reaccionamos destacando los caminos que escondía su follaje. En un momento dado sentí la necesidad de sepultar la melopea nerudiana: su música, su adjetivación, su imaginario. Neruda es un torrente (voz de océano) que hizo naufragar muchas islas.

Aquí en Santo Domingo, por ejemplo, Pedro Mir remeda su poesía invalidando la mitad de su producción poética al reproducir sus procedimientos. Se impuso entonces la búsqueda de una vía que nos hiciera marcar el deslinde y tras ese propósito coincidí con otros poetas que arrimaron sus voces para establecer un orden distinto.

Tu experiencia de vivir en New York como estudiante del postgrado y profesor, sin lugar a dudas, amplió tu horizonte vital y cultural. ¿Cuáles crees han sido para tu poesía las experiencias más decisivas de esa época?

Pasar quince años en Nueva York no dará para tener asegurada una pensión del gobierno por retiro, aunque si es tiempo suficiente para modificar una visión pazguata, moralista, provinciana: la visión del inmigrante caribeño. En Nueva York pude ampliar lo que Santo Domingo sembró: el desasosiego de una enfermedad de ojos sedientos y peregrinos. En Nueva York, como Neruda, yo también comí en Hungría; y en su barrio chino inicié mi colección de curiosidades artesanales. Pocos lugares en el mundo te brindan la oportunidad de viajar a las antípodas en el perímetro de unas cuadras.

Tanta importancia tienen y repercuten en mi obra mis andanzas peatonales como mis lecturas, conciertos, visitas a los museos y al cine. Nueva York es el compás que gira sobre su eje desplegándote un abanico de novedades y edades por las que uno pasó de noche. Vivía con viejas deudas (culturales) regresando siempre a un estado lastimero con los ojos fijos en mi drama de latinoamericano que no logra despegar. La situación, penosa: en Nueva York, menos; en Boston, más, pero el mismo recelo y cualquierizacion. Pasando un balance pesa lo positivo.

Años de estudio y trabajo fabril, arrastrando (como el hombre del bacalao), el peso de la soledad, la precariedad económica y la angustia. Todo eso en su conjunto nutre (nutrió) mi poesía que no termina de engordar.

¿Cómo percibes la poesía que se escribe ahora mismo en la República Dominicana? Respecto a la poesía continental última, Julio Ortega menciona, en un Hueso Húmero reciente, que habiéndose puesto al margen la política nuestra poesía se ha banalizado. ¿Crees que esto ocurre también en tu país?

Es muy posible que los juicios de Ortega (Julio) tengan validez con respecto a Latinoamerica. Y en verdad no sé hasta dónde.

Habría que revisar la poesía del período al que alude (el de ahora, no?), donde se pueden sacar nombres como los de María Negroni, García Helder, Mercedes Roffé, Miguel Aníbal Perdomo, Carlos Rodríguez, Eduardo Chirinos, Rocío Silva Santisteban, María Baranda, Raúl Barrientos, por mencionar algunos nombres que pueden decir muy bien lo contrario. La poesía de hoy se ha refugiado en las causas menudas. Cero grandilocuencias declamatorias; cero monumentalismo en la utopía.

Si la política tendió las redes que ampararon los sueños de redención americanista, la cultura crea (viene creando) un espacio de permutaciones y fragmentaciones diversas que el poema encastilla con misión renacentista. Si en unos poetas la vertiente busca lo neobarroco (Echevarren, Perlongher, Lamborghini); en otros se privilegia el camino del minimalismo llevando la expresión a una austeridad de formas y recursos.

En la Republica Dominicana los nuevos poetas (Homero Pumarol, Rita Indiana Hernández, Frank Báez), se desarrollan en un marco de operaciones cargado de señales ciberespaciales y electricidad de ritmos y velocidades cromáticas. Llamar a esto banalidad? -Pásame los resultados.

Yo diría que hay una fuerza de instancias convergentes conjugando recursos que la tecnología pone a circular y que ha relanzado a la poesía concreta en estos momentos con la inauguración de múltiples exposiciones. Creo que la banalización esta en la formula; cuando conviertes el proceso de la escritura en un camino ausente de sorpresas.

¿Cuál es el poema que aún no se ha escrito en la República Dominicana?

Aquel dotado de la intemporalidad que haga trascender el carácter y los valores espirituales de los dominicanos, o algún aspecto emblemático del ser nacional: esa isla de naufragios navegantes. (Esto me sonó a cartilla de moral y cívica, pero así es).

¿Cómo andan las relaciones de la poesía dominicana con sus pares del mundo hispano, incluida España por supuesto, en este periodo de globalización?

La poesía dominicana ha crecido en la mayor orfandad. Distanciada de lo que ocurre en otras partes del ámbito hispánico (aún con los medios que aporta este mundo globalizado) la poesía que hoy se hace en la isla tiene de contemporaneidad lo que arrastra el viento al desplazarse, lo que respiran e intuyen los poetas en su accionar cotidiano.

El poeta dominicano (salvo contadas excepciones) desconoce lo que hacen sus pares en América Latina, Norteamérica y Europa. Nos hemos mantenido como el secreto mejor guardado del Caribe (es una frase que gusto repetir), incontaminados, en singular estado de pureza. Es proverbial la actitud del dominicano de trabajarlo todo en ese páramo ideal del mañana; y así responder mañana la correspondencia, mañana dejar que la imaginación nos ilumine y hacer la canción.

No hemos hecho valer nunca la frase de Oscar Wilde que dice: "genio es un 5% de inspiración y 95% de trabajo". Ha sido más fácil invertir las cosas y dejar que la obra se produzca por generación espontánea y al ritmo que impongan las circunstancias. Solo de esta manera se explica tener tantos autores de un solo poema.

¿Tienes alguna imagen recurrente que te asalta en el camino? ¿Alguna arcadia hecha utopía? ¿Un inconmovible cuadro pesadillezco?

Los surrealistas quisieron hacer del poema un acorazado sublime de bolsillo. Yo he ambicionado convertir el poema en una casa de resonancia haciendo eco de las palabras de la tribu.

Si la narrativa ha creado un tejido verbal por el cual la sociedad y un tiempo determinado se expresan; el poema ¿por qué no habría de reunir historia y pasión en un comprimido excitante? Noto que de un tiempo a esta parte la página se ha llenado de gente.

¿Cómo asumes cotidianeidad y poesía?

Despertar: afeitarme, tomar un baño y desayunar, es parte de mi acontecer cotidiano. La poesía es harina de otro costal; brota en la línea horaria de mi reloj biológico sin la puntualidad que impone la costumbre. Escribo en la guagua, en el parque, en la casa, girando con la mesita portátil que me hace ir del muelle y malecón capitalinos, a una quimérica estación capitaneada por Ray Bradbury.

¿Cuál es tu próximo poemario?

¿A publicar? –Marginal de imperfección. ¿A trabajar? –Despierta el cuerpo donde anida y muere la guinea.
[gomez_rosa@hotmail.com]

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