Una obra excéntrica y audaz, en la cual lo cotidiano se revela como el mejor estuche de lo fantástico, asegura la periodista y escritora argentina Raquel Garzón a propósito de la publicación de Ejércitos de la oscuridad, diario nocturno de Silvina Ocampo (Buenos Aires, 1903-1993), escrito entre 1969 y 1970
Por RAQUEL GARZÓN | © BABELIA
Fuente: mediaIsla "Resumen 1111"
Las anécdotas sobre Silvina Ocampo (Buenos Aires, 1903-1993) alimentan la leyenda de una autora tan discreta como original. Se dice que le bastaron tres letras para resumir el encuentro más importante de su vida: "ABC", contestó ante la pregunta, por el escritor Adolfo Bioy Casares, a quien le llevaba 11 años y con quien se casó en 1940. Otra la sitúa en los bosques del barrio de Palermo, esperando a un amigo que al llegar se sorprende de verla con un hombre a quien, a su turno, ella presenta sin más: "El señor es el exhibicionista de Palermo". Una tercera la enfrenta a una lectora que la confunde con otra escritora (best seller en su tiempo), con quien comparte el nombre de pila, ante lo cual sin que le tiemble la mano, Ocampo estampa el autógrafo que le piden: "Silvina Bullrich". A esos chispazos de anticonvencionalidad y al portento de su obra excéntrica y audaz, en la cual lo cotidiano se revela como el mejor estuche de lo fantástico y la servidumbre toma la casa, recreando el costumbrismo, Ejércitos de la oscuridad (Sudamericana), hasta ahora inédito y publicado hace unos meses en la Argentina, suma la bitácora de una intimidad, la riqueza del entretelón y la sazonada complejidad de las entrelíneas. "Es como un diario en el que conviven personas, cosas, animales, lugares que me han gustado. Alguna lectura de infancia, algún hecho increíble de ciertos personajes (...) Tal vez sea el libro que más me gusta...", anticipó la autora de Y así sucesivamente en una entrevista de 1979. Páginas que pueden leerse en paralelo con sus cuentos y poemas, iluminando el origen de argumentos, fascinaciones e ideas que Ocampo escribiría y reescribiría a lo largo de su vida.
Casas que navegan y crujen como barcos, retazos de sueños y esquirlas de pesadillas, un niño que al dibujar cada noche delinea el futuro de su madre, fragmentos de diálogos reinterpretados décadas después, predilecciones y asombros, la genealogía de ciertos rostros en la que caben desde cleptómanas de alta sociedad que birlan sábanas, pañuelos o ceniceros hasta una vieja sirvienta que se casa a los 60 años con un almacenero rico son algunas de las extrañas criaturas que pueblan las cuatro secciones del libro ('Inscripciones en la arena', 'Ejércitos de la oscuridad', 'Epigramas' y 'Analectas'). "Desde la infancia veo en la oscuridad total de un cuarto, cuando estoy por dormirme, una suerte de raudo ejército azul y colorado que avanza en dirección a mí hasta que se pierde (...) Ese ejército fue siempre para mí el ejército de la noche (...), la noche, que para mí es un sitio, el sitio más importante del mundo", explica Ocampo en el apartado que da nombre a todo el libro. Recogido en un cuaderno regalado por y dedicado a la poeta Alejandra Pizarnik (el presunto romance entre ambas da para otro artículo), hallado entre los papeles personales de Ocampo, el texto es fechado por Ernesto Montequin, a cargo de la edición, entre mayo de 1969 y enero de 1970, por razones que explica en una pormenorizada nota. Allí cuenta también cómo se sumaron a él las otras tres series, enlazadas por el cariz autobiográfico, aunque escritas en épocas diversas.
Metrónomo de insomnios, identikit de una noctámbula que se revela alternativamente irónica ("Morir no sienta a cualquiera. Vivir tampoco") o tierna ("creo en las mentiras, por amabilidad, cuando me las dedican"), el libro despliega entre sus tesoros bocetos de argumentos que Ocampo después escribiría (o no), confidencias ("cuando digo uno nunca pienso en mí"), máximas ("no lleves al infierno los retratos del cielo") y hasta la enumeración del zoológico particular de sucesivas mascotas (casi todas de destino infausto) que compartieron su niñez ("una cabra blanca, un petizo, un gato, un caballo tobiano...") . Fragmentos en los cuales la autora de Los traidores bendice la deriva y acepta el vértigo de esas noches en blanco que matiza con filosos apuntes sobre la realidad: "Hoy, por radio, J.L.B. dijo que detesta -no sé si empleó esta palabra- el lujo. No se da cuenta que la literatura, el arte en general, es un lujo" (las iniciales apuntan a Jorge Luis Borges, amigo del matrimonio).
Otras veces celebra la perturbación que su imaginación desatada produce en su entorno. Como el argumento sobre una mujer que quiere hacerse violar y escoge ropas y sitios que puedan provocar el hecho: "Este cuento le parece obsceno a A. o que puede resultar pornográfico una vez escrito". A no es otro que Bioy y el cuento -escándalo al margen- fue publicado en Los días de la noche como 'Las vestiduras peligrosas'.
Sexta hija y menor de una familia acomodada, estudiante de dibujo y pintura en París con De Chirico y Fernand Léger, amiga de Italo Calvino (que prologó sus cuentos), traductora de Emily Dickinson, hermana de Victoria Ocampo (fundadora de la mítica revista Sur y abeja reina del mundo cultural suramericano), esposa de un hombre bello como el sol e igual de infiel, Silvina Ocampo hizo del perfil bajo y la discreción un territorio de libertad, desde el cual se abrazó a la literatura como un modo de explorar el mundo y a sí misma. Dejó muchos inéditos que, bajo el amoroso cuidado de Montequin, están siendo rescatados en el marco de la Biblioteca Silvina Ocampo, que este libro integra. Desde la fotografía de la portada, sentada en un sillón, la mujer que peina canas, camisa a rayas, pantalón negro, espía -ahuecando las manos e improvisando un largavistas- a quien ha tomado el volumen. Es una metáfora precisa: el rostro escamoteado invita a develar el enigma escondido en esos textos. Misterios de una obra imprescindible, que no deja de crecer, mientras Silvina, divertida, parece invitar desde la foto: "¿Jugás?".
[fontanamoncada@yahoo.es]
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