lunes, 9 de febrero de 2009

Vargas Llosa: Onetti, la derrota con gloria


"El viaje a la ficción" es el nuevo libro donde el peruano vuelve al ensayo para caer en picada sobre la obra del narrador uruguayo. En diálogo con Ñ, anticipa el análisis de sus personajes derrotados y de su mundo canallesco. En el reverso del pesimismo onettiano, Vargas ve el fulgor de una creatividad literaria que destaca como la más moderna del continente.

© Revista Ñ, Clarín (mediaisla "resumen 1111")


-Hay ensayos suyos sobre va­rios escritores: Joan Mar­torell, García Márquez, Gustave Flaubert, ahora Onetti. ¿Qué le aporta esta intromisión li­teraria y vital en otros escritores?

-Todos esos ensayos han nacido de mi entusiasmo de lector. No he escrito nunca ensayos literarios sobre autores que no me hubieran impresionado mucho, que no me hubieran provocado un gran pla­cer, de los que no haya aprendido muchas cosas. Y desde luego es el caso de Onetti. Lo descubrí en los años 60, cuando todavía era muy difícil conseguir sus obras porque circulaban en ediciones pequeñas. Me acuerdo mucho de la lectura de los primeros cuentos de Onetti que me impresionaron tremendamente. Enseguida recu­rrí a amigos uruguayos, a Ángel Rama a Carlos Martínez Moreno para que me ayudaran a encontrar más libros. Yo creo que él fue un cuentista extraordinario, que hay por lo menos una media docena de cuentos de Onetti que son ver­daderas obras maestras. Siempre tenía la tentación de leer alguna vez todo Onetti de corrido, por­que siempre pensé que es uno de esos autores que cuando se lo lee en conjunto las partes se enrique­cen y el conjunto se enriquece con las partes. Y eso ocurrió gracias a un curso que dicté en Washing­ton, un semestre, con un grupo de estudiantes, la mitad latinoameri­canos y la mitad norteamericanos, que se entusiasmaron mucho con Onetti. Releí todo Onetti ahora sí de corrido, tomé muchas notas, me llené de fichas, y cuando ter­miné el curso me quedé con mu­cho material que, bueno, decidí convertirlo en este ensayo. Esa es la historia del libro.

-Usted dice que no se dedica a hacer ensayos sobre escritores que no lo hayan impresionado o que no le hayan aportado. En el caso de Onetti, ¿qué es lo que más lo ha impresionado?

-Varias cosas. Una, fundamental: creo, es uno de los primeros, sino el primer escritor de lengua espa­ñola, en hacer una literatura abso­lutamente moderna, una narrativa moderna. Desde luego, está Bor­ges, por ejemplo, que es un escri­tor absolutamente universal. Pero, para mí, antes que Onetti, no hay ninguno que utilice la técnica moderna narrativa como lo hace él, que además utiliza una prosa desligada de la prosa tradicional, convencional. Onetti inventa una prosa a partir de un lenguaje oral, una prosa que simula la oralidad. Y esto desde su primera novela, que hay que acordarse que es de los años 30 cuando lo que preva­lecía tanto en España como en América Latina era una narrativa muy costumbrista, con ecos de la estética modernista. Entonces, hay una verdadera revolución en estos textos que escribe Onetti, que reflejan clarísimamente lec­turas de los grandes narradores de su tiempo, desde Celine, Joyce..., después Faulkner, que tiene tan­ta influencia en él. Por otra parte, me impresiona mucho el mundo tan personal de Onetti; él crea un mundo de una gran autenticidad, desde luego sesgado hacia el pe­simismo, hacia una visión muy negativa de la condición humana, de las relaciones humanas.

-Usted hace una introducción donde dice que "el hombre se humaniza cuando cuenta". Me lo imagino a Onetti en esa tribu pri­migenia. ¿Qué le cuenta Onetti a su tribu?

-Creo que Onetti era uno de esos escritores en los que la imagina­ción nace de la autobiografía. Yo creo que él inventaba, fantaseaba, a partir de su experiencia de la vida. Y más que nada, quizá, de las limitaciones, frustraciones o vacíos que experimentaba en su manera de vivir. Había en él una curiosa contradicción: por una parte, era un hombre muy inteli­gente, era un hombre muy culto; por otra parte, era un hombre muy desvalido. Onetti era una persona, digamos, muy mal preparada pa­ra eso que se llama la lucha por vivir. Era un hombre que no hacía concesiones, tenía horror a lo que él llamaba hacer concesiones, a renunciar a ciertas convicciones, a ciertos principios para poder es­calar posiciones. Era algo que no solamente detestaba sino que no sabía hacerlo; o sea que en la vida real estaba condenado a ser siem­pre muy marginal, a tener una existencia más bien mediocre. Por otra parte, era una persona que sentía muy claramente qué había en él, tanto desde el punto de vista intelectual como moral, una jerar­quía respecto a tanta gente que lo rodeaba. Creo que de todo eso él hace literatura, es uno de esos es­critores que se vuelca, en lo mejor y en lo peor que tiene, en lo que escribe. Y por eso creo que toda la obra de Onetti tiene una auten­ticidad que también es bastante infrecuente. En él no había nada impostado.

-Usted habla de esta especie de mundo suplente que se inventa para sobrevivir, algo que está muy patente en el cuento "Un sueño realizado" .

-"Un sueño realizado" es uno de sus cuentos más bellos. Es una de sus pequeñas obras maestras. Por otra parte es muy interesante comprobar lo desligado que está, desde el punto de vista cultural, del medio que lo rodea. No hay muchos autores de este nivel que se puedan rastrear en una genea­logía latinoamericana.

-Usted establece vinculaciones con Roberto Arlt.

-Claro, Arlt es una de las excep­ciones, él le llegó a tener mucha simpatía y mucha admiración. Y sin ninguna duda hay una huella, aunque en Arlt era mucho más caótico todo, más espontáneo, más anárquico que en él. Pero hay una cierta huella en la visión un po­co apocalíptica de las cosas, de la vida. Pero en general es un autor que no responde para nada, desde el punto de vista intelectual, a su medio, no es un autor que se nutre sobre todo de lecturas extranjeras. Y con todo eso elabora un mundo muy propio.

-En esta vinculación con Arlt, llama la atención esa cercanía que usted establece entre " Las fieras " y " El infierno tan temido ".

-Es que en ambos aparecen extre­mos de crueldad, de maldad que, presentadas con menos talento li­terario, serían simplemente inve­rosímiles. Sería truculencia, sería algo hasta grotesco. "El infierno tan temido" es uno de los grandes cuentos de la literatura. El consi­gue mostrar algo que no sabemos definir muy bien: el mal, el pecado original, el instinto tanático. "Las fieras", y desde luego, en "El infier­no tan temido", que es un cuento que no sé cuántas veces he leído, me producen siempre una especie de terror metafísico. Uno descubre que también somos eso. Y es tam­bién absolutamente extraordinario que, al mismo tiempo, a todo eso se lo pueda llamar una historia de amor. Una historia de amor, diga­mos, retorcida, perversa, pero hay ahí una especie de entendimiento en esa pareja a través de esos ho­rrores que se hacen.

-Hay en Onetti toda una gale­ría de derrotados radicales. ¿Ve puntos de contacto entre ellos?

-Lo interesante, en el caso de Onetti, es que esos derrotados al final escapan a través de la fic­ción. Todos viven experiencias de derrota efectivamente radical en el mundo tal como es. A algu­nos eso los lleva a suicidarse –hay una gran cantidad de personajes suicidas en Onetti– pero los que no se suicidan, escapan por la fan­tasía. Se inventan mundos pura­mente imaginarios en los que se refugian y pueden sobrevivir. Y yo creo que ése es el origen de la ficción; creo que nosotros empeza­mos a inventar porque el mundo no nos resultaba suficiente. O nos resultaba hostil, no lo entendía­mos, o vivíamos como golpeados, atemorizados por él. Y entonces, al final encontramos esa fórmula, que era inventar otros mundos para vivir la ilusión del relato, del relato oral al principio, y después, el relato escrito, o filmado. A mí me parece que una de las origina­lidades de Onetti consiste en que prácticamente toda la obra de él muestra este proceso, en distintos individuos, hombres, mujeres, que después de vivir experiencias atroces de frustración, de derrota, pues se escapan a través de la fan­tasía. Es evidente que eso Onetti no lo pudo planear nunca, él no pudo saber nunca que iba a darle a su obra toda esa unidad, diríamos, orgánica, a través del tema de la ficción.

-Supongo que cuando encaró la lectura de las obras completas de Onetti se sentía psíquicamen­te muy bien plantado.

–(Risas). Bueno, claro, sí... Yo creo que es una de las razones por las cuales Onetti no ha sido más leído, a pesar de su enorme talento. Por­que claro, es un mundo que nos entristece, que nos desmoraliza. Pero al mismo tiempo, hay tanto talento que es posible pensar que el mundo no debe ser tan malo ni la negatividad tan profunda, cuan­do uno se dedica a escribir y lo ha­ce con tanta excelencia.

-Rastrea usted las influencias de Celine y la de William Faulk­ner que son bastante identifi­cables. La de Joyce, ¿en qué la percibe?

-El mundo de Joyce es de una compenetración total entre fondo y forma; una forma creada absolu­tamente para expresar ese mundo complejo, diverso, fragmentario, totalizante, donde lo exterior, lo interior, las conductas, las motiva­ciones, los actos y los sueños, se mezclan en una gran totalidad. Bueno, pues yo creo que es lo que hace Onetti dentro de su propia, digamos, realidad. Hay textos de Onetti donde es muy difícil saber si lo que está narrando o lo que estamos leyendo está ocurrien­do, o está simplemente siendo fantaseado por los personajes. En muchos casos, las fronteras se han eclipsado. Esa lección viene clarísimamente de Joyce. Joyce es el primero que hace eso.

-Usted sabe que hay teorías psi­cologistas y feministas sobre la visión de Onetti de la mujer.

-Me imagino que las feministas con Onetti no pueden estar muy contentas.

-Critican sobre todo esa visión cosificada de la mujer ¿La suya cuál es?

–El mundo de Onetti es un mun­do machista, desde luego pero donde los hombres por lo general son débiles. En "El infierno tan te­mido". ¿Quién es más temible, el periodista Risso o esa mujer, esa actriz? La actriz es la que concibe esa venganza, que al mismo tiem­po no se sabe si es una venganza o una búsqueda de recuperación con una frialdad mental y una amora­lidad que ningún hombre llega a superar. O sea que esas mujeres son mujeres también tremendas, son mujeres que tienen una capa­cidad de resistencia a la adversidad feroz. Pero es un mundo que se puede llamar machista, desde lue­go, no es un mundo igualitario.

-¿Qué consuelo nos queda des­pués de leer a Onetti?

-Nos queda el consuelo de la fic­ción. La obra de Onetti parece des­tinada a ilustrar cómo a través de la ficción, los seres humanos no solamente nos recompensamos de todo aquello que nos hace su­frir o nos desmoraliza en la vida, sino al mismo tiempo, vivimos más, enriquecemos nuestra ex­periencia, nos amamos, vivimos aventuras extraordinarias. Es de­cir, la función de la ficción no es solamente compensatoria, es tam­bién enriquecedora de la experien­cia, gracias a la ficción podemos hacer realidad apetitos, deseos, anhelos, que sin la ficción queda­rían siempre frustrados, porque jamás la vida de nadie va a estar a la altura de lo que son sus sueños y sus deseos. Creo que ése es un tema fundamental y por eso le he puesto al libro El viaje a la ficción, porque creo que ése es un tema recurrente en los cuentos como en las novelas.

-Hay una suerte de desencuen­tro entre Onetti y el universo de lectores que se merece.

–Absolutamente. Pero tengo la seguridad de que la obra de Onet­ti va a quedar. De pocos autores contemporáneos tengo la certeza de que va a sobrevivir a la terrible prueba del tiempo.

-¿Le queda algún escritor para abordar, como ensayista?

-El mundo está lleno de grandes autores sobre los que me gustaría escribir. Claro que sí. Pero bueno, no hay tiempo para hacer todos los proyectos que uno quisiera. Me gustaría escribir sobre Faulkner, que es el autor que más ha mar­cado su tiempo. También me gus­taría escribir sobre Conrad, que es otro autor que admiro enorme­mente. Y podría pasar mucho rato dándole una lista de autores sobre los que me gustaría escribir.
[giecoleon@yahoo.com ]

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