lunes, 9 de febrero de 2009

Obama y el Caribe insular latino


Por Hamlet Hermann | © CONTRATIEMPO
(mediaisla "Resumen 1111")


La inercia es la tendencia que tiene todo cuerpo a mantener el estado en que se encuentra, ya sea reposo o movimiento. Ese cuerpo tenderá a seguir en el mismo estado hasta que una fuerza exterior actúe y lo obligue a cambiar. Este concepto de la física viene a colación para representar lo que podría suceder ahora que una nueva Administración ocupa la Casa Blanca en Washington. Por el hecho de que se cambien los dirigentes que administrarán Estados Unidos, de por sí sumamente institucionalizado, no modificará de inmediato las tendencias asumidas durante los años recientes. No obstante, resulta interesante observar que, con las intenciones del presidente Barack Obama de modificar algunas orientaciones, basta para empezar. Esperemos que el flamante gobernante entienda cuál es la situación de América Latina, en particular el Caribe, ahora que comienza el año 2009.

Lo primero es que el nuevo gobierno de Estados Unidos debe tratar de ganarse la confianza de los pueblos y gobernantes del continente. Luego de una tradición de abusos y opresión disfrazados de lucha contra el europeísmo, el comunismo, el narcotráfico y el terrorismo, la credibilidad de la poderosa nación ha descendido a los más bajos niveles. ¿Cómo se reparan tantos años de desigualdades, de golpes de estado, de apoyos a dictaduras y oligarquías implacables y codiciosas, auspiciados por Estados Unidos?

Obama tiene la oportunidad histórica por excelencia para mejorar las relaciones con el resto del continente y darle un matiz actualizado a esas relaciones. Debía convertirse en aliado de los latinoamericanos más que en opositor a los cambios que se están dando en el continente. No puede olvidar que los gobiernos que ahora predominan surgieron en rechazo, precisamente, al modelo económico neoliberal que les impuso Estados Unidos desde los años 1980. Los dirigentes que han surgido en años recientes en América Latina no son fanáticos extremistas, como los ha caricaturizado Bush. Son, mas bien, ejemplos de la búsqueda del cambio, tal como proclama para su gobierno el ahora Presidente de Estados Unidos. El gran país del Norte debe negar a Bush y cesar la lucha contra el cambio social y contra la esperanza colectiva latinoamericana. Mas bien debería apoyar los movimientos en defensa de los derechos humanos, en vez de respaldar a gobiernos antipopulares y criminales como ha sido la costumbre. Obama debería comprometer a su Administración con un firme apoyo a los derechos constitucionales, incluyendo la libertad de disentir, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

En particular, resultan importantes los países del Caribe insular latino: Cuba, Haití y República Dominicana. Dos de estos países son de habla castellana y uno de habla creole, derivación del francés. Las características sociales, económicas y políticas de estos tres países obligan a Estados Unidos a trazar líneas completamente diferentes para las relaciones con cada uno de ellos.

Cuba es una nación con un gobierno revolucionario, liberada desde hace 50 años del control estadounidense. Durante todo este período, ha estado esforzándose por construir un régimen socialista de acuerdo con las características cubanas.

Haití, se ha hecho ingobernable luego de abundantes tiranías, dictaduras y ocupaciones extranjeras. Ha tenido que purgar, cuantiosas veces, el pecado de haber sido el primer país que se independizara en el continente americano y, como agravante, encabezado por negros.

República Dominicana gobernada por conservadores que coinciden más con Bush que con lo que podría intentar Obama, sufre problemas muy particulares debido a un capitalismo tardío, deformado por una politiquería degenerada y corrupta que ha permitido al narcotráfico y a la delincuencia entronizarse como un gobierno paralelo.

Estas naciones han sufrido reiteradas intromisiones militares de parte de Estados Unidos a lo largo de su historia. Cada una de esas acciones punitivas dejó como herencia gobiernos dictatoriales y despóticos que frustraron cualquier intento de progreso democrático. Cuando los marines intervinieron en la guerra cubano-española a finales del siglo XIX se dio inicio a la primera guerra imperialista. Luego Estados Unidos impuso una enmienda constitucional que le permitía ocupar militarmente esa nación sin tener que explicar razones ni intenciones. La invasión por Bahía de Cochinos en 1961 late todavía en el sentir cubano.

Haití fue ocupada a partir de 1915 por militares estadounidenses que se establecieron allí durante 20 años. Recientemente, esa nación ha sido mantenida en fideicomiso, lo cual provocó una ingobernabilidad casi absoluta hasta soportar la presencia de tropas extranjeras en su territorio.

República Dominicana tiene la triste distinción de ser el único país invadido y ocupado militarmente por Estados Unidos tres veces durante el siglo XX: en 1904, 1916y 1965. De herencia, las intromisiones militares dejaron los despotismos de Trujillo y de Balaguer.

¿Se levantará el bloqueo?

El caso de Cuba podría evidenciarse como el de mayores problemas para Obama ante cualquier intento de alteración de la política estadounidense por la importancia que ha logrado alcanzar el lobby radical anticubano de Miami. El buen sentido recomienda eliminar las presiones a los Estados del Sur de Estados Unidos que actualmente comercian exitosamente con Cuba, aunque obligados a convenios y permisos especiales del ejecutivo estadounidense. En cuanto al obsoleto bloqueo económico que ya dura medio siglo, Obama podría iniciar la disminución gradual y posterior eliminación de esa mostrenca política. Debía empezar derogando la orden de Bush en cuanto a las limitaciones de los viajes de familiares y el envío de remesas hacia Cuba. No es mucho lo que podría hacerse para mejorar esas relaciones políticas durante los dos primeros años de gobierno pero, por algún lado tiene Obama que empezar.

En cuanto a Haití, Obama está obligado a corresponder de alguna manera con el apoyo que le dio el caucus negro y haitiano en las votaciones del estado de Florida donde pudo vencer a su adversario republicano. Señal de buen augurio fue la llamada telefónica, personal y directa, que le hizo recientemente el presidente electo Obama al presidente haitiano René Preval. No obstante, poco es lo que podrá hacer en los primeros tiempos en relación con los viajeros ilegales, menos aún con aquellos haitianos que ya están en territorio estadounidense y reclaman se les dé un estatus provisional en lo que se procesan sus papeles de migración. La forma de luchar contra la inmigración ilegal no puede ser continuando los métodos represivos y discriminatorios, sino colaborando con un desarrollo sostenido en Haití.

En cuanto a República Dominicana, es pro-bable que la política en relación con este país no tenga prioridad comparada con la atención que Estados Unidos les dé a Cuba y a Haití. Perjudican al gobierno dominicano las acusaciones internacionales que han abundado sobre el maltrato a los emigrantes haitianos en su territorio. No obstante, Obama podría dar un primer paso de acercamiento si enviara a un diplomático de carrera a encabezar la embajada estadounidense en Santo Domingo. En los once años recientes han ocupado esa representación politiqueros de oportunidad que se han enriquecido en el cargo en perjuicio de la economía dominicana.

Definitivamente, si el presidente Obama quiere reorientar las relaciones existentes, tiene que trazar una política particular para Cuba, Haití y República Dominicana como forma de limitar las perniciosas imposiciones unilaterales estadounidenses. Y, por alguna vez en la historia, buscar relaciones más equilibradas, por difíciles que sean, entre el tiburón y las sardinas.
[ibyqueen@yahoo.com]

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