jueves, 26 de febrero de 2009

La Maestría Cuentística de José Alcántara Almánzar


Por Orlando Alcántara Fernández (Orly)

Foto cortesia elnacional.com.do

Liminar.

Entrañable, acuciosa e incisiva: La maestría cuentística de José Alcántara Almánzar (1989-2000) en el libro “La Carne Estremecida” es su signo de identidad de principio a fin. Como el mecanismo preciso e inexorable de un reloj suizo, todo el libro se articula con la cadencia irreversible de lo magistral en su puesta en escena, tomando en cuenta que la vida espiritual es acotada de modo indirecto en sugerentes pinceladas en torno, principalmente, al pecado como está implícito en la palabra “carne” (Schmid et al., 1962-1966) en el título del libro y a lo largo y ancho de varios cuentos. Así todo fluye de modo meticuloso bajo una atmósfera acuciante signada por la presencia ubicua del pecado como entramado y eje existencial de unos personajes que van y vienen por sus páginas cargadas de observaciones narratológicas dignas de ser sopesadas en detalle bajo la mirada del ojo avizor del lector inteligente. Porque una de las características de este libro es la distancia entre escritor y lector que Alcántara Almánzar sabe mantener para mover los hilos de las narraciones como un semidiós creativo que sufre junto a sus criaturas, que se alegra de sus pequeños instantes de alegría, que hace de la urdimbre cuentística un acto novedoso a partir de las vidas cotidianas de unos seres que se niegan a aceptar la crudeza de sus vidas marcadas por el pecado, por la angustia o por la zozobrante ponzoña de su propio accionar errático. De esta forma, en “La Carne Estremecida” todo está en su sitio. Todo está ubicado en su justa dimensión. La naturalidad en la expresión a veces fantástica, a veces mágica, a veces visceral, a veces maravillosa, a veces irónica o lúgubre, constituye un hallazgo imperecedero de un relojero suizo que sabe refinar su arte de modo autopoiético, de forma desapasionada, de manera magistral en el deslinde histriónico de su mano experta en hacer de la vida misma una obra de arte en cada uno de sus momentos. Alcántara Almánzar sabe contar sus historias y lo hace con la plena madurez del cuentista avezado que ejerce su oficio con la plena certidumbre de que en su relato todo transcurrirá de acuerdo a sus fines últimos. Y muchas veces nos atrapa con un final sorpresivo. Otras veces nos deslumbra con la materialización de un hecho significativo lleno de sensibilidad avasalladora. Algunas veces se torna erótico y nos deja ver otro perfil de la realidad como materia fictiva que no deja de apasionarle en sus adentros. Ese es José Alcántara Almánzar en “La Carne Estremecida”. Para aproximarnos a su fina pluma es preciso ver cada uno de sus cuentos por separado y luego verlos en su conjunto unitario a partir de sus citas memorables, como cuentos de tesis en torno al pecado. La lectura es apasionante y mayor es la satisfacción de la experiencia literaria. Su esguince entramático lo constituye su sabia imparcialidad narratológica. Mantiene la distancia entre autor y lector y al hacerlo sabe manipular los hilos fictivos con plena precisión como si en sus manos jugara a armar un refinado y puntual reloj suizo. En última instancia, sólo nos parece que hace falta Jesucristo de modo explícito cuando se trata el tema del pecado, pues en el canon bíblico cristocéntrico en la expiación salvífica todo ya está resuelto para el ser humano que vive por fe bajo la gracia de Jehová de los Ejércitos. ¡Amén!


“El Zurdo” ó En Busca De La Redención Con Sus Propias Manos

Soberbio. El cuento “El Zurdo” de José Alcántara Almánzar es simplemente formidable en la puesta en escena de un drama y una encrucijada agobiantes en pos de la redención lograda con el poder de sus propias manos. Nos recuerda a “Un Día Cualquiera” de Virgilio Díaz Grullón y por extrapolación a “El Corazón Delator” de Edgar Allan Poe. Con voz propia y originalidad a cabalidad plena se desata el conflicto narrado líricamente con todo el intimismo que puede existir entre la víctima y el victimario de un crimen inevitable, accidental y predestinado por la fuerza de los hechos impenitentemente devastadores.

Diablo, pecado y salvación están simbólicamente representados por Rosario, la mano zurda y la muerte de Rosario, madrastra abusadora e insolente. Aquí la libertad adquiere ribetes redentores en la creatividad desencadenada. La intertextualidad literaria toma el primer plano a su debido momento con claras referencias a Hemingway, Poe, Borges, Las Mil y Una Noches, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Dostoievski, entre otros, y la intratextualidad se revela como recurso genial al decir la “diestra zurda”, usando la misma palabra con diferente sentido en forma adjetiva en vez de sustantiva. Además “El Concierto Para La Mano Izquierda” de Ravel es puesto en escena magistralmente como sustancia narrativa memorable en intertextualidad plena.

El padre permanece alejado de cualquier acción de principalía mientras la madrastra hostiga y golpea, maldice y blasfema. La zurda también podría ser la izquierda política en tiempos de dictadura y así vemos otra dimensión en el cuento, a saber, su perfil político-social.

Sin embargo, el sentido soteriológico fundamental es evidente y premeditado. La última palabra es palabra de redención. Y esta salvación es únicamente posible mediante la muerte de Rosario, la extinción del tartamudeo y el uso eficaz de la mano derecha. El padre no interviene y el hijo está en éxtasis.

Alcántara Almánzar se distingue por buscar el aliento arquetípico en cada narración. De esa manera procura fundar el mito. Loable intención; encomiable factura en sus cuentos. La liberación y la libertad refulgen en la búsqueda del auto-conocimiento. La redención es señal de iluminación. El pecado es vencido a través de la violencia. Una violencia explícita e interior que nos libera. Catarsis que nos purifica.

“El Zurdo” es un relato magistral que adorna con su genialidad la sólida cuentística de un escritor lúcido, edificantemente ético y verdaderamente intenso en la liricidad del verbo que responde al nombre de José Alcántara Almánzar, por más señas crítico, sociólogo y antólogo.


“La Búsqueda” ó La Teleología Del Suplicio

En la canción “It’s Alright, Ma (I’M Only Bleeding)” (“Todo Está Bien, Mamá (Solamente Estoy Sangrando)”), Bob Dylan nos dice: “He not busy being born is busy dying” (“Quien no está ocupado en nacer, está ocupado en morir”). En el cuento “La Búsqueda”, José Alcántara Almánzar toma a una mujer idílica como pretexto teleológico para encontrarse frente a frente con la muerte. A veces pensamos que se trata de la vida eterna, paraíso prometido por Dios en la Biblia. Al final conocemos que se trata de la inexorable parca.

La mujer actúa como Penélope y el placer es la búsqueda, el viaje, el periplo incesante detenido en el tiempo. Una teleología del suplicio en esa búsqueda se evidencia al descubrir que la pérdida de la inocencia trae consigo la consciencia del pecado y la muerte.

Desde que nacemos estamos muriendo, pero la muerte no es natural, es inmunda. La vida eterna sí que tiene sentido y es permanente. Vemos al principio a la mujer buscada como tierra prometida, paraíso recuperado. El final nos sorprende y al mismo tiempo confirma la mano experta y acerada de un narrador que en verdad conoce su oficio fictivo centrado y acendrado en su dominio del género cuento.


Perfil Mítico-Bíblico Sobre El Pecado En “La Obsesión De Eva”

Todo está claro a excepción del inicio del ante-penúltimo párrafo del cuento “La Obsesión de Eva”. Simple y enigmáticamente dice: “El doctor confirmó la pérdida”. De inmediato nos preguntamos: ¿Cuál pérdida? ¿Pérdida de la razón o de la inocencia?

El perfil mítico-bíblico resulta evidente desde un principio en los esguinces sugerentes al lector cómplice. Una mirada escrutadora y plurigramática a los personajes nos revela que Danilo es Adán (DAN en común); Eva del cuento es la Eva de la Biblia como eje programático de todo el texto; la madre, cuyo nombre permanece oculto adrede, es Dios, quien al igual que el Dios de la Biblia le prepara la ropa a su hija del mismo modo que Jehová Dios preparó vestimentas para Adán y Eva inmediatamente después de la caída en el pecado original; los amantes de Danilo son en cierto modo Caín; y el jefe del banco es indiscutiblemente Satanás el Diablo.

Los roles están trastocados; el orden es subvertido. La única vez que el autor usa el verbo “pecar” lo hace de manera aséptica, como quien no quiere la cosa, al desgaire, indiferentemente despojado de ningún sentido soteriológico.

Leve referencia indirecta al cuento “La Mancha Indeleble” de Juan Bosch. Clara referencia existencialista al pecado como sentimiento angustiante de acuerdo a la visión de Kierkegaard en “Concepto de la Angustia”. La ropa negra es a todas luces la señal distintiva de la muerte como consecuencia directa del pecado original. De principio a fin el cuento bajo escrutinio marcha de manera inexorable hasta su conclusión, en anti-clímax, proverbial.

Cotidianidad y oralidad desencadenadas en un texto de impecable escritura, a veces de lírica factura y de concepción brillante, signado por la genialidad y la maestría narratológicas de un escritor que conoce el poder de la elipsis, del lacónico fluir de los hechos ficticios desembocando por sí solos en el periplo ideático de su imago final e irrevocable.

El contenido semántico-lexical nos remite sin lugar a dudas a la cosmovisión deontológico-soteriológica de la teodicea bíblica. Y lo digo de forma apodíctica, pues me resulta evidente que el punto de partida según la selección de palabras y de conceptos como la elección y el libre albedrío, en cuanto a la selección de la ropa por la madre, así como toda la atmósfera conceptual del cuento, tiene su punto de apoyo en la visión occidental de la vida anclada en los cimientos de la epistemología bíblica como último parámetro a seguir, perfilándose en la escatología revelada por el canon bíblico. Aquí no hay conceptos orientalistas como renacer, reencarnación, retorno, causa y efecto, dharma, karma, satori, nirvana, etc. El referente es obvio en los occidentalismos de todo el texto. Todos somos iguales frente a esa ominosa mancha. La gradación nos iguala y nos une en esa atroz y despreciable mácula que nos angustia y nos hace delirar y alucinar, que nos quita el sueño, que nos desquicia con su presencia fatídica, mordaz e intolerante.

El sentido expandido de la culpa no se ve equilibrado con el sentido bíblico del perdón divino y la justificación por fe. El juez justifica; no perdona. El rey perdona; no justifica. Perdón y justificación brillan por su ausencia en este cuento. Entonces vemos que la redención bíblica está ausente en el corpus gnoseológico-teleológico del autor. Expresa excelentemente y de manera encomiable el origen y presencia persistente del mal por intuición propedéutica. Y ese hecho a veces aflora implícitamente en la madre al negar las manchas o al aceptar sus consecuencias de una forma estoica, acaso mística o ascética. Al final la madre concluye diciendo: “Sí, yo estaba ciega, pero ahora puedo ver la mancha, una mancha tan real y palpable como la vida misma.”

Metáfora, símbolo, alegoría, mito y arquetipo se conjugan de un modo inextricable en este cuento maestro y genial de la pluma narrativa de José Alcántara Almánzar. Múltiples aristas. Verosimilitud a toda prueba. Multiformes espectros de luz en la sapiencia fictiva. Caleidoscopio en el suspenso, la sugestiva elipsis y la intriga. Por eso, nos volvemos a preguntar: ¿A cuál mancha se refiere el doctor? ¿Razón o inocencia? El Jardín del Edén trastocado en “La Obsesión de Eva”. Hecho a la medida de José Alcántara Almánzar y su cosmovisión humanística y caribeña. El orden y la entropía han sido subvertidos elocuentemente por Alcántara Almánzar sin sonrojos. ¡Y qué bueno! Pues el resultado feliz ha sido una obra de arte que le da un giro novedoso al relato bíblico original. Una obra de arte que a muchos nos conmueve y que a otros “des-vela” con la presencia omnívora de esa mancha cuando se resisten a vivir por fe bajo la gracia de nuestro Señor Jesucristo mediante el Espíritu Santo de Dios Padre.

“Entonces comprendí que su cobardía era irreparable. Le rogué torpemente que se cuidara y me despedí. Me abochornaba ese hombre con miedo, como si yo fuera el cobarde, no Vincent Moon. Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres. Por eso no es injusto que una desobediencia en un jardín contamine al género humano; por eso no es injusto que la crucifixión de un solo judío baste para salvarlo. Acaso Schopenhauer tiene razón: yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres, Shakespeare es de algún modo el miserable John Vincent Moon.” (Borges, 1944).


“Rivales” Al Otro Lado Del Espejo

En sentido figurado, el verbo “azogar” es sinónimo de “turbarse”. También está ligado íntimamente al espejo. En el cuento “Rivales” es usado perspicazmente por José Alcántara Almánzar con las dos acepciones. La mujer se turba y el espejo es una superficie azogada. Al verse en el espejo, la mujer construye su alteridad, su alter ego, y al destruirlo, intenta romper con el secreto a voces de su edad.

En este relato breve la palabra “espejo” nunca aparece. Intencionalmente es omitida. En cambio, las palabras y situaciones que implican otredad son utilizadas extensamente. ¿Cuál es, entonces, el secreto? ¿La edad o el espejo o la alteridad? Nunca lo sabremos a ciencia cierta, pues esta narración breve resulta ser muy sugerente en su laconismo.

De lo que estamos seguros es que es un cuento impecable -de acuerdo a las leyes narratológicas del género cuento- en el que la selección esmerada de las palabras es altamente premeditada. Cuando adjetiva el “tiempo”, usa el modificador “inconmovible”, y así evita lugares comunes que se producirían si dijera “implacable” o “inexorable”. Es un cuento intenso en su cortedad en el que la intriga es mantenida y juega ante todo un papel crucial en su perspicaz puesta en escena mediante palabras insustituibles exquisitamente seleccionadas.


“En Carne Viva” Con La Cómplice Mirada

“Por un instante Gabriel siente un enorme alivio. Presiona un botoncito y apaga el televisor, con una rabia que sólo puede oprimir al que ha sido burlado y no puede desquitarse”. Este es el punto clave del cuento “En Carne Viva”. Estas palabras hacen de este relato un meta-cuento o meta-ficción. ¿Quién ha sido burlado? ¿Gabriel o el lector? Evidentemente este es un esguince al lector, una mirada cómplice desde la escritura, El lector es tomado como referente y el personaje hace partícipe de lo narrado al lector desprevenido de un modo subrepticio. Gabriel ha tenido una incómoda pesadilla y al despertar hace cómplice al lector de su conflicto vigilia-sueño. De su lado, el verbo “oprimir” es usado con dos acepciones.

Esta narración formaliza magistralmente la tensión fantasía-realidad. Lo real onírico adquiere ribetes de real fáctico y viceversa. Ambos mundos se imbrican de una manera perfecta. Es imposible saber si en verdad el final sorpresivo forma parte de la realidad real o de la fantasía onírica. Sueño y realidad se entretejen y se encadenan ad infinitum. Eso lo sospechamos con vehemencia, pues no queremos seguir siendo burlados por el narrador de este acuciante relato.

Al principio, nos parece una narración anodina, acartonada. De repente, lo fantástico real nos atrapa y nos remite al ámbito de lo real. A partir de ese instante nos damos cuenta que la intratextualidad nos acaba de subyugar. El cuento nos ha enmarañado en sus redes. No hay escape; no hay salida.

Inexorablemente asistimos al final sorpresa sabiendo que nada podemos hacer frente a un fabulador que conoce a plenitud el arte de contar historias. Hasta sospechamos que los nombres Gabriel y Alma poseen denotaciones simbólicas. Todo es posible. Nada escapa de nuestras válidas sospechas, pues José Alcántara Almánzar es capaz de cualquier tipo de trampa.


“Destruir Un Recuerdo” ó La Sapiencia Fictiva A Plenitud

La sabiduría narratológica de José Alcántara Almánzar nos deslumbra en su cuento “Destruir Un Recuerdo”. Con la precisión de un reloj suizo, su voz marcha de forma ineluctable hacia el desenlace inesperado de un cuento breve memorable. Alegoría o símbolo. Metáfora o signo. Dimensiones ignotas de la psique humana. Alguien dijo que durante la primera mitad de nuestras existencias nos la pasamos destruyendo nuestros cuerpos para luego pasar la otra mitad de nuestras vidas tratando de reconstruirlos. El infierno psíquico del protagonista es un infierno real que más tarde se materializa sumergido entre las llamas de un fuego que funciona como búmerang.


“Tentaciones” De “La Carne Estremecida”

Sin complicaciones narrativas, en línea recta, con la intertextualidad nerudeana como telón de fondo, el cuento “Tentaciones” de José Alcántara Almánzar es “la carne estremecida” que todos llevamos adentro. El pecado nos acosa y nosotros somos –al mismo tiempo- el pecado materializado cuando no vivimos bajo la guía del Espíritu divino. El personaje principal se ve obsesionado por el fruto prohibido que ofrece una relación extra-marital y toma como pretexto algunos versos de Neruda (que son respondidos de manera cómplice por la seducida) para llevar a cabo la persecución amatoria y al final esos mismos versos lo consuelan ante el fracaso y la ausencia del objeto de su deseo. Lo más valioso de este texto es el uso adecuado de los versos amánticos insertados aquí y allá en la narración para darle ribetes poéticos al cuento mediante la intertextualidad.


“En Alta Mar” Frente A La Elipsis

El cuento breve “En Alta Mar” se apropia de la elipsis literaria para presentar en pocas palabras las incidencias de una tragedia humana muy frecuente en República Dominicana producida por los viajes ilegales hacia Puerto Rico. Dice poco y sugiere mucho. La mujer ahogándose inevitablemente es singularizada como signo locuaz de la problemática económica que repercute trágicamente en muchos de los seres humanos que –desesperados- se lanzan al mar en busca de un mejor futuro.


El Toque De Midas En “Inventando Que Mueres”

En el imaginario fictivo de José Alcántara Almánzar se da cita nueva vez el tema de la muerte en su cuento “Inventando Que Mueres”. Tensión entre vida y muerte. Toque de Midas mortífero en la mirada. Obsesión, tensión y pulsión. La muerte es pan cotidiano que no conduce a ninguna parte. El dominio lingüístico de Alcántara Almánzar nuevamente se nos revela con su buena dosis de musicalidad verbal. El cuadro psicológico de la protagonista -otra vez femenina- es minuciosamente desentrañado desde la narración en primera persona. Dentro de la anormalidad fantástica, todo está en su sitio. Todo. Hasta los poderes letales.

“Presagios” Oníricos

Es evidente la preocupación obsesiva de José Alcántara Almánzar por el mundo de los sueños. Siempre le da un giro fantástico a sus relatos cuando el sueño aflora en sus adentros. En el cuento corto “Presagios” las precogniciones se cumplen de modo inesperado. Así son los sueños de imprevisibles. Desde un principio sabemos que el final será sorpresivo. El mismo tono del cuento prefigura la sorpresa. Alcántara Almánzar lo sabe y por eso acelera los acontecimientos. Otra vez, hay que acotar, la presencia de los bancos invade la materia ficticia en la narrativa de José Alcántara Almánzar. Cuento ágil. Cuento ameno sin desperdicios.

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