viernes, 27 de febrero de 2009

Prólogo de Sócrates Nolasco a la obra "Narraciones" de Badín Puello


Fuente: identidadsanjuanera.blogspot.com


Don Badín Garrido (E. O. Garrido Puello) es escritor natural. Sus conceptos limpios,
sueltos y firmes despiertan e incitan la curiosidad del lector; los párrafos se iluminan y las Narraciones se fijan en la memoria con personal señorío. La mocedad lejana retorna en sus páginas como evanescente y sutil emanación de flor distante, o indirecto y vago perfume de madera preciosa del Sur de Santo Domingo: de Sabina y Cedro resecos, de Espinillo y astillas de Guayacán colocados en armario viejo en donde impregnaron el traje dominical.
Lo tácito se cierne sobre lo explícito y enriquece más los motivos.

El relato de personales recuerdos es fragmento de biografía, parte de la propia vida, y el propósito de ser narrador sincero obliga a ceñirse a la verdad lejana que quisiéramos retrotraer intacta y revestir de cabal exactitud. Se refrena el ímpetu, y los difuntos que rondan en el recuerdo ahuyentan a los abundantes recursos que brinda fácilmente la fantasía cuando se escriben cuentos, leyendas, romances y novelas; recursos inadmisibles si pretenden adornar jirones de nuestra vida.

Badín Garrido consigue en sus Narraciones, a pesar del designio de ser sincero, que algunos de sus asuntos, por el calor humano que les infunde, superen en ciertos aspectos al cuento típico, ahora de moda. Para el lector el interés se fija y no pocos resultan inolvidables.
Así ese matrimonio entre campesinos, vívido y extravagante.

Superior a la expresión escrita quiso el autor que fueran las partes complementarias,
sugeridas con acierto: occidua luz esfumándose en el pasado, recatado ambiente, acentos extintos de serenatas, rebosante alborozo de juventud en pueblo adentro; y ese amor entrañable a lo autóctono que se impregna de nostalgia, triste a pesar del optimismo sistemático con que se pretendió revestirlo: triste por todo lo que de nosotros va muriendo insensiblemente: más triste aún a causa de los compañeros desvanecidos en el discurrir del tiempo.
Se vive en ocasiones, y en ocasiones se dura, y a veces se sobrevive enterrando muertos;y es difícil mirar atrás y seguir sonriendo, a pasar de tantas heridas y de avanzar saltando sobre sepulcros.

En este libro de Narraciones, como en el de las Tradiciones de Don Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, la sonrisa jovial, sana, es distintivo del estilo, y otra vez el estilo es el hombre. Al final de cada asunto se refresca el buen humor, el de buen gusto. Los relatos no se adornan con adjetivos y arbitrios de pluma diestra: son realmente trozos de verdad vivida, aunque sus salpiques epigramáticos y sorpresivos, y las sabrosas y raras anécdotas, le den apariencia de ficciones literarias. Pertenecen al género que algunos críticos franceses han definido: Petite Histoire. Podrían aprovecharse para complementar momentos históricos y hasta para urdir amplias leyendas. Auténticos ejemplares de una riqueza que vaga dispersa
en nuestro estéril Sur, en donde casi todo se pierde. Por allá se realizaron grandes empeños y grandes hechos, dignos de memoria, quedaron sin rastro. Fundaron los abuelos, y pelearon y volvieron a pelear para hacer libre el país y ser los dueños de aquellos terrenos áridos,en donde el hombre soterra la semilla buena y en lugar del fruto que espera en premio de sus esfuerzos brotan del suelo guazábara, cacto pertinaz y punzante cambronera. ¡Ojos que vieron tanto y no se cansan de mirar hacia el Oriente tratando de entrever nuevas promesas!
La sonrisa asoma en los labios doloridos cuando es signo de ánimo superior, aun que sólo debería ser muda revelación de angustia. Ser patriota y jovial en Moca y en San Francisco de Macorís es sin duda muy loable; ser patriota y de sonrisa mansa en sectores de Montecristi y del Sur de Santo Domingo sin duda prueba la paciente Caridad de Dios, y denuncia cómo prevalece aún, en aquellos pobladores apegados a su terruño, la ascendencia de castellanos, extremeños y cordobeses: ¡al través de tantos cruzamientos y de cruces de cementerios!
Pugna interminable por vencer a la naturaleza, casi siempre para caer vencidos por su
inclemencia. Por allá suele andar el taimado: pero el sujeto regional ha sido y ha de seguir siendo el luchador entero, austero y sobrio y de bondad inagotable.

Badín Garrido Puello es un magnífico representativo de esta clase de hombres. Nieto de guerreros libertadores, duros y porfiados en las peleas y generosos en seguida de la victoria, las virtudes hereditarias atizaron su voluntad y fue luchador indoblegable durante el eclipse de la soberanía de 1916 a 1924. En medio pobre de habitantes, de escasas comunicaciones entonces y de recursos parcos, fundó y dirigió El Cable en San Juan de la Maguana y sus editoriales exigentes le dieron voz a la ansiedad colectiva. La repercusión del persistente reclamo se hacía mayor cuando el Listín Diario reproducía aquellos artículos memorables,comentados con frecuencia en tertulias de las Antillas Mayores. Muchos de esos escritos revelaban el arrogante, poético y ardoroso decir de Víctor Garrido; los demás, graves y de escuetos razonamientos, eran del director, de E. O. Garrido Puello. Ignoro si alguna vez colaboraron el Gral. Carmito Ramírez y el doctor Armando Aybar; pero es admisible suponerque trazara verbales orientaciones el viejo patricio y patriarca Wenceslao Ramírez: aquel Nelao, milagro humano, analfabeto y sabio, de quien dijo el Dr. Henríquez y Carvajal que era uno de los hombres más inteligentes que había tenido la buena fortuna de conocer.
Cesó el eclipse de la soberanía dominicana en 1924, y cesó Badín Garrido en el menester de escritor. Calló el Sur de la República, calló él; y más tarde apareció en Ciudad Trujillo trepado en un edificio enorme el periodista convertido en dirigente de negocios. Ahí, encaramado en ese elefante, trabaja de seis a seis. Durante las horas que otros dedican al descanso,Garrido lee ávidamente. Libro dominicano que se acaba de publicar, si tiene mérito, es libro que él compra, lee, acaricia y acomoda en los anaqueles de su biblioteca rica. Hombre de transparente salud moral, conversador de espíritu limpio, su palabra jamás destiló veneno.
Como Rubén Darío en el comienzo de Cantos de Vida y Esperanza, podría sin rubor decir:
Mi intelecto libré de pensar bajo…
y agregar:
Si hay un alma sincera esa es la mía.
No sé escribir prólogo y casi nunca leo los que otros escriben, si no son noticias que anteceden a las obras de autores clásicos; y ahora me ofrecí a decir parte del mérito de las Narraciones de E. O. Garrido Puello (Badín) y agrego además el testimonio de quién es él y qué papel desempeñó en días obscuros para la patria. Con franqueza afirmo que me enaltece poner mi firma bajo su nombre.

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