martes, 24 de marzo de 2009

Apunte sobre un apunte


Su título me hizo pensar en otros poetas, y no sólo porque escribían a lápiz.

Por Juan Carlos Mieses | © MEDIAISLA, Boletín 1117


Durante años estuve demasiado ocupado en escribir mi propia obra poética y no dediqué el tiempo necesario para apreciar los libros de mis colegas contemporáneos. Ahora que he dejado de escribir poesía, para beneplácito de mis críticos más severos, me complace sobremanera constatar la calidad de algunas de las últimas obras publicadas en el país, y me place aún más, comprobar la preeminencia de la poesía en estos tiempos de villanías financieras, de terrores ambientales y de renuncia de las utopías.

Acabo de leer un poemario que tiene, entre muchas otras, la virtud de la sencillez y que está hecho, según la formula dariana, "con las cosas de todos los días y con otras…" que los artistas creadores conocen bien.

La sencillez es una cualidad de los buenos poetas; de aquellos a quienes la poesía persigue como perro faldero, si se me permite citarme a mí mismo; de esos que saben descubrirla en las pequeñas cosas cotidianas; es decir, en todas partes.

Su lectura me ha procurado un gran placer, principalmente porque es un libro hecho, entre otros ingredientes secretos que los poetas no solemos revelar, con nostalgia y la nostalgia siempre me ha emocionado; no hablo de la ingenua añoranza de esos pasados imposibles evocados por los valses de Strauss, las Prosas Profanas o las leyendas del reino de Camelot. Me refiero al pasado que perdura a través del presente y que es parte de él; al de hombres y mujeres que la muerte no logra vencer; al de las palabras y las emociones que, como el mar de Valery, renacen cada día; a un pasado que está latente aquí, ahora, en mí, en todos.

Esa nostalgia, los lectores la pueden encontrar a todo lo largo de mi obra, desde Urbi et Orbi, hasta Desde las islas. De ella, hablaré en otra ocasión; por ahora volvamos al poemario que nos ocupa.

El libro, breve como hubiera acotado gravemente Baltasar Gracián, que consideraba que lo breve era, si bueno, dos veces bueno, nos toma del brazo como a un viejo amigo y nos acompaña, con candor y elegancia, por los pretéritos senderos que atraviesan nuestra memoria; y digo nuestra, porque aunque el poeta habla de sí mismo, de su vida, de sus vivencias, habla también de todos nosotros.

Un hombre, nos recuerda Borges, es todos los hombres.


Su título me hizo pensar en otros poetas, y no sólo porque escribían a lápiz. Conocí a algunos de ellos, entre los mejores. Moreno Jiménez, Manuel Yánez, Franklin Mieses Burgos, Máximo Avilés Blonda… para citar sólo a unos cuantos. Ni a los que callo, ni a los que menciono los puedo olvidar; con los primeros tengo una deuda de belleza formal, de emoción estética, de reflexión literaria y social; con los últimos, a esa misma deuda se agrega el recuerdo de una amistad entusiasta y generosa; deuda y amistad que la lectura de Apunte a lápiz del escritor dominicano René Rodríguez Soriano me ha hecho evocar con nostalgia, una vez más. [Juan Carlos Mieses
http://www.jcmieses.com]

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