Hoy se usará más la zanahoria. Pero, el garrote siempre estará detrás, si ésta no es suficiente.
Por Nieves y Miro Fuenzalida
| © mediaIsla.net, Boletín 1120
La política exterior del gobierno de Bush fue la expresión patológica de un poder mundial en decadencia que trató de reestablecer el control del sistema mundial que se le escapaba de sus manos. La hegemonía norteamericana alcanzó su cúspide entre 1945 y 1965 y desde entonces empezó a perder terreno debido a los efectos combinados de la derrota en Vietnam, el movimiento cívico del 68 y el desafío del surgimiento económico de Asia Oriental y Europa. Durante los 80s y los 90s EEUU solo tuvo un éxito parcial tratando con estos nuevos acontecimientos y la desintegración de la Unión Soviética le quitó la más importante arma política que tenía para unificar el mundo capitalista bajo su liderazgo. Los neo conservadores, que desde Vietnam habían estado esperando imponer su dirección para consolidar la supremacía de EEUU en el sistema mundial, tuvieron su oportunidad en Septiembre del 2001.
La distinción clásica entre hegemonía y dominación indica que esta última descansa primaria o enteramente en la coerción, en tanto que la primera es un ejercicio en liderazgo y gobierno que mantiene el poder a través de la búsqueda del consenso que, según se dice, representa el interés general. EEUU ha sido el centro del mundo capitalista desde el comienzo del siglo XX e, incluso hasta hoy día, ha logrado mantener su poder tecnológico, militar y cultural. Philip S. Golub, profesor de estudios políticos de la Universidad de Paris, hace notar que en 1991, siendo de hecho el único súper poder existente, tuvo la oportunidad de reconfigurar el sistema mundial para su ventaja. En su arsenal diplomático, dice, podía encontrar en ese momento tres formas diferentes de mantener el dominio internacional. Liberalismo global o, lo que es lo mismo, ampliación del imperio informal a través de la consolidación del marco institucional y los regímenes necesarios para asegurar y consolidar la emergencia del libre mercado global. Realismo tradicional o acción hegemónica clásica, que mezcla la cooperación y la coerción para mantener el balance de poder y el estatus quo. Y el militarismo y neo imperialismo, el uso de la fuerza monopólica para asegurar recursos naturales y garantizar la primacía estadounidense. Hay por supuesto una gran fluidez entre estas simples categorías y su correspondiente visión mundial. Pero todas ellas, en diferente grados, son intrusivas y buscan controlar o reconfigurar los asuntos de otras naciones. Las dos primeras opciones fluyen de modelos hegemónicos clásicos y apropiados en condiciones de paz y globalización. El militarismo, en cambio, constituye un ejercicio del poder distinto y exclusivo con resultados bastantes diferentes como hoy lo podemos ver.
En los primeros años posteriores a la guerra fría EEUU se enfocó en la profundización de la globalización y la consolidación del estatus quo. El presidente Bush, a diferencia del hijo, evitó despedazar a Irak después de la guerra del Golfo, hizo discretas ofertas a Corea del Norte, retiró las armas nucleares de la península, evitó escalar la tensión con China y empezó a reducir las fuerzas armadas que, posteriormente, Clinton continuó. Durante el primer periodo de Clinton la política exterior se movió de la política del poder y la movilización bélica permanente al intercambio comercial y las finanzas como vehículos de influencia y poder cambiando el centro de gravedad del complejo industrial militar a Wall Street, de la burocracia de la seguridad a la clase financiera. Lo que la administración de Clinton logró fue expandir exitosamente la liberalización global de las finanzas y el intercambio comercial que, comparado con el segundo Bush, aparecen como instrumentos mucho más sofisticados en el apaciguamiento de la periferia y el enfrentamiento al desafío del desarrollo asiático. Con efectividad avanzó sus intereses a través de la construcción de una poderosa red de dependencia económica manejada por instituciones regulatorias internacionales. Durante los 90s EEUU definió las normas de la economía mundial y opero en un mundo en donde el capital norteamericano determinó las reglas y estándares del sistema global sin someterse a sí mismo a ellas. Este sistema no solo ocultaba los propósitos del poder político bajo el velo de la ideología del libre intercambio, sino además lo hacía con el consentimiento de las clases dirigentes de la periferia… Las ventajas de este dominio internacional eran indudables. En el gobierno de Bush, sin embargo, éste no fue el caso. Un diferente discurso imperial reemplazó la discusión de la interdependencia de los 90s.
De todas las cosas que nos preocupan en el mundo probablemente la metafísica no se cuente entre ellas. En su mayor parte pensamos que esta es una cuestión que interesa solo a unos pocos expertos en los departamentos de filosofía. Pero, si pensamos otra vez, podremos encontrarla a la base de casi todas las cosas que hacemos y su comprensión nos puede ofrecer aspectos más interesantes que la búsqueda de motivaciones sicológicas. Según Hobbes, la realidad es posible describirla de acuerdo a un marco fijo bastante agrio. Lo que motiva al individuo y a las Naciones que ellos componen es una interminable lucha por el poder, la riqueza y la gloria. Siguiendo esta tradición Robert Kagan, uno de los neocon mas influyentes en el gobierno de Bush, afirmaba que el único mundo en el que siempre viviremos es uno en el que los que poseen el poder imponen su sentido de justicia en los otros. Su opinión nos proporciona un índice del cambio de vista de la Casa Blanca. El diario satírico "The Onion" resumió el discurso de Bush en las Naciones Unidas del 2001 con el titulo…"Bush da a conocer la nueva doctrina internacional que establece que EEUU puede hacer cualquier cosa que quiera". La verdad, uno no necesita preocuparse de derechos internacionales si es suficientemente poderoso.
Durante la guerra fría la existencia de un enemigo permanente le dio significado al poder americano al unificar objetivos nacionales y crear una identidad colectiva. Después de la guerra fría, esta identidad ya no podía ser mantenida invocando un enemigo súper poderoso, a no ser que se reinventara. En situaciones de emergencia el Estado elige al enemigo y decide combatirlo. Esta decisión recrea significados, une a la Nación, despolitiza a la población y, por sobre todo, concentra el poder al colocarse por encima de la sociedad lo que, en la practica, le permite una autonomía casi dictatorial. Esto es lo que la coalición de Bush tenía en mente. Y esto es lo que puso en práctica. En muy poco tiempo, EEUU se transformó en un imperio territorial global con el control de legiones militares estacionadas en el centro de docenas de Estados semi soberanos. El derribamiento de gobiernos y la planificación de guerras imperiales con el uso de la máxima fuerza pretendía prevenir el surgimiento de poderes hostiles y mostrar que el imperio no podía ser desafiado impunemente. En el documento "the White House's National Security Strategy 2002" se indicaba que… "es tiempo de reafirmar el rol esencial de la fuerza militar norteamericana. Debemos construir y mantener nuestras defensas por encima de cualquier desafío…" "defensas suficientemente poderosas para disuadir adversarios potenciales a sobrepasar nuestra capacidad militar". Estas visiones de permanente supremacía militar ya habían empezado a articularse en 1992 por P. Wolfowitz y I. Lobby, después de la guerra del Golfo que, bajo el gobierno de G. W. Bush, reemplazaron con venganza la visión de un mundo multipolar por uno unipolar que, de acuerdo al periodista neoconservador Krauthammer, duraría por más de una generación. Alimentados por nociones teológicas del destino nacional y por objetivos profundamente arraigados en la tradición política los sostenedores del excepcionalismo norteamericano afirmaron la supremacía de la ley americana por sobre la ley internacional y lanzaron un ataque concertado al sistema regulatorio que sirve de basa a las NU indicando que la soberanía de Estados Unidos no podía ser constreñida en lo más mínimo por instituciones internacionales.
El objetivo estratégico era el de asegurar una larga supremacía, establecer un poder más allá de cualquier desafío y asegurar la unipolaridad en el siglo XXI. Esto solo podía lograrlo a expensas de otros países y del desmantelamiento del orden institucional surgido después de 1945 que buscaba introducir cierto orden en la selva de los conflictos internacionales. El mensaje al resto del mundo era que EEUU se veía a sí mismo como el único guardián del orden mundial, reservándose el derecho a seleccionar las instituciones y leyes internacionales que mejor sirvieran a sus intereses. Bajo el gobierno de Bush se cambiaron las reglas básicas del juego deshaciéndose de las reglas. Sintiéndose todopoderosos demandaron deferencia y subordinación… "O están con nosotros o están en contra de nosotros". Esta actitud disminuyó considerablemente la habilidad del gobierno para motivar conductas favorables a través del consentimiento. Las consecuencias de esta política le han significado la pérdida total de credibilidad y legitimidad a través del mundo y la rápida erosión de la ideología neocon. La violación sistemática de la justicia y los derechos humanos mostraron hasta donde el imperialismo neocon estaba dispuesto a ir. Pero, también la reacción del mundo le mostró al pueblo norteamericano que la ambición de dominio unilateral a través de un poder militar absoluto no estaba muy lejos de derrumbarse.
La nueva retórica del "soft power" y la propaganda que despliega los atractivos de la sociedad norteamericana a la que hoy se nos expone tienen por objeto bajar el volumen de la retórica hobbesiana que alarmó tanto a los liberales. El argumento del poder blando, es el argumento del arte de la persuasión, del uso del lenguaje diplomático para lograr los mismos propósitos de dominación. Las metáforas importan, el lenguaje importa. El término expresa un toque de cinismo maquiavélico. El poder blando es en realidad un pobre sustituto del poder real. Blando es un calificativo del poder y lo que en última instancia cuenta es la cosa calificada. El politólogo Joseph Nye hace notar que poder duro y poder blando están relacionados y ambos son aspectos de la habilidad de lograr nuestros propósitos. En breve, el garrote y la zanahoria. Hoy se usará más la zanahoria. Pero, el garrote siempre estará detrás, si esta no es suficiente.
El viraje al "soft power" no prefigura, en realidad, una transformación fundamental de la política exterior. Si Irak fue la guerra de Bush, Afganistán y, probablemente Pakistán, será la guerra de Obama. La nueva Administración buscará ajustes políticos, cambios de énfasis y tono. Una vuelta a prácticas de dominación más realistas y tradicionales que no serán, sin embargo, suficientes para cambiar la actitud del resto del mundo hacia la ambición hegemónica de EEUU. Las imágenes de Abhu Graib y Guantánamo Bay fueron las imágenes de ese lado obsceno que, hasta ese momento, el resto del mundo se negaba a reconocer. Visto desde una perspectiva de prácticas históricas más amplia la política bélica del gobierno de Bush aparece, según la mayoría de los comentaristas políticos como el peor error de la política de EEUU que puede marcar el término del sueno de la era americana del siglo XXI.
Cuando hablamos de política internacional nos movemos en un área de gran incertidumbre y las preguntas acerca de la trayectoria mundial pueden, de hecho, solo ser resueltas cuando las cortinas se cierran.
[Nieves y Miro Fuenzalida, profesores de filosofía, Ottawa, ON]
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