jueves, 16 de abril de 2009

Los tres Marías


Narrador celebrado, articulista polémico y monarca de un reino literario, el escritor español Javier Marías visitó Chile por primera vez para recibir el premio José Donoso de la Universidad de Talca. Conversa sobre algunas de sus facetas.

Por PATRICIO TAPIA | © El Mercurio
Fuente: mediaisla.net, Boletín 1120

Cuando Javier Marías publicó su novela Todas las almas en 1989, contando las andanzas de un español, profesor en la Universidad de Oxford por un par de años, no podía ignorar que contribuiría a la identificación entre narrador y autor (Marías enseñó un par de años en Oxford). Sin embargo, nunca imaginó que sería al punto en que efectivamente ocurrió, aunque las diferencias entre ambos eran tantas como las semejanzas. En su última novela, Tu rostro mañana -su retoño de 1.600 páginas, nacido en un parto de cinco años (y una gestación de algunos más)-, retorna, años después, ese narrador, que ahora sabemos se apellida Deza: el antiguo profesor está de nuevo en Inglaterra y ahora trabaja para sus servicios secretos. Aunque en las novelas que publicó entre aquellas dos -las más exitosas-, Corazón tan blanco (1992) y Mañana en la batalla piensa en mí (1994), no se identificó autor y narrador (siempre en primera persona), ocurrió otra confusión entre verdad y ficción, según cuenta en Negra espalda del tiempo. Si en Todas las almas relató la historia del Reino de Redonda (que se hereda por la literatura), en 1997 el último de sus monarcas, Jon Wynne-Tyson, abdicó en favor de Marías. Actual rey de Redonda -una isla antillana cuya leyenda se alimenta de esta tradición-, Marías sigue la costumbre de nombrar duques y se desentiende de todas las "disputas dinásticas".

Intérpretes

En las novelas de Marías abundan traductores e intérpretes ("Me interesa que los narradores sean personas que, por sus profesiones y en teoría, no tengan voz propia -cantantes, profesores, traductores, "negros" literarios-, aunque, paradójicamente, en la novela hablan sin parar"). Todas ellas están escritas en una prosa divagatoria, alambicada, morosa, llena de frases subordinadas y reincidencias.

Tu rostro mañana implica un acendramiento de la voz y recursos narrativos de Marías. Deza, de hecho, es reclutado por los servicios secretos ingleses debido a su capacidad para vaticinar las conductas de las personas: es un "intérprete de vidas". Es, además, un libro ambicioso: también incorpora fragmentos de historias familiares (la principal, la delación que sufrió su padre, el filósofo Julián Marías); sus temas son muchos temas: la violencia, el miedo, el amor, la guerra y la memoria, la paz y el olvido, el desconocimiento de los demás (incluso los más cercanos) y el de uno mismo. Es indudablemente su empresa de mayor aliento. O quizá desaliento, pues hay un trasfondo de pesimismo y amargura, aunque no faltan atisbos cómicos (a veces, sátira feroz) en un contexto más bien desolado. Pero las muestras de humor no son extrañas en los libros de Marías, e incluso las hubo en su discurso de incorporación a la Real Academia Española cuando contó la historia de un amigo, al que llama Vián, declarando ante un juez, cuyos desvíos y circunloquios hacían imposible entender nada de lo que decía.

—"Tu rostro mañana" empieza como novela de espías, pero termina hablando de todo. ¿Hay una pretensión totalizadora?

—Supongo que resulta que sí, que hablo de muchos asuntos y que tiene una cierta pretensión totalizadora (destaco lo de pretensión). No es que yo me lo haya propuesto antes de empezar el libro. No soy el tipo de escritor que tiene las cosas muy claras antes de escribir. Improviso sobre la marcha.

—La traición parece ser un asunto que le ha preocupado desde siempre.

—Sí, y quizá donde está más explicitado es en Tu rostro mañana. El padre del narrador fue delatado de una manera que coincide con lo que le sucedió a mi padre. Es una historia que supe desde joven, ocurrida en 1939 y que tuvo repercusiones en su vida: fue encarcelado y con suerte se salvó de la muerte; sufrió represalias: se le impidió trabajar en la universidad y hasta escribir en la prensa, todo lo cual lo llevó a ganarse la vida traduciendo, escribiendo muchísimo, enseñando en universidades extranjeras, de manera que también influyó en mi vida y la de mis hermanos. Y no fue una traición cualquiera en una época cualquiera. Es la traición de tu mejor amigo, durante una guerra civil, donde el resultado normal de una denuncia así era morir. Tomé en préstamo los hechos de esta historia.

—También se detecta en una novela antigua, "El siglo".

—Sí, aunque El siglo es más bien un intento por entender la personalidad de un delator, algo no tan raro en mi país. El último Premio Nobel español, Camilo José Cela, se ofreció como tal en plena guerra civil, en una carta -repugnante en su tono y que él nunca desmintió- a la policía franquista.

—¿Cree, como dice un personaje de la novela, que la traición es consustancial a los Estados?

—Lo dice Tupra, un personaje muy particular. En cierto sentido, los Estados, como ha de suponer quien no sea muy ingenuo, necesitan de la amenaza, el miedo, de enemigos, reales o más o menos imaginados, necesitan del delito y en parte de la traición y la amenaza de traición al Estado. Tupra trabaja para los servicios de inteligencia ingleses y en una escena somete al narrador, subordinado suyo, a una sesión de vídeos escogidos en que aparecen personas de cierta influencia en actitudes delictivas o sonrojantes, pero no le interesa tanto hacer justicia como poder avisar que tiene esa información. Le interesa controlar. Al Estado o a lo que se llama las cloacas del Estado le interesa que la gente cometa cosas impropias para poderlas controlar y manipular.

—En el libro confluyen temas anteriores e incluso personajes de otros libros. ¿Es un juego?

—Hay un elemento de juego y de guiño, pero también de conveniencia. Si necesito un personaje de ciertas características y ese personaje ya existe, lo utilizo, manteniendo la coherencia narrativa. Y no sólo hay personajes que reaparecen: hay palabras, frases, imágenes que se repiten, ritornellos, por decirlo así, un elemento musical, como una melodía que vuelve. Alguna gente señala que mis novelas tienen vasos comunicantes; probablemente tienen razón.

—En un artículo antiguo señalaba que en los novelistas siempre se sospecha un elemento autobiográfico y en los memorialistas uno ficticio; y que a usted le interesaban los libros que mezclaran ambas sospechas. ¿Es "Tu rostro mañana" el resultado?

—En cierta medida, sí. Reconozco que algún material de la novela es real, que lo he tomado en préstamo, incorporándolo a algo ficticio. Lo interesante en la literatura es que la procedencia de los materiales es o debería ser indiferente para el lector. Ahora hay mucha información sobre el autor de una novela. Pero si mi libro se traduce al húngaro, el lector húngaro leerá la novela y nada más. Lo mismo si es leído -lo que es dudoso o más que dudoso- en cincuenta o cien años. Nadie sabrá qué procede de la imaginación y qué de una historia real. Creo que para el lector debería ser indiferente esa procedencia. El mal escritor sería el que la trasluce. El escritor pasa sus materiales por un filtro -la literatura- donde todo se junta en un texto. Una de las maneras de lograrlo, de volver a producir esa indiferencia, quizá sea dar algunas pistas pero no todas de aquello que sí y aquello que no viene de una historia real.

—En sus artículos las referencias autobiográficas no se desfiguran como en las novelas.

-Es otro el que los escribe.

—En muchos se refiere a su infancia.

—Hay varios de tipo evocativo o autobiográfico (reunidos ahora en Aquella mitad de mi tiempo). Llevo ahora catorce años escribiendo una columna, cada domingo. Uno se repite, porque la realidad también se repite, así que se intenta variar un poco y uno de los recursos es hacer memoria. Tendencia que podría reprochársele a una columna de actualidad, aunque a la gente parece gustarle. Y, bueno, la infancia es un período importante en la vida de cualquiera, nos marca: entonces se descubre el mundo y no nos abandona del todo nunca. Una de mis maneras de intentar calibrar a las personas es imaginarlas de niños.

—En otros se muestra como un ciudadano enfadado.

—No me gusta mucho el mundo actual, me parecen mal muchas cosas. Y creo que no vale la pena decir lo que todo el mundo ya sabe, lo que la época ya opina por nosotros, sino mostrar lo que no me parece bien. Cada dos años suelo compilar mis artículos. He estado preparando la edición de los últimos y a la hora de ponerle título he pensado en "Una región ocultamente furibunda", que sería un buen título para mi columna, aunque el adverbio sobra. A veces pienso que soy yo el que me estoy convirtiendo en un cascarrabias. Hay demasiadas cosas que no me gustan. Pero no creo haber tenido una actitud provocadora o de escándalo, detesto ese tipo de escritor que busca llamar la atención de manera profesional.

—El profesor y el padre de "Tu rostro mañana" lamentan la tontería de esta época. ¿Está de acuerdo con ellos?

—En eso, sí. Y puedo decir que no son un reflejo de mí mismo. Los personajes están inspirados en mi padre y en el gran hispanista sir Peter Russell, quienes estaban vivos y a quienes pedí permiso cuando publiqué los dos primeros volúmenes. Ambos eran muy mayores (nacidos en 1913 y 1914), muy inteligentes y de ninguna manera estaban de espaldas a su tiempo. A los dos oí la misma idea. Mi padre alguna vez refirió lo deprimente que es vivir en una época de decadencia intelectual, habiendo conocido otras mejores. Y yo, sin tener más de 90 años, tiendo a creer que tenían razón. Hay un entontecimiento generalizado, una tendencia a no arrostrar las propias responsabilidades (nadie es culpable de nada: todos son víctimas) y, empezando por los políticos, a un envilecimiento de la sociedad.

—Una de las primeras misiones de Deza es servir de intérprete a unos chilenos. ¿Ha tenido alguna aproximación a los chilenos y su literatura?

—Chilenos no he conocido muchos. Cuando hice clases en Estados Unidos tuve una colega, Marjorie Agosin. He conocido también a Arturo Fontaine. Literariamente, claro que conozco a sus clásicos. He leído a Neruda, Huidobro, Nicanor Parra, Donoso en su día, me gusta Coloane. No estoy muy al tanto de la literatura más actual ni chilena ni de ningún lugar. Sobre todo en los últimos ocho años en que escribir Tu rostro mañana ha sido muy absorbente, no he leído apenas literatura actual.

Estilos y ecos

—Ese amigo que llama Vián, en su discurso para la Real Academia, ¿ha influido en su estilo?

—Espero que no. Me parece que mi manera de hacer digresiones o de divagar no es tan disparatada o inasible como la de aquel personaje, que es real. Mis digresiones, que no son pocas ni menores, tengo la idea que están más controladas y que retomo las ideas interrumpidas para llegar a alguna parte. O eso creo.

—En su sistema de ecos figuran las citas. Hay una de Rilke que se reitera: "Extraño no seguir deseando los deseos". Usted, ¿sigue deseando los deseos?

—Últimamente me lo he estado preguntando. Paso por una etapa un poco extraña de mi vida literaria y también personal, pues la literatura ocupa buena parte de mi tiempo. Después de Tu rostro mañana tengo la impresión de haber terminado mi obra. Tengo 57 años, que no son pocos, pero no demasiados. Me dicen que soy el más joven en recibir el premio Donoso, aunque soy un autor veterano, empecé a publicar con 19 años. Después de este libro -está claro que nunca voy a acometer uno ni remotamente semejante- tengo una cierta duda de qué más me queda. No es que considere que sea una gran obra, a pesar de su tamaño, pero tras un proyecto tan ambicioso y extenso, me queda la sensación de haber llegado a un punto de inflexión y que todo lo que venga en el futuro será "menos". Insisto en que no estoy hablando de calidad ni de resultados, pero ya no sé muy bien si realmente deseo escribir. He empezado a escribir, con todo, otra cosa. Una novela de dimensiones "normales". Pero me parece escribirla con menos intensidad, menos intención, estoy dejando que se haga sola, si se puede decir así. Me ha entrado, entonces, la duda de si deseo escribir más: ¿seguiré escribiendo porque no sé hacer otra cosa? Me encuentra usted en unos momentos de leve desconcierto biográfico-literario.

Algo de la vida y algo de la obra

Javier Marías (1951) estudió filología inglesa. En 1997 se convierte en Rey de Redonda. En 2006 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Entre sus libros se cuentan las novelas: "Los dominios del lobo", "Travesía del horizonte", "El siglo", "El hombre sentimental", "Todas las almas", "Corazón tan blanco" , "Mañana en la batalla piensa en mí" , "Negra espalda del tiempo" , "Tu rostro mañana". Cuentos: "Mientras ellas duermen" , "Cuando fui mortal" y una edición de "Cuentos únicos". Recopilaciones de artículos: "Pasiones pasadas", "Literatura y fantasma", "Vida del fantasma", "Mano de sombra", "El oficio de ver llover", más otras temáticas como "Salvajes y sentimentales" (fútbol), "Donde todo ha sucedido" (cine), "Aquella mitad de mi tiempo" (autobiográficos). Casi todos estos libros pueden encontrarse (en algunos títulos coinciden, en otros no) en ediciones Debolsillo (Random House) y Alfaguara.
[zoiladulceuva]

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