Texto y entrevista de Jochy Herrera | © mediaIsla, Boletín 1115
En 1688, Christophorus Cellarius dividió la historia en la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, hoy hablamos además de la Edad contemporánea; tales divisiones arbitrarias estuvieron conformadas por hechos de índole económico-político, geográficos, sociales e ideológicos. Es precisamente esta última categoría del quehacer humano la que facilitó a Jean Francois Lyotard definir el actual período que vive el mundo occidental en su famoso ensayo La Condition postmoderne: la posmodernidad, la incredulidad del hombre frente a los metarrelatos, el fin de las utopías.
En esta época postutópica los medios, los discursos, los neurocientíficos y hasta los gurús de la bolsa de valores están imbuidos por la idea de la fe, Dios y lo divino. La fe, que al parecer de algunos sociólogos tiene una semblanza de mercado (si le definimos como la existencia de un consumidor con intención de consumo y con opción de consumo -oferta y demanda-), y por supuesto Dios, están de moda. A juicio de Nieves Fuenzalida este hecho es el producto de una cultura que "ha elevado una creencia en ausencia de toda evidencia, al lugar más alto en la jerarquía de las virtudes humanas". Se hace necesario entonces intentar adjudicar a lo religioso, a lo místico y lo esperanzador del hombre de hoy un lugar apropiado en una sociedad que parece preguntarse a viva voz si hay que creer, en qué creer y en quién creer.
El cerebro y Dios
* Los neurocientíficos analizan el comportamiento del sistema nervioso humano en lo que respecta a las funciones cerebrales complejas. A través de los poderosos escanes de resonancia magnética han logrado observar dicho órgano durante la actividad religiosa y ver cómo durante la oración, los lóbulos parietales y frontales son activados; han descubierto que individuos que han sido files rezadores poseen lóbulos frontales de mayor grosor lo cual les provee una mejor memoria; y basados en estas imágenes ya saben que el hogar de la fe es el lóbulo parietal. Esta relación entre fe y medicina es el tema central del último número de la revista TIME que analiza el debate fe y salud y en donde entre otras cosas, nos enteramos de que hay más de seis mil estudios médicos publicados hasta la fecha en lo referente al papel "saneador" de la fe.
* Dean Hamerd, especialista en trasmisores cerebrales (sustancias a cargo de la coordinación de las acciones de éste órgano), ha anunciado el descubrimiento de la variante de un gen llamado VMAT -bautizado como el gen de Dios- encargado de regular las monoaminas transmisoras. En otras palabras, las vivencias místicas, los atributos del alma, parecerían ser el resultado de procesos cerebrales tan simples como la bioquímica, un concepto ya enunciado en el siglo XVIII por el filósofo francés Julien Offray de la Mettrie en el tratado L'homme machine.
* En un artículo aparecido en la revista The New England Journal of Medicine, el profesor Solomon Snyder describe un sinnúmero de reportajes que dan cuenta del estado actual de la neurociencia y "los esfuerzos en pos de la localización de Dios en el cerebro". El autor enumera una bibliografía ilustrativa del tema y comenta sobre Francis Collins, quien en The Language of God ha propuesto la existencia de un "dios personal" a partir de la idea de que a través de la historia y en todas las civilizaciones el hombre ha buscado a Dios; que la estructura cerebral "necesita de Dios" y que Dios mismo nos implantó tal necesidad ya que los hombres, por naturaleza, "gozamos de un sentido intuitivo de lo correcto y lo incorrecto". Collins cita el pensador David Linden al indicar que la religión es un artefacto de la evolución, que al igual que los sentimientos de amor, los sueños y la memoria, es la resultante del predominio de áreas cerebrales más complejas que "vencen" a otras regiones más primitivas usualmente encargadas de regular los instintos. No sorprende entonces cómo muchos de estos planteamientos han servido de apoyo a la filosofía postdarwinista neoevolucionista que cada vez gana más adeptos en Estados Unidos.
El mercado de la fe
* El diario USA Today, en su edición del 7 de octubre 2008 reportó que en 2007 los habitantes de este país donaron más de 35 mil millones de dólares a organizaciones religiosas, una ofrenda de proporciones inimaginables si se tiene en cuenta que esta cifra equivale al presupuesto anual de muchos países latinoamericanos. Aceptamos como válido el derecho de cada ciudadano de disponer de sus dineros como le plazca, mas hay que preguntarse ¿hacia dónde va ese dinero? ¿Tiene un precio la fe?
* México es la nación latinoamericana de mayor población creyente a pesar de un creciente ateísmo en años recientes; de acuerdo al periodista Francisco Michavila "nunca como ahora se identifican tantas iglesias, sectas o comunidades religiosas en busca de fieles en México". En un artículo aparecido en el diario Poder, Michavila argumenta que la competencia en el mercado de la fe es cada vez mayor y la gente, consciente de la diversificación de credos busca otras opciones para satisfacer sus necesidades espirituales. Así, en América Latina, y sobre todo en Estados Unidos, encontramos iglesias u organizaciones de múltiples denominaciones; con mandatos y reglas de todos los tipos, algunas inclusive "sin denominación": sitios donde se asiste para cultivar la fe en algo.
* El Vaticano es uno de los estados más ricos y además de poseer inversiones en todos los rubros del mercado mundial, es propietario de tesoros históricos de incalculable valor; de hecho, la Santa Sede posee tiendas en su perímetro donde el turista no sólo compra rosarios e imágenes divinas, sino también perfumes Chanel y joyas Cartier. El Vaticano también ha incursionado recientemente en el negocio del turismo religioso en alianza con la aerolínea Alitalia; pero según expertos, es la iglesia de la cienciología con sede en California, la que ha demostrado la mayor sofisticación en el proceso de oferta y demanda espiritual. Esta organización dispone de una universidad de los negocios, The World Institute of Scientology Enterprises, donde el creyente aprende los trucos de mercadotecnia y economía necesarios para el trabajo religioso.
The Politics of God
Nosotros, en Occidente, encontramos incomprensible que las ideas teológicas aún inflamen la mente humana y que despierten pasiones mesiánicas capaces de arruinar una sociedad; habíamos asumido que tal cosa no era ya posible, que los humanos habíamos aprendido a separar las preguntas religiosas de las políticas, que la teología política había muerto en la Europa del siglo XVI. Estamos equivocados. Somos nosotros la frágil excepción. La cita es de Mark Lilla, quien describe en el New York Times el paradigma de la política occidental contemporánea: su reconciliación con la ideología y fe islámicas. Con educada habilidad ensayística, Lilla describe cómo a partir del siglo XVI y las revoluciones francesa y estadounidense, la política en Occidente estuvo basada en asuntos de índole estrictamente político; a partir de la Primera Guerra Mundial el ejercicio de ésta sufrió un vuelco hacia una teología apocalíptica, ejemplarizada según el autor por el nazismo, el socialismo y el fascismo, y pasando en décadas posteriores de una teología política centrada en la figura de Dios, a una centrada en el hombre.
Coincido con Lilla en que hasta las más exitosas democracias han sido vulnerables al mesianismo político y su justificación teológica; y que hoy, tal vez más que nunca, el mundo enfrenta el desafío del deber divino y el dogmatismo religioso abrazado por líderes y presidentes. Bastaría fijarse en la lista de los actuales conflictos bélicos de basamento religioso responsables de millares de muertes: Sudán, Cachemira, Palestina, Las Balcanes, Irlanda del Norte, Nigeria, Etiopía, Sri Lanka, Pakistán e India.
Sin embargo, a mi parecer, Lilla se equivoca al afirmar que nosotros, Occidente, somos la excepción a tales pasiones inflamatorias. El autor sostiene su argumento a partir de las declaraciones del presidente iraní, líder de la más poderosa teocracia en lo que va de siglo; mas ignora que los discursos de Bush de alguna manera fueron también mesiánicos: citando a Dios en sus acciones, creando círculos demoníacos y de países demoníacos de acuerdo con su propia fe y utilizando el lenguaje divino en acciones concretas, como fue el caso de la guerra de Irak.
La vida eterna
Es el título del excelente libro del filósofo español Fernando Savater publicado hace un año; en él, con un tono crítico y en un lenguaje fresco y práctico, el autor repasa los asuntos de la fe, la globalización de Dios, la relación entre sociedad y religión, la inmortalidad y la política de los profetas. Todo ello apoyado en el legado de Kant, Unamuno y Nietzsche, caldo de cultivo para enfocar temas tan diversos. Savater, recién ganador de la 57va edición del Premio Planeta de novela, aboga por una sociedad de ciudadanos y no de feligreses, donde las iglesias tengan el derecho de definir el pecado pero no hacerlo un delito. A su parecer, Dios está de moda porque el hombre moderno está lleno de miedos: miedo a la muerte, al futuro y a los demás; y como han muerto las utopías hay que afianzarse de algo.
A través de la electrónica el prestigioso ensayista ha conversado conmigo sobre la fe posmoderna, he aquí sus respuestas.
—¿Cuál es el rasgo más distintivo de la fe (pos) moderna?
—En la era posmoderna hay dos tipos de fe: la de quienes la adoptan por razones más estéticas que otra cosa (la fe como cubito que da sabor al caldo de la existencia, en palabras de Paolo Flores d'Arcais) y la de los integrismos que la utilizan como escudo contra las incertidumbres de la modernidad…y a veces como fundamento para ideologías políticas antidemocráticas.
—¿A qué atribuye usted que hoy día la fe sea un hecho tan público, tan de todos, tan poco íntimo?
—Si no me equivoco, la fe siempre ha sido un hecho público. Las religiones siempre han pretendido ser elementos de vertebración social o de establecimiento de lazos comunitarios. Ninguna fe ama el secreto o la absoluta privacidad…
—Un profesor alemán, Ulrich Beck, comentaba hace unos meses que como resultado de la crisis financiera, Occidente luce estar en una encrucijada: ...de la fe en el mercado a la fe en el Estado... ¿es el Estado entonces el nuevo tótem de la fe moderna?
—Como otros dioses, el Estado es una divinidad de culto intermitente: cuando las cosas van viento en popa, se procura minimizar o negar su influencia, incluso se exige su desaparición; cuando acucian problemas sociales o económicos de apariencia insoluble, se recurre a él con golpes de pecho y aspavientos de arrepentimiento.
—Siempre he dudado o sentido confusión ante la relación fe-falsedad-mentira; es decir, si la fe depende de la creencia en algo que no necesita corroboración o confirmación, y en ese proceso está implícita o explícita la duda, y si la duda, querámoslo o no, trae consigo la posibilidad de la falsedad o de la mentira...y si la relación de lo que se cree se torna "jerárquica" o sea, ordenada o dictada por alguien... ¿no lleva entonces la fe la mentira en sí misma?
—Sólo podemos tener fe en lo improbable, en lo que no cuenta con argumentos decisivos: nadie tiene fe en las matemáticas ni siquiera en la ciencia, porque asumimos que la ciencia es siempre demostrativa o no es ciencia. La fe es lo que salta por encima de lo que sabemos y nos concede sin más lo que queremos, por inverosímil que sea.
—Como usted claramente establece en La vida eterna, lo divino, Dios, está por doquier y sobre todo en la esfera política. La controversia desatada tras las declaraciones del obispo Richard Williamson y el perdón papal a él y tres de sus seguidores negadores del Holocausto, es una fehaciente muestra de aquello al punto de que en Argentina es tema principal de los medios y una preocupación gubernamental de tal grado, que han expulsado a Williamson del país. ¿Están la sociedad y los ciudadanos a la merced de esta invasión divina en nuestras vidas? ¿A qué mecanismos tendremos que apelar para evitar convertirnos en una sociedad de feligreses?
—El único instrumento, indispensable para la democracia es el establecimiento de un orden cívico laico, que no es contrario necesariamente a la fe –o al menos a algunas- pero funciona al margen de ella, según su propia lógica racionalista. Las religiones, aunque tengan derecho a manifestarse públicamente, siempre deben hacerlo a título privado: son un derecho de cualquiera, no el deber de todos ni mucho menos de las instituciones sociales.
—¿Qué puede decirnos del mercado de la fe? México, el país más creyente de América Latina ya cuenta con más de 7 mil asociaciones religiosas con miles de locales; estas religiones cada vez más compiten en busca de creyentes, y los creyentes, a su vez, cada vez más buscan diferentes ofertas religiosas. Alguien ha dicho que esto es lo más parecido al mercado, a un mercado cuyo tope es nada más ni nada menos que el cielo.
—Como se ve en los telepredicadores americanos y en tantos otros cultos, las iglesias optan muchas veces por estrategias de competencia comercial (como los partidos políticos, por otra parte). La sociedad de consumo generalizado abre también espacio para un supermercado de remedios trascendentes. Yo confío en una educación pública y verdaderamente laica para evitar males mayores…
Colofón
Podríamos estar en desacuerdo con los planteamientos de los no religiosos, sean ellos anónimos o famosos como Fernando Savater; en lo que sí deberíamos coincidir como sujetos de buena fe, es en la necesidad urgente del humanismo; en el rescate de la verdad, perdida hoy frente a sus múltiples y deformadas vertientes. A juicio de Savater -la verdad parecería ya no ser importante, está en decadencia y en crisis; y la "autenticidad", es decir, el reflejo de lo que se nos antoje creer o expresar, sea ello cierto o falso, parecería ir ganando. Pero como el reconocido autor ha indicado, no es solamente buena fe, sino una buena razón lo que de veras nos hace hoy falta. Jochy Herrera, escritor dominicano, miembro de la Mesa Directiva de contratiempo.
[jochyh]~
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