Por Betsy Barros Núñez | © mediaIsla, Boletín 1115
En un ligero recorrido por la Literatura Colombiana del siglo XIX a XX, quiero resaltar la presencia de los componentes de la oralidad en algunos autores (y sus obras) del Caribe (escaparán, a mi visión, muchas y quizá muy importantes).
La incidencia directa de movimientos y corrientes literarias europeas en Latinoamérica y, en especial, para América del sur en la connotante influencia ejercida por el desarrollo artístico-literario de países como Francia y España trazó una directriz a la literatura nacional colombiana.
El Purismo como canon, impuso su norte en las voces de Caro y Cuervo durante el siglo XIX, orden que subvertía la orientación de Candelario Obeso en el uso del habla popular y actos de habla propios de los bogas y negros del Caribe Colombiano, alejándose de lo clásico y bifurcando sus raíces hacia la oralidad a través de medios expresivos como refranes, parábolas y fábulas.
En esta figura emblemática de la literatura del Caribe, la valoración de una identidad regional y la vindicación de espacios propios de grupos minoritarios "negros" dan cuenta de la construcción de una realidad metafórica a partir de la realidad colectiva. El campesino, el pescador y el boga son voces que vivifican las creaciones de este autor, al que se suman, luego, Jorge Artel (con la temática de géneros musicales, legendarios, folclóricos y negroides), Luís Carlos López y José Félix Fuenmayor, preservando un lenguaje y un habla cotidianos.
Lo coloquial (puesto de moda por Borges en Latinoamérica en la década de los cincuenta y sesenta del próximo pasado siglo XX) es recurso propio de la escritura de estos autores, que seguiría siendo línea de acción tanto en la narrativa como en la poesía del Caribe en las plumas de Héctor Rojas Herazo, Gabriel García Márquez y Jorge García Usta posteriormente. "Escribir la realidad, más que describirla", dando un lugar al "patio" y reconociéndose al decir de Rojas Herazo, "no de un pueblo, sino de un patio"; la expresión anterior es una especie de consigna que dimensiona el concepto de "aldea" en un estadio de universalidad.
Luz Mary Giraldo, respecto al desarrollo del género narrativo Colombiano, anota: "…En lo que va de ayer a hoy en la configuración del cuento colombiano, es indudable el entrecruce de mito e historia, pero cabe destacar que, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX, se da más allá de lo regional y lo nacional, una apertura a otras culturas y formas de reflexión relacionadas con otras ideas, ideologías y procesos históricos. Así alcanza matices más contemporáneos, pues al mirar no solamente a su entorno se alimenta de realidades y formas de expresión y pensamiento propios de la modernidad, y se abre a debates en los que se destaca la puesta en escena del individuo y la sociedad en crisis. Si bien la época de la violencia en Colombia determina una temática, resulta claro que las preguntas por el sentido de los valores tradicionales y las normas sociales y morales, así como la conciencia de la vida en ciudad, contribuyen a alimentar la escritura. "Las palabras están en situación", consigna de los planteamientos del primer número de la revista Mito, pone de manifiesto esa actitud abierta, que ya se avizoraba en autores que le precedían, entre ellos José Antonio Osorio Lizarazo, Tomás Vargas Osorio, Jorge Zalamea y José Félix Fuenmayor, quienes ofrecieron formas de contar diferentes a las constituidas.
Luego el existencialismo y el espíritu de posguerra, y más adelante la revolución cubana contribuyeron de nuevo a la renovación del contar y al reconocimiento de la historia y de la forma. La introducción de nuevas temáticas permitió la recreación de situaciones nacionales y universales. Más allá del inmediatismo se suceden exploraciones formales, en las que el monólogo interior y los diálogos, por ejemplo, no sólo bucean la psicología de sus individuos sino en la identidad racial o latinoamericana. Se nombran entre otros Álvaro Cepeda Zamudio, Manuel Zapata Olivella y Héctor Rojas Herazo. Imbuidos de un pensamiento norteamericano se inscriben también en esta línea a García Márquez. Corre la década de los sesenta. A partir de los años setentas el género se diversifica ampliando el panorama. La necesidad de incursionar en lo urbano y en las condiciones existenciales, sociales y culturales adquiere en autores como Nicolás Suescún, Marvel Moreno, Roberto Burgos Cantor, Fanny Buitrago, entre otros, expresiones magistrales. Tomando distancia de lo real maravilloso y de los arquetipos, fortaleciendo la mirada a mundos, personajes y lenguajes más cotidianos abarcando un mayor espacio en la historia universal de las ideas" (Entrecruces y líneas del contar en Colombia, Odradek, el cuento, 2008)
[betsybarros]~
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