lunes, 9 de marzo de 2009

Un universo paralelo


A mi madre, Talía. In Memoriam.

Por Juan Carlos Mieses | © mediaIsla, Boletín 1115


Leí, en la página de René Rodríguez Soriano en Facebook, unos versos que me hicieron recordar una tarde en las tierras del Languedoc, hace tiempo. El invierno no había terminado, pero ya la primavera se disputaba el mes de marzo. El sol era tibio y blando y sólo una retardataria bandada de cuervos parecía añorar las heladas nieblas de enero.

Un pequeño grupo de camaradas nos habíamos tirado en el césped, no lejos de la viejas ruinas del Castillo de Mirail, en espera del inicio de las clases y en algún momento la conversación giró en torno a Randolph Carter, particularmente al aspecto mágico de su búsqueda de Kadath y de su palacio de ónice.

Mi viejo amigo Gilberto Vasano sugirió que la aventura de Carter entre dos realidades, el mundo de los sueños y el de la vigilia, sugería la existencia de otros paralelismos; por ejemplo, un universo poético real al lado, aunque invisible, de nuestra experiencia física; al menos tan real, aclaró, como los diferentes niveles de sueño que atravesó Carter para llegar al final de la senda y descubrir que había vuelto al punto de partida.

Lo que me hizo rememorar aquella disquisición de estudiantes fue que por unos instantes, mientras leía, creí reconocer el mundo del cual los versos de René eran una puerta:

Era del tamaño del mundo la sala de la casa,| Y como el océano, | poblado por sus peces,| Sus algas y sus rocas,| Era el patio | Que terminaba donde pastaba el ganado | Y algún potrillo perseguía las mariposas | O más allá donde bebían los arco iris,| Era de azul y rosa y olía a geranios,| Hierbabuena y azucenas,| Amplia, cálida y dulce | Como el abrazo de mamá | Cuando me dejaba o me tomaba de la cama. | Apunte a Lápiz. RRS

Yo conocía ese patio, me dije; había visto esos geranios, aun guardaba la memoria del dulce aroma de la yerba, de la bosta del ganado silvestre, de las frutas podridas en el suelo, el vago olor de la tierra mojada; no había olvidado el tono de cielo ni el chirriar de los insectos. Ese mundo del pasado, que había yo percibido una vez a través de los ojos de mi madre, lo sentí de nuevo como la caricia de su mano en mi corazón y en aquella ocasión escribí:

Vienes de lejos, | Traes el recuerdo de insondables barrancos | Llenos de pájaros, | Los palmeros bosques | Con sus verdes tambores despeinados…| El perfume a leche derramada | Sobre el fuego de las mañanas,| Los sonidos jóvenes | Como el agua de la chorreras,| Las negras mariposas que espantaban el sueño | Y que tenían la textura del legendario mar | De tus abuelos,| La lluvia | Y las palabras mágicas | Para hacerla volver a sus dominios. | Urbi et Orbi. JCM

De aquel diálogo de primavera, que los versos de René recuperaron del olvido, había guardado una esperanzadora duda sobre la existencia de aquel mundo paralelo, para llamarlo de algún modo.

En el curso de mi vida he podido comprobar que algunas personas, no sólo los iluminados por la fe, tienen la suerte de percibirlo en alguna ocasión. Amadeo Thierry, en el siglo dieciocho, pudo ver a León el Grande vistiendo una casulla púrpura junto al Mincio en el año 541 de nuestra era. Una voz antigua me dictó una vez un libro entero. Máximo Avilés Blonda, como Emanuel Swedenborg antes que él, habló en una ocasión con un ángel. Franklin Mieses Burgos vislumbró sus crespones transparentes. Freddy Gatón Arce sabía que en aquel lugar, como en el país de Nunca Jamás, el tiempo no transcurría de la misma manera.

No sé si Vasano tenía razón, pero resulta agradable pensar que ese mundo existe y que algunas personas tienen el privilegio de entreverlo. René conoce ese universo; visitó de alguna manera sus montes; percibió sus amaneceres; recorrió sus senderos. Lo recuerda de esta manera:

¿Se habrá cocido alguna vez | en horno alguno | pan tan dulce y tan frugal | como el que comí en sus manos? | Si miro hacia el profundo y amplio verde | Me pierdo en la mañana mansa y húmeda: | No hago otra cosa que mirarme en su sonrisa | Sosegada ventana de la estancia. | Franca, alta, encorvada y solidaria. | Apunte a lápiz. RRS

Ese mundo, ambos lo visitamos en momentos distintos. Yo, como René, percibí sus montes, admiré sus llanuras y respiré…

El perfume de la tierra | Y el vuelo de los insectos, | Las mañanas somnolientas | Sin fardos ni perfumes, | Las primeras sonrisas matutinas | Aún adormecidas. | Urbi et Orbi. JCM

Y allí, detrás del tiempo, en ese mundo misterioso de siempre, de ahora, en esa realidad huidiza que no muere con la carne, que no se extingue con los latidos, estaba, está, mi madre:

Con tu pelo que era trampa de hormigas | Y hojas muertas, | Con la mirada antigua | Que hace a las cosas ser como eran antes, | Cuando los caminos daban vértigo | Como dan vértigo tus ojos, | Niña tonta y feliz | Que se pierde en el tiempo. | (Urbi et Orbi. JCM [http://www.jcmieses.com]~

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