lunes, 2 de marzo de 2009

Juan el Bautista y el Agua


Por Americo Valenzuela G

Los esenios, llamados también "Los Monjes del Desierto", tenían un verdadero maestro en el arte del conocimiento; un ser que dominaba el agua. Nos referimos a Juan el Bautista, el hombre de la cueva, el santo legendario que era ya un elemento decorativo de aquellos parajes. Consagrado desde el vientre de su madre a ser el ermitaño modelo emulado por su aristocracia y modos austeros.

Desde la cueva al manantial y de aquí al infinito de su imaginación era la senda que perfectamente conocía aquel eremita moreno, fibroso y de larguísimo pelo ensortijado que colgaba a raudales por sus hombros. ¿Acaso sabía este ser que el pelo no se cortaba pues se perdía la fuerza como lo hiciera Sansón?

Era "Nazareno" y por tanto un hombre de Dios que se dejaba el cabello largo, a modo de antena, para entrelazar el saber esotérico de aquella casta. Cuanto más pelo y mejor dispuesto a modo de "bobinas"- rizos - más grande era la energía que podía captar y con ella la sabiduría. Así lo confirmaría después el descubridor de la electricidad, Edison, que partió de la electrificación del pelo para elaborar lo que terminó por cambiar el mundo científico.

Este Bautista había sido designado por la Jerarquía Cósmica como el Divino Aguador o "Señor del Mundo" a quien le fue confiada la materia en su forma más elemental y primitiva: el agua. No en vano nuestro planeta tiene tres cuartas partes de este líquido elemento y Juan, como Señor del Mundo, bautizaba con él y limpiaba a las personas sanándolas y restableciéndolas al camino de la salud integral.

Su designación como "Señor del Mundo" la descubriría el propio Jesús cuando dijo sobre este ermitaño: "Ninguno nacido de madre -Tierra - es mayor que él, pero el último del Reino de los Cielos es superior a él". Y estableció aquí las dos jerarquías diferenciadas: Tierra y cielo.

Juan el Bautista dominaba la técnica del agua y la aplicaba normalmente, los esenios le alimentaban y le tenían como verdadero maestro y acudían a él para aprender esta refinada técnica, la cual tenía la virtud inmensa de curar el cuerpo, el alma y el espíritu, imprimiéndoles una luz especial, ¿cuál? Lo veremos ahora en otra referencia de Jesús: "En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos..."

AGUA Y ESPÍRITU, ETERNOS SANADORES
La referencia de Jesús a estos dos elementos nos hace combinar de nuevo dos energías o jerarquías: la de la Tierra capitaneada por Juan y la del Cielo capitaneada por Jesús, como Mensajero de la Luz. Efectivamente dos energías básicas que se concentran en el hombre: agua y espíritu. El agua porque la persona, a semejanza de su modelo natural -la Tierra - es esencialmente el 90% de esta sustancia, y su alma o parte no física, podría considerarse como el espíritu al que se hace mención en el pasaje evangélico.

Es necesario tener la parte material o corpórea del ser en perfecto estado de pureza y que además sea vivificada por el espíritu integro, armonioso y libre de pecado si queremos estar sanos.

Los Esenios operaban bajo dos principios básicos que eran obvios: por un lado el Sol, donde centraban el poder de las cosas y la morada de los Dioses, idea esta que no sólo pertenece a estos sino a todos los iniciados de cualquier período de la Historia, y la Tierra o Madre de la que nos sustentamos y la que nos soporta en nuestra andadura por el espacio.

Después de estos dos principios operaban a nivel práctico y referido a la sanación con los Angeles de la Tierra. En realidad eran siete los que estructuraban la escala jerárquica entre el Sol y la Tierra.

Tres superiores y que gobernaban el espíritu, el alma y el cuerpo del Astro y cuatro inferiores que se identificaban con las fuerzas básicas de la Tierra; es decir: el fuego, el agua, el aire y la Tierra. Los tres primeros formaron en la tradición cristiana la idea Padre, Hijo y Espíritu Santo.

También conocían el principio septenario del hombre en cuanto que es réplica de Dios, pues como todos sabemos y leemos en los textos sagrados :"El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios" siendo su composición básica siete cuerpos interconexionados y expresando los siete planos de existencia; es decir el hombre vive simultáneamente en siete planos de conciencia desde el más elemental o material hasta el más sutil en el espíritu.

Para ellos el Sol no era en sí mismo el Todopoderoso sino el Logos del verdadero Padre o Sol Manásico Universal, punto de origen de todo el sistema. El Sol nuestro era el hijo de aquel otro pero con las prerrogativas creadoras y tuteladoras sobre todo el mundo de la materia, es como si fuera el hijo del verdadero poder, de ahí que Jesús dijera en su vida pública: "Yo soy la luz del mundo", y evidentemente la luz del mundo referido a la Tierra es el Sol que nos alumbra y del que dependemos totalmente pues sin su luz nuestra vida se apagaría para siempre.

Pero ese Sol o Cristo, como lo llamaremos en nuestro trabajo, no es Jesús, pues el primero es todo el sistema "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos", que se mostró en aquel tiempo en Jesús, 0 bien el Verbo Creador del que todo depende se hizo carne y sangre. Como nos recuerda Juan en su Evangelio, pero Cristo no puede morir pues es la luz que alimenta todo cuanto existe, mientras que pueden morir los sujetos que expresaron su conciencia Crística, como Jesús, Buda o Mahoma por citar algunos De ahí que dentro de la casta esenia se buscara al Mesías 0 enviado del Cristo que les aportara, esa conciencia o enseñanza viva de lo alto, pues ellos eran maestros y conocedores de la naturaleza inferior 0 terrenal encarnada en Juan el Bautista.

Mientras que Jesús bautizaba con el fuego, atributo solar, Juan bautizaba con el agua, atributo terrenal y ambos poderes se encontraron en el Jordán Cumpliendo el misterio correspondiente al paso de la Era Aries a la de Piscis, en igual manera esta época es tiempo del retorno del Maestro para inaugurar la Era Acuario , pero ahora igualmente los Esenios han tomado cuerpo para asistir al mismo misterio y otra vez los dos poderes se dan la mano en la acción directa, por esto este libro obedece a una necesidad impuesta por los de Arriba y los de Abajo a fin de recordar en el espíritu dormido de muchos lectores su procedencia y su origen ancestral.

En definitiva es un trabajo para mover conciencias y crear inquietudes pues todos debemos asistir al banquete con las vestiduras blancas, dado que la novia esta a punto de llegar.

Cierto día preguntaron a Jesús: ¿es nuestra Madre? y El respondió: 'Vuestra madre está en vosotros y vosotros en ella.

Ella os alumbró y ella os da vida. Fue ella quien dio vuestro cuerpo y a ella se lo devolveréis de nuevo algún día. Felices vosotros cuando lleguéis a conocerla, así como a su reino. Si recibís a los ángeles de vuestra madre y cumplís sus leyes ,"en verdad os digo que quien haga esto no conocerá la enfermedad".

Todo trabajo por tanto tratará de identificar a esta madre tierra de ahí que algunos artículos hablen simplemente de la naturaleza pues es imposible ser un buen sanador si en el alma no palpita viva, la tierra y su naturaleza. Es necesario crear la conciencia de que cada una de nuestras células es la recopilación de millones de años de experimentación en el reino mineral, vegetal y animal y una pequeña réplica de nuestra Madre Tierra. Y como conocedores de la naturaleza maternal de nuestro cuerpo y de nuestro planeta debemos de saber como principio básico que no se puede matar.

El fundador de los Esenios, Moisés, así se lo hizo perpetuar en sus códigos.De hecho estos monjes no ofrecían sacrificios a la usanza de la ciudad sacrificando víctimas al Señor.

Eran vegetarianos y sólo comían lo que la naturaleza o los animales les daban: miel o leche, frutas o verduras, todo menos matar al animal para comer su carne: "Ordeñar a la cabra y siempre tendréis leche para vivir, matadla y comeréis una vez su carne".
Este era un principio básico al igual que la cocción de alimentos y utilización del fuego como agente de condimentación que estaba desterrado de su parca cocina: " No matéis ni a hombres ni animales, ni siquiera el alimento que lleváis a vuestra boca, pues si coméis alimento vivo, él mismo os vivificará, pero si matáis vuestro alimento, la comida muerta os matará también. Pues la vida viene siempre de la vida, pero de la muerte siempre la muerte. Porque todo cuanto mata, alimentos, mata también a vosotros. Y todo cuanto os mata a vosotros también mata vuestras almas".

Sigue diciendo: "Por tanto no comáis nada que el hielo o el agua hayan destruido, los alimentos quemados, helados o descompuestos quemarán, helarán y corromperán también vuestro cuerpo ... No comáis nada por tanto que haya matado un fuego más fuerte que el fuego de la vida.

Preparad pues y comed todas las frutas de los árboles, todas las hierbas de los campos y toda leche de los animales buena para comer".Referido a la sanación que es el objeto de nuestro libro, Jesús recomienda siempre a los terapeutas: "Los ángeles del aire, del agua y de la luz del Sol son hermanos. Les fueron entregados al hijo del Hombre para que le sirviesen y para que él pudiera ir siempre de uno a otro".

En otra ocasión llama al ángel de la Tierra: En verdad os digo que vuestros huesos sanarán. No desesperéis pero no busquéis vuestra curación sino en el sanador de los huesos, el Ángel de la Tierra, pues de ella salieron vuestros huesos y a ella retornarán. Dijo a aquellos de los antiguos tiempos: "Honra a tu padre Celestial ¿Sol? y a tu madre terrenal ¿Tierra?, y cumple sus mandamientos para que tus días sean cuantiosos sobre la Tierra".

OMSARI GARCIA (matera), MURCIA, ESPANA.
DE MISION RAHMA

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